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El neoliberalismo y la academia en México
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm. 400 [2011-01-27]
 

Como todo sistema de hegemonía, el nuevo capitalismo ha llegado cargado de nuevas palabras. Entre sus conceptos clave están los de “sociedad de la información y del conocimiento”, “ajuste estructural”, “flexibilidad laboral”, “desestatización de los servicios” y “globalización económica”, por ejemplo. Estos conceptos ya se conjugan y se encuentran asimilados al lenguaje del mundo académico, pues para nadie es un secreto que la academia, particularmente la universidad, constituyen espacios propicios para cultivar los procesos de hegemonía y para formar a los sujetos adaptados al sistema de dominación.

El capitalismo actual se sustenta en la ideología neoliberal y está exigiendo a las instituciones educativas y a sus actores que devuelvan todos los derechos y reivindicaciones sociales que a lo largo de la historia le fueron arrebatados al capitalismo tradicional, casi siempre por medio de intensas protestas, movilizaciones, levantamientos y otras luchas sociales en las que, incluso, hubo derramamientos de sangre.

A las instituciones de educación superior y de investigación el nuevo capitalismo lo que les está exigiendo es que se comporten como organizaciones eficientes, para lo cual les pide, entre otras cosas, romper el vínculo de las normas de legalidad institucional con los principios de justicia social. Además, reclama a los estudiantes, profesores, investigadores, rectores y funcionarios que abandonen las identidades ligadas a las figuras que han sido titulares de las reivindicaciones y derechos sociales. De hecho, ya por cerca de treinta años, el nuevo sistema de dominación ha estado tratando de definir y crear sujetos e identidades vinculadas con la operación de los mercados y de excluir a otros, pues para consolidarse necesita que en los escenarios institucionales y de la vida cotidiana aparezcan actores que se identifiquen a sí mismos como clientes, consumidores, deudores, emprendedores, innovadores, gestores y/o gerentes.

Detrás de todo esto están los intereses de las empresas multinacionales, y del Estado asociado con ellas, que ven a la educación superior y al conocimiento como fuentes de ingresos y que están empujando para lograr que la nueva acumulación capitalista se realice a través de la expoliación de los bienes públicos y de la pérdida de derechos sociales.

En México, el nuevo capitalismo ha avanzado enormemente. En el terreno de la educación superior, se han generado cambios radicales. Para empezar, la educación se presenta mercantilizada y despojada de su carácter social y, desde esta perspectiva, se cuestiona el financiamiento público. La ideología neoliberal ha sido adoptada no sólo en teoría, sino en la práctica, tanto así que la meta para muchas universidades, incluso de carácter público, es llegar a ser caracterizadas como “universidades globales” y de “clase mundial”, lo que entre otras cosas significa adoptar prácticas de negocios para generar ventajas competitivas. Además, los cambios se dejan ver claramente en los leguajes y en los valores que sustentan la vida y las prácticas académicas; varios son los profesores, investigadores y estudiantes que se inclinan ante la lógica de una economía del conocimiento globalizada.

Por su parte, en los campi el valor de las personas ha mutado en un asunto de habilidad y movilización personal y ya no reside más en el respeto recibido como miembro de una categoría social: el trabajador o el estudiante. De hecho, la desigualdad parece haberse naturalizado y no solamente en la vertiente que se refiere a los méritos que se poseen, sino en cuanto al deseo generalizado de que existan diferencias. Muchos académicos encaminan sus esfuerzos a apropiarse de los beneficios de la diferenciación sin importar si por ello descuidan el cumplimiento cabal de sus compromisos sociales asociados con sus funciones institucionales. Pero todos viven con el sentimiento de estar en riesgo, porque saben que cualquier descuido o equivocación puede traducirse en pasar a formar parte de los desfavorecidos. Y es que, después de todo, los beneficios extraordinarios no se obtienen por derecho ni existe ninguna instancia institucional que haya establecido el compromiso de otorgarlos a largo plazo.

Un aspecto importante dentro del avance y reconocimiento del nuevo capitalismo y de su ideología es la forma como se encuentran hoy los jóvenes en el mundo académico. Entrar a la universidad se ha convertido en un problema, pues la capacidad de las instituciones no alcanza para garantizar el acceso a los(as) jóvenes que buscan cursar una licenciatura; el sistema no tiene suficiente espacio para acomodar a todos, a quienes a su vez presiona para que sean más habilidosos y competentes. Todavía más: casi la mitad de los(as) que logran tener acceso se tienen que conformar con ingresar a una institución educativa y a una carrera que no son las de su preferencia. Y, para colmo, la mayoría de los planteles no cuentan con las instalaciones y recursos mínimos, en términos de cantidad, calidad e incluso mantenimiento, limpieza y seguridad.

Tratando de convertir a los estudiantes en clientes y de transferir una parte creciente del costo de la educación hacia los alumnos y sus familias, el Estado encamina a los jóvenes hacia la educación privada y para que puedan pagarla se han creado sistemas de créditos. En la actualidad, existe un importante número de estudiantes y egresados de universidades que se encuentran comprometidos con deudas económicas que deberán pagar por muchos años.

Es en el funcionamiento de las instituciones de educación superior como mercado de trabajo donde el arraigo del nuevo capitalismo se muestra con toda claridad. Aunque todavía hay una parte que se mueve en el ámbito de las normas y sujetos conformados durante el capitalismo industrial: leyes laborales, contratación colectiva, poder sindical, seguridad social, principalmente, ya es patente que en el mundo académico ha habido una deconstrucción del mundo del trabajo y sus seguridades.

Los académicos, más que como asalariados, obtienen los mayores beneficios como individuos independientes sometidos continuamente a sistemas de evaluación que son los que imponen las reglas jerárquicas y discriminatorias, lo que ha llevado a vaciar de sentido (flexibilizar) las categorías institucionales de la carrera académica tradicional. Y, justamente, uno de los ejes principales desde donde se ha operado la flexibilización del trabajo académico ha sido mediante la incorporación de jóvenes. Con las figuras de becario, de asistente o de académico por honorarios u obra determinada, los jóvenes están siendo quienes más cargan el peso de la incertidumbre y de la precariedad del mercado académico (empleos interinos, mal pagados, tiempo parcial, sin prestaciones, etcétera). De hecho, según la lógica del “trabajo por proyecto”, el desarrollo de la subcontratación de jóvenes está siendo considerable. De este modo, aunque los promedios de edad digan lo contrario, en las instituciones de educación superior (IES) mexicanas hay, relativamente, muchos académicos jóvenes; lo que pasa es que no se encuentran integrados a las plantas y, por lo tanto, no entran en los cálculos de los indicadores.

En lo que toca a los directores y funcionarios hay de todo, tanto en universidades privadas como en las públicas. Hay quienes están de acuerdo y se afanan en reducir las universidades a mercados de educación, conocimiento y patentes y que orientan su gestión según la lógica gerencial. Pero, afortunadamente, también los hay rebeldes y atentos a defender no solamente los presupuestos universitarios, sino también la vigencia de los derechos sociales de los mexicanos y la necesidad de trazar un nuevo proyecto nacional.

De todas formas, la universidad pública mexicana anclada en compromisos, principios e ideales sociales se está desdibujando, y día con día presenciamos los efectos perversos que trajo la adscripción del país al neoliberalismo. ¿Por qué entonces continuamos organizando las instituciones de educación superior y de investigación, y casi todas las instituciones públicas, con sus ideas y mandatos?


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