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Participar en el escenario mundial de universidades
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 397 [2010-12-09]
 

Nadie puede negar que la globalización haya provocado cambios sustantivos en la conformación de la sociedad. Se trata de un proceso que ha dado pie a la construcción de una economía del conocimiento y que enlaza lo económico con lo social, lo político y lo cultural. Su marcha volvió predominante al mercado, redefinió el papel del Estado y, por medio de los medios de comunicación, ha llevado la cultura estadunidense y occidental a todo el orbe.

Las teorías y las investigaciones han venido a resaltar que la globalización es un proceso que ha provocado avances, como el uso de las tecnologías de la información y comunicación, pero también muchos problemas, que son verdaderos desafíos a la ciencia y a la política. En el devenir global hay cada vez ricos más ricos y pobres más pobres. Los asuntos de desigualdad y justicia social, ciudadanía efectiva, razonabilidad política, derechos humanos vinculados a la migración internacional, la situación de los jóvenes, la drogadicción y el terrorismo, son asuntos pendientes en la agenda internacional. Cuestiones que están siendo atendidas por las universidades, lo que plantea, entre otros, el problema de quién y cómo se apropian de la educación superior. Con la forma como se le impulse y se le utilice.

Las universidades aparecen como propulsoras de la globalización y como medios a través de los cuales se pueden relacionar los contextos global, nacional y local. Aparecen para desarrollar capacidades que permitan responder y comprometerse con el planteamiento de soluciones a los grandes problemas contemporáneos. Las universidades son espacios donde se gestan innovaciones y se forma al ser que va a habitar el mundo.

Según Marginson y Ordorika (Hegemonía en la era del conocimiento), con la globalización se ha formado un campo (Bourdieu) de universidades en el mundo donde hay posiciones que las distinguen y las jerarquizan. En este campo, las universidades poderosas de los países desarrollados de Norteamérica y Europa conducen la globalización y dirigen a la sociedad civil. Ejercen su predominio sobre el conjunto que integra el campo, dentro del cual se establecen redes y fricciones derivadas de la competencia por el prestigio, entre otras cosas.

Toda vez que el desarrollo de la sociedad está asociado al desarrollo de la ciencia y la tecnología, participar en las redes universitarias a escala internacional se ha vuelto una cuestión estratégica para producir, manejar y transferir conocimiento.

En México, nos hace falta una política de nueva generación que estimule la participación de nuestras universidades a escala internacional, ligadas a lo que ocurre en el mundo con las instituciones de educación superior. Políticas que apoyen de manera especial, para este propósito, a las universidades más avanzadas en el terreno de la investigación. Universidades que tengan la capacidad de atraer a otras de fuera, para enlazarse con ellas, y que funcionen en nuestro sistema universitario como nodos a los que se conecte el resto, como puntos energizantes que promuevan el avance del conjunto.

Para participar en el devenir universitario mundial, y tener presencia en él, es necesario solucionar muchos de los problemas que tiene nuestro sistema educativo de nivel superior. Dado el tiempo político mexicano, que nos acerca a un nuevo programa de gobierno, el objetivo es que las universidades adquieran condiciones para colaborar al establecimiento de un nuevo modelo de desarrollo que ubique mejor al país en el plano global. Al mismo tiempo, la nueva política necesita dejar en claro que las transformaciones a las universidades son para impulsar el crecimiento de su entorno local y elevar la competitividad nacional. Que el énfasis de la política educativa se centre en el compromiso y la responsabilidad institucional de las universidades con la sociedad. Los cambios educativos se imponen para no quedarnos en el patio trasero de la economía y la sociedad del conocimiento.

No vamos a salir del atolladero económico, social y político en el que se encuentra el país y no vamos a poder ubicarnos correctamente en las tendencias mundiales, sin universidades fuertes, sin una política que ponga juntas a la ciencia y a la educación superior; si no se modifica el sistema de evaluación académico, que es un verdadero obstáculo al progreso de la ciencia, si no se amplían las oportunidades educativas y si no mejoramos la enseñanza para adecuarla a las nuevas tecnologías y a los intereses intelectuales de los estudiantes de hoy. Los retos son gigantes, pero afrontarlos es lo que nos está siendo exigido a los universitarios y a los políticos.


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