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UNAM: 100 años de juventud
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm. 355, pp.13 [2010-02-04]
 

Desde el año pasado se estableció en la Universidad Nacional una muy amplia comisión para coordinar los festejos conmemorativos de su creación. Dicha comisión se ha dado a la tarea de organizar muchísimos eventos para celebrar el acontecimiento a lo largo de todo el año. Casi no hay entidad universitaria que no tenga al menos una actividad para tan importante efeméride. En estos primeros cien años de vida institucional han ocurrido acontecimientos que la han trascendido.

Como es sabido, los primeros años de la Universidad Nacional fueron inciertos, debido a que su fundación había ocurrido en las postrimerías del régimen porfirista, a unos días del estallido de la primera revolución social del siglo XX. Es también harto conocida la historia de su autonomía, la cual provocó que a otros establecimientos universitarios situados en otras entidades federativas también se les otorgara dicho estatuto. Los años posteriores a la consecución de la autonomía se caracterizaron por la inestabilidad y los conflictos. Este periodo culminó hasta finales de 1944, cuando se aprobó la Ley Orgánica, la que, por cierto, sigue vigente.

También en los años posteriores a esta última fecha, los congresos locales aprobaron leyes orgánicas para sus universidades, cuyos textos tenían una estructura muy parecida a la de la UNAM. Los años cincuenta vieron cómo se erigía una imponente Ciudad Universitaria, señal del reconocimiento que el gobierno federal le otorgaba. Fueron esos años —las décadas de los cincuenta y los sesenta— los que con mayor fuerza demostraron que contar con un título universitario constituía el mejor vehículo de movilidad social. Sin embargo, los años sesenta no estuvieron exentos de conflictos internos y de una fuerte confrontación con el Estado, durante los acontecimientos del 68. Posteriormente, la expansión de la educación superior por todo el país significó la creación de nuevas universidades públicas.

La UNAM tuvo que ampliar sus instalaciones y descentralizarse, creando las Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales en la periferia de la Ciudad de México, así como el Colegio de Ciencias y Humanidades, con sus cinco planteles (Azcapotzalco, Naucalpan, Oriente, Sur y Vallejo) y el Sistema de Universidad Abierta. También construyó nuevas instalaciones para albergar los institutos de investigación científica en Ciudad Universitaria y en diversas localidades del país. En este periodo también fortaleció sus relaciones de colaboración con las universidades de los estados. Cabe recordar también que en los setenta se creó otra universidad pública en la capital del país: la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Los años ochenta han sido recordados por ser el inicio de las diversas crisis que desde entonces han sacudido a la economía del país. A mediados de esa época, la UNAM atravesó por un importante conflicto desatado por la propuesta del entonces rector Jorge Carpizo, que mereció el rechazo de los estudiantes y profesores, conflicto que fue solucionado luego de intensas negociaciones que culminaron con el acuerdo de celebrar un Congreso Universitario. Éste se celebró hasta 1990, pero sus transformaciones no estuvieron a la altura de las expectativas que los universitarios tenían al finalizar el conflicto de 1985.

Luego de un periodo de relativa tranquilidad institucional, a finales de la década siguiente se desató otra confrontación entre autoridades y estudiantes, motivada por la aprobación de una propuesta para aumentar las cuotas de inscripción y otros servicios escolares. Las instalaciones universitarias fueron ocupadas por los huelguistas cerca de diez meses y el conflicto se resolvió luego de la realización de un referéndum y que la policía desalojara a los paristas.

Los años que siguieron a la resolución de la huelga de 1999 tuvieron como principal objetivo la restauración de la vida institucional y la recuperación de la buena imagen de la Universidad Nacional en la sociedad mexicana. A esto se abocó quien ocupó la Rectoría entre 1999 y 2007, y quien la ocupa actualmente ha continuado en esa dirección.

Cabe señalar también que desde el inicio de la administración federal anterior (2000-2006), y en lo que va de la presente, la UNAM ha encabezado los esfuerzos por obtener del gobierno central el apoyo financiero a las universidades públicas para permitirles cumplir sus funciones de docencia, investigación y difusión. Además de los regateos que cada año se tienen que hacer con las comisiones de Presupuesto de la Cámara de Diputados y los representantes de la Secretaría de Hacienda, es significativo el hecho de que, cada vez más, los puestos más altos de la administración federal estén siendo ocupados por egresados de instituciones privadas, sobre todo de aquellas que se dedican a formar especialistas en las ciencias económicas (complementadas frecuentemente con estudios de posgrado realizados en el extranjero).

Este apretado recuento —acaso incompleto— del devenir institucional permite apreciar la voluntad de los integrantes de la institución por salvar los conflictos y las diferencias que en ocasiones han detenido el avance institucional, pero también muestra el interés por renovarse permanentemente para poder responder a los enormes desafíos que representa la problemática del país y las demandas de la sociedad mexicana. Ello significa también que un esfuerzo importante es atender los propios rezagos e insuficiencias en las tareas que le competen. Sin duda, ha sido difícil ser durante todo este tiempo —a pesar de todos los obstáculos y limitaciones— la universidad de la nación.


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