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China y México: los contrastes en la política científica
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 209, pp.6 [2007-01-25]
 

Con mucha frecuencia las agencias noticiosas y los organismos multinacionales ofrecen información sobre los enormes avances chinos en los terrenos económico, tecnológico y científico. Son más escasos los que hablan de las restricciones políticas y la explotación a que se somete a una parte considerable de su mano de obra. Apenas el mes pasado, la OCDE (Science, Technology and Industry Outlook 2006) dio a conocer que, según sus proyecciones, China se ha convertido en el segundo país con mayor inversión en investigación y desarrollo (I+D), superado únicamente por los Estados Unidos. Según dicho organismo, el gigante asiático invirtió el año pasado más de 136 mil millones de dólares en dichas actividades, superando a Japón que gastó 130 mil millones de la misma moneda. Los EUA siguen teniendo primacía en dicho indicador, por encima de los países de la Unión Europea, que invirtieron poco más de 230 mil millones. Lo que China ha invertido en I+D como porcentaje del PIB (conocido también como intensidad en investigación y desarrollo), se ha duplicado entre 1995 y 2004, lo cual ha sido mayor incluso que el crecimiento de la economía en general (entre 9 y 10 por ciento en el último año).

Las cifras correspondientes al incremento en el número de científicos en el periodo mencionado son impresionantes: 77 por ciento, y la cantidad de ellos casi llega al millón (926 mil), sólo detrás de los Estados Unidos (1.3 millones). Ha de recordarse que muchos de los investigadores chinos se forman en las principales universidades de los países centrales. Algunos regresan y otros se quedan en las instituciones que han formado como investigadores. También recientemente se tuvo noticia del agresivo programa que algunas universidades chinas están poniendo en marcha para atraer científicos de origen chino del más alto nivel que trabajan en las más prestigiadas instituciones de investigación de los países desarrollados. Asimismo, los indicadores en cuestión se concretizan en innovaciones tecnológicas y se ejemplifican en la tremenda capacidad de producir mercancías y diversos artículos que van desde juguetes electrónicos hasta computadoras y misiles tierra-aire capaces de destruir satélites meteorológicos. Además, junto con otras economías emergentes como Brasil, India y Sudáfrica, China ha aumentado de manera muy significativa en la última década el número de patentes originadas en países en desarrollo.

Cuando se observan estas cifras tan impresionantes, es muy difícil dejar de pensar en que estos avances contrastan dramáticamente con lo que sucede en México. Sobre todo al conocer las cifras de los Indicadores de Actividades Científicas y Tecnológicas 2006, ofrecidos recientemente por el CONACYT. El contraste es abrumador, pues en 1995 el promedio de inversión representó el 0.35 del PIB y diez años después, en 2005, apenas alcanzó el 0.37 por ciento del mismo indicador. El nivel máximo se tuvo en 1997 y 2000, cuando se invirtió el 0.42 por ciento del PIB. En 2005 el monto canalizado a las actividades en cuestión fue de 31 mil 338 millones de pesos (poco más de 3 mil millones de dólares). De acuerdo con el mismo documento, el número de egresados de posgrado pasó de 29 mil 674 en 2000 a 48 mil 867 en 2006. Asimismo, la cantidad de graduados en el nivel doctorado en 2000 fue de mil 35 y al final del sexenio apenas llegó a mil 874. Países como Brasil gradúan cerca de 10 mil doctores al año y los Estados Unidos, más de 30 mil.

Lo contrastante de ambos casos indica que, de no haber un esfuerzo significativo y sostenido en la inversión en las actividades de ciencia y tecnología, la innovación será poco viable y su contribución al desarrollo económico será casi irrelevante. Más aún, de no darse un golpe de timón importante, las brechas se irán ensanchando y junto con ellas, la pérdida de competitividad y de oportunidad de brindar mejores niveles de vida para la población. El futuro próximo no se antoja promisorio, al observar que las asignaciones presupuestales para dichas actividades en este primer año de la administración calderonista, no modificarán la situación de penuria del sector.

Lo que parece claro en el caso de China es la existencia de un proyecto de desarrollo económico que se ha mantenido en los últimos 20 años y que se ha traducido en niveles espectaculares de crecimiento del PIB. En tanto que en México, el potencial que pudiera existir en el desarrollo del talento de sus hombres y mujeres se ha visto estancado por la falta de políticas capaces de estimular y articular la participación de los centros productores de conocimientos, la industria nacional y las acciones de gobierno. Los resultados de ambas estrategias, pues, están a la vista.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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