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Sobre accountability, tests y rankings
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm. 339, pp.7 [2009-10-01]
 

Seguramente varios de quienes vean el título de este artículo se incomodarán por los términos en inglés que contiene. ¿Por qué no ponerlos en español? —rendición de cuentas (o responsabilidad), pruebas y clasificaciones— se preguntarán. Yo también procuro utilizar los términos técnicos en castellano, pero esta vez pido indulgencia a los lectores para emplearlos en la lengua de Shakespeare. La razón es que su uso en el terreno educativo ha venido haciéndose muy común y han sido incorporados a la terminología de esta área de investigación. Por otro lado, estos términos, junto con otros como la evaluación y la “performatividad”, fueron introduciéndose al vocabulario de la educación y las políticas públicas a fines de los ochenta y principios de los noventa. Todos ellos constituyen instrumentos para los nuevos modos de regulación que las políticas neoconservadoras y neoliberales, han puesto en marcha en muchas partes del mundo, incluido México.

El profesor portugués Almerindo Janela Afonso ha publicado en el número más reciente de la Revista Lusófona de Educación, un artículo que analiza críticamente el concepto de accountability en educación. En primer lugar, lo considera como un término polisémico y denso, y le da tres dimensiones que se articulan entre sí: evaluación, rendición de cuentas y responsabilidad. En segundo término, tomando como ejemplo lo que ocurre en la educación básica y media de los Estados Unidos (EU), examina la centralidad de los tests estandarizados como instrumentos de evaluación para mostrar que se han convertido en la forma principal de accountability en el sistema educativo de la Unión Americana. En este último punto, Afonso advierte que los resultados de la aplicación de dichos instrumentos también están siendo usados en diversos países del mundo para el diseño de políticas educativas.

En su análisis señala también que la evaluación, la rendición de cuentas y la responsabilidad no siempre constituyen elementos que se potencien mutuamente y tampoco se integran en orientaciones y relaciones guiadas por una intencionalidad democrática que propicie el empoderamiento de los ciudadanos. Un sistema formal de accountability consiste en registrar y codificar patrones de resultados y prever determinadas consecuencias cuando se alcancen o no dichos resultados. Asimismo, cuando la rendición de cuentas exige la realización de una evaluación, ésta debería llevarse a cabo procurando garantizar la transparencia y el derecho a la información en relación al desarrollo de políticas, orientaciones, procesos y prácticas.

Con respecto al segundo punto, el caso de la utilización de pruebas estandarizadas en los EU, Afonso considera que ningún sistema de evaluación, rendición de cuentas y responsabilidad que esté bien fundamentado en términos políticos, culturales, éticos, técno-científicos y educativos, puede agotarse en la mera recolección y difusión de informaciones basadas en los tests estandarizados.

Esta relación se vuelve más cuestionable cuando los resultados académicos obtenidos por los alumnos acaban por ser también un criterio fundamental para la evaluación de las escuelas y de los profesores. En la reforma educativa impulsada por George W. Bush, conocida como No Child Left Behind, la accountability se basaba en los resultados de las pruebas estandarizadas e incluía sanciones, recompensas e intervenciones, dirigidas tanto a los distritos escolares como a los establecimientos educativos, los profesores y los estudiantes. En algunos casos los resultados considerados como muy insatisfactorios llevaron al cierre de algunas escuelas públicas, las cuales en ocasiones fueron posteriormente privatizadas mediante el sistema conocido como “charter schools”.

El predominio de las formas de accountability basadas en los exámenes nacionales o en las pruebas estandarizadas está llevando, según Afonso, a vivir una época de “comparativismo globalizador”, caracterizada por la centralidad del papel de los especialistas y por la producción de indicadores que pretenden medir los resultados de los sistemas educativos de diferentes países (con particular incidencia en los resultados académicos de los estudiantes). Esos indicadores se constituyen en sí mismo en un pretexto para justificar decisiones políticas e influir en las agendas para la educación. En este mismo sentido, se está fortaleciendo la construcción de proyectos estadísticos con sus respectivos indicadores, como una estrategia de viabilización y ampliación de una “agenda globalmente estructurada para la educación”. Un ejemplo de esto sería el trabajo que han venido desarrollando en forma sistemática, particularmente a partir de finales de los años 80 e inicio de los 90, algunas agencias internacionales como la OCDE con sus muy difundidos Panoramas Educativos (Education at a Glance), así como PISA, este último más volcado hacia la evaluación y comparación de conocimientos y competencias de los estudiantes de varios países. En este último caso, advierte Afonso, pese a estar enfocados principalmente en los estudiantes, los estudios pretenden, sin embargo, proporcionar informaciones creíbles sobre los niveles de desempeño de los propios sistemas educativos, siendo por eso empleados también por los gobiernos nacionales para tomar (y a veces legitimar) decisiones relacionadas con la política educativa.

Los puntos del análisis de Almerindo Janela Afonso son contribuciones valiosas para la discusión y el examen de estos temas, que en la actualidad están presentes en los sistemas educativos de muchos países, incluido México por supuesto.


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