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Bicentenario: una nueva universidad para el DF
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm 332 [2009-08-13]
 

Hace un siglo, en el marco de las fiestas del centenario de la Independencia, fue inaugurada la Universidad de México. Reabierta, podríase decir si se toma en cuenta el antecedente novohispano, aunque su creador, Justo Sierra, fue claro al afirmar: “¿tenemos una historia? No. La universidad mexicana que nace hoy no tiene árbol genealógico; tiene raíces (…)”.

Raíces y algo más: la universidad se fundó sobre la base de varias escuelas profesionales (Jurisprudencia, Medicina, Ingenieros y Bellas Artes), la Preparatoria y la Escuela Nacional de Altos Estudios. A esta última, también establecida en 1910, se encomendó organizar los estudios de posgrado y coordinar las instituciones de investigación que funcionaban entonces: los dos observatorios (el Astronómico Nacional y el Meteorológico), el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía; el Museo de Historia Natural; los institutos nacionales Geológico, Patológico, Bacteriológico y Médico; las inspecciones generales de monumentos arqueológicos e históricos; la Comisión Geográfica Exploradora, y otras más.

La construcción de la Ciudad Universitaria del Pedregal, en 1953-1954, posibilitó el crecimiento de la población de estudios superiores en la UNAM, aunque éste ocurriría en forma gradual. Al mudarse a las nuevas instalaciones, la matrícula de licenciatura y posgrado ascendía a 25 mil escolares. La cifra de 40 mil se alcanzó en 1960. Al comenzar la década de 1970 estudiaban en CU cerca de 90 mil, prácticamente el límite de la capacidad del inmueble. Se tomó entonces la decisión de abrir, en las afueras de la ciudad, las Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales (ENEP) de Cuautitlán, Acatlán, Iztacala, Aragón y Zaragoza, las tres primeras en 1974 y un año después las dos restantes. Gracias a ello, el alumnado de licenciatura y posgrado alcanzó en 1980 la cifra de más de 160 mil estudiantes. En la actualidad la población de estudios superiores de la UNAM se compone de 168 mil alumnos de licenciatura, de los cuales 155 mil están en el sistema escolarizado y 22 mil en posgrado. Un total de más de 175 mil, sin contar la opción de enseñanza abierta.

En el siglo XX otras instituciones de educación superior (IES) complementarían la oferta de estudios superiores del sector público en la capital del país. Principalmente, el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). A comienzos del siglo XXI se añadiría la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).

El IPN se creó en 1936. Al igual que la UNAM, mediante la fusión de escuelas profesionales preexistentes: Comercio y Administración, Ingeniería Mecánica y Eléctrica, Ingeniería Textil, Medicina Homeopática, la Escuela Superior de Construcción, Ciencias Biológicas y todas las Escuelas de Artes y Oficios Industriales y Comerciales. Las primeras instalaciones del IPN se ubicaron en el Casco de Santo Tomás. En 1958, mediante la expropiación de los ejidos de Santa María Ticomán y San Pedro Zacatenco, en la actual delegación Gustavo A. Madero, se inició la construcción de la Unidad Zacatenco, inaugurada en 1963. Con las nuevas instalaciones, el IPN pasó de 8 mil alumnos de licenciatura en 1959 a más de 15 mil en 1965.

Al iniciar los años setenta el IPN daba servicio a una población de estudios superiores de aproximadamente 50 mil estudiantes. Por efecto de la expansión del sistema de institutos tecnológicos regionales —de 1970 a 1976 se establecieron 47 unidades—, las solicitudes foráneas sobre el IPN comenzaron a disminuir. Sin embargo, la atención a la demanda metropolitana llevó la cifra de matrícula de licenciatura y posgrado a más de 70 mil al concluir el decenio. En los años ochenta y noventa el crecimiento del IPN continuó, aunque con ritmo moderado. A finales de los noventa se reportó un total de 75 mil 345 alumnos en licenciatura y 5 mil 307 en posgrado. En la actualidad, el Politécnico ofrece más de 85 mil plazas escolares en licenciatura y aproximadamente 8 mil en posgrado.

Al mismo tiempo que las ENEP de la UNAM, se fundó la UAM. Sus tres primeras sedes, Iztapalapa, Azcapotzalco y Xochimilco, abrieron puertas en 1974. La nueva universidad inició actividades con sólo 4 mil estudiantes, pero desde mediados de los ochenta alcanzó el límite de 40 mil. Con la apertura de una nueva sede (Cuajimalpa, 2005), la Autónoma Metropolitana consiguió la cifra actual de 45 mil alumnos en licenciatura y posgrado. Está previsto abrir una nueva sede, en Lerma, Estado de México, el próximo año.

En 2001 se fundó la Universidad de la Ciudad de México, institución autónoma desde 2004. Inició actividades en el plantel Centro Histórico y posteriormente se establecieron las sedes Casa Libertad (Iztapalapa), San Lorenzo Tezonco, Del Valle y Cuautepec. Es probable que en 2010 se inaugure el plantel de Milpa Alta. En la actualidad, la matrícula de la UACM, contando licenciatura y posgrado, asciende a poco más de 10 mil alumnos.

En los últimos años, al crecer el número de rechazados, se ha solicitado a la UNAM, el IPN y la UAM que amplíen sus cupos de primer ingreso y ofrezcan alternativas en la modalidad abierta y a distancia. Estas instituciones han hecho su parte pero, literalmente, se encuentran saturadas. Peor aún, el escenario de limitar el presupuesto de estas instituciones, incluyendo la UACM, que depende totalmente de los ingresos de la entidad capitalina, no puede sino complicar el panorama, volverlo crítico.

La alternativa de crear una nueva universidad, que desde su diseño se proponga ser una institución de muy alto nivel académico, con carreras modernas, estructuras de vinculación, un posgrado sólido e infraestructura de investigación, sería tomar en serio el problema. Además de aumentar oportunidades a los egresados del bachillerato, sería una solución adecuada para colocar, como profesores investigadores, a los cada vez más numerosos graduados de maestrías y doctorados que no están encontrando acomodo en las instituciones académicas. Disminuiría con ello el desempleo altamente ilustrado y la fuga de talentos. Como hemos intentado ilustrar en esta entrega, antes se hizo y dio buenos resultados. ¿Por qué no ahora, con ocasión del bicentenario?




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