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Conferencia Nacional de Ciencia y Tecnología
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 326 [2009-06-25]
 

La situación es un tanto extraña, pero ilustrativa de los ritmos, las pausas y los insondables y accidentados caminos de la instauración normativa en México.

En 2002, con la reforma a la Ley de Ciencia y Tecnología, se propuso la creación de diferentes órganos de contacto entre autoridades e investigadores y entre la federación y los estados. En este último caso estuvo la llamada Conferencia Nacional de Ciencia y Tecnología (CNCyT).

Según lo dispuso la norma, se creaba la conferencia “como instancia permanente de coordinación institucional entre el Conacyt y las dependencias o entidades de los gobiernos de las entidades federativas competentes en materia de fomento a la investigación científica y tecnológica que acepten a invitación del Conacyt, formar parte del mismo, con el objeto de promover acciones para apoyar la investigación científica y tecnológica y de participar en la definición de políticas y programas en esta materia” (artículo 31).

El mismo artículo precisó, ya sin tanto barroquismo, que el director del Conacyt y los titulares de las dependencias y entidades de referencia serían los integrantes de la conferencia. Por supuesto, una instancia diferente de la Red Nacional de Grupos y Centros de Investigación que también promovía la misma ley (artículo 30) y también diferente de la Red Nacional de Consejos y Organismos Estatales de Ciencia y Tecnología, una asociación civil reconocida por la misma ley y cuyo representante forma parte de la mesa directiva del Foro Consultivo Científico y Tecnológico (artículo 36).

Además, en un artículo transitorio se especificó que la instalación de la conferencia se haría seis meses después de emitirse la ley. Esto es, si el decreto se publicó el 5 de junio de 2002, entonces desde el final de ese mismo año debería estar en funciones la conferencia.

Pero no, la norma sigue —cuando lo hace— un camino y los hechos van por otro. El nuevo organismo se instaló y realizó más o menos un par de reuniones en siete años, aunque el reglamento dice que debe sesionar por lo menos cada seis meses. Sin embargo, como otras tantas instancias de contacto, previstas o no en la ley, quedó como un cascarón ornamental sin mayor trascendencia.

En el primer año de esta administración, un tanto por la urgencia de afianzarse en la legitimidad del cargo y otro tanto por los pendientes que arrastraba del cambio prometido en el periodo previo, las autoridades del gobierno federal se ocuparon de instalar o reactivar órganos y palancas de movilización entre los gobernados (los consejos de participación social, de especialistas, la Conferencia Nacional de Gobernadores, etcétera). Una de ellas fue la CNCyT.

Precisamente, hace casi un año se realizó la segunda reunión ordinaria de la conferencia en Monterrey, Nuevo León. Fue la ocasión para renovar el discurso sobre la importancia del organismo, para volver a indicar el papel de la ciencia y la tecnología en el desarrollo nacional y para constatar los rezagos en el sector. Obviamente, también lo fue para que Monterrey, la entidad sede, se declarara como “ciudad del conocimiento” y destacara los esfuerzos que está haciendo.

Lo curioso es que se dijo que el encuentro de Monterrey era la segunda reunión ordinaria de la CNCyT. Ahora, el pasado 11 de junio se realizó otra sesión del mismo organismo en Nuevo Vallarta, Nayarit, y otra vez se dijo que se trataba de la segunda reunión ordinaria (boletín 37/09).

Tal vez la diferencia es que actualmente todas las entidades federativas ya cuentan con un organismo en el ámbito estatal encargado del sector científico y tecnológico. Al final del mes anterior se instaló —como probablemente haya leído en este mismo espacio— el más reciente organismo de este tipo en Oaxaca; era el estado que faltaba. Entonces, es posible que una vez completado el primer peldaño de las nuevas estructuras de contacto entre federación y estados, haya comenzado a contabilizarse otra vez la periodización se sesiones y estemos por iniciar una nueva fase en las relaciones de ambos.

El asunto es que en Nayarit, una vez más, se reiteró la importancia de fortalecer el desarrollo nacional a través de la ciencia y la tecnología y del papel que se espera de la CNCyT. También, como era de esperarse, las declaraciones del gobernador, Ney González, sobre la importancia que le concede el estado al sector, tanto en presupuesto como en iniciativas. Además, el Ejecutivo estatal, como lo han hecho varios gobernadores de numerosas ciudades en el país (Ciudad de México, Guadalajara, Guanajuato, Monterrey, Yucatán, etcétera), declaró que se está construyendo la “ciudad del conocimiento”. Sí, ya tenemos varias. Claro, están en la norma… y en los boletines de prensa.

En fin, lo más relevante no es cuántas sesiones lleva la CNCyT o cuántas veces se han reiterado los discursos. Lo que vale la pena advertir es que la norma daba por buena la existencia de un organismo y lo cierto es que apenas, después de siete años, comienza a mover sus engranes. Claro, ahora faltan los resultados.


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