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La universidad pública en tiempos de crisis
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 319 [2009-05-07]
 

A partir de esta crisis económica de 2009, se van a acentuar dos demandas a las universidades públicas. Una proveniente del gobierno, el cual insistirá en elevar lo que él llama calidad. La otra que va a emanar de la sociedad, con fuerza, se refiere a la ampliación de la oferta para que estudien más jóvenes.

En una sociedad convulsionada y riesgosa, llena de problemas económicos, es posible que se intente aumentar el control sobre las instituciones universitarias. El subsidio y los recursos extraordinarios, repartidos y dosificados en una docena de programas, seguirán siendo el punto central de la agenda educativa oficial. Debido a las restricciones económicas que se van a tener, sospecho que el gobierno va a poner más énfasis en la calidad para justificar el monto y la forma de distribución de los subsidios.

Nada nuevo, salvo el interés de intensificar el contenido de las políticas. Se va a seguir con aquellas sustentadas en una serie de criterios e indicadores que se usan para el reparto. El supuesto es que si hay más doctores en la planta académica, si los programas de licenciatura están certificados, si aumentan el egreso y la titulación, por ejemplo, se eleva la calidad. El problema es que por esta vía se ha llegado a definir y a presumir como universidades de calidad, por ejemplo, a las que tienen un elevado número de programas certificados, de casi 100 por ciento; cuando en realidad la forma y el contenido de la enseñanza han permanecido prácticamente inalterados.

No va a ser con amarres políticos por la “calidad” en una situación de recesión económica como se cambie a instituciones tan importantes como las universidades públicas. Pedir que se haga más y mejor con menos no nos va a sacar de la crisis. En una época de crisis en los valores, de falta de confianza, llena de miedos e incertidumbres, la fiebre de una calidad dudosa impuesta a la educación superior no es la mejor forma para avanzar y enfrentarse a los retos de los problemas nacionales y de la nueva sociedad global. Hace falta un debate en la sociedad que enriquezca la visión educativa.

Estamos en un momento en que la sociedad puede reaccionar, descubrir, crear, explorar nuevas visiones de la educación; fortalecer el corazón de la universidad pública para que se beneficie de la energía social que se va desprender a raíz de la crisis; partir hacia un horizonte educativo que impulse la formación de seres humanos que tengan perspectiva histórica y se ubiquen en este tiempo y en el espacio global; abrir la igualdad de oportunidades para cubrir espacios sociales y geográficos, que hasta ahora han carecido de ellas; apoyar a la ciencia y la tecnología de las universidades públicas para que sigan un proceso de reproducción ampliada que sirva a su entorno social; estimularlas para que generen nuevos modelos culturales para un país que necesita ser reconstruido.

Por otro lado, hay varias experiencias que ilustran cómo en las crisis económicas las universidades públicas sufren la presión de la demanda escolar. En las familias se advierte que estudiar en la universidad puede ser la gran diferencia para tener éxito en la vida y mejores posiciones sociales. Se sabe, en la sociedad, que quienes egresan de las universidades ciertamente adquieren ingresos más elevados que quienes no llegaron a las mismas. Que los profesionistas son un grupo que tiene expectativas de mejoría en la vida.

Éstas, entre otras, son razones para inscribirse en instituciones públicas donde el costo de estudiar es menor. Hay que considerar, asimismo, el estímulo de la crisis económica al movimiento migratorio de las escuelas privadas a las públicas, que agrega presión a la ampliación de la matrícula en las segundas y a quienes desertan por razones económicas. Entrarle al desafío de ampliar la oferta y abrir nuevas universidades haciendo un mejor uso de los recursos.

Los académicos queremos y estamos dispuestos a luchar por universidades competentes, en las que se nos brinden condiciones de trabajo adecuadas, de las cuales dependen los resultados que logramos. Queremos universidades en las que la educación y la cultura, la ciencia, la ética y la estética estén vinculadas. Condiciones para que la universidad fortalezca sus capacidades para ampliar y profundizar el espacio público. Instrumentar una visión que entienda el presente de la universidad como posibilidad de un mejor futuro educativo.

Los académicos haríamos bien en organizarnos y participar en los acontecimientos educativos de nuestras instituciones. Prestarle atención a la política educativa del gobierno, a cómo se manejan los dineros, a que no se ahorre en el segmento de lo público en favor del privado, a que no se siga restringiendo la autonomía mediante burocracias fiscalizadoras, cuando más de 90 por ciento de los presupuestos universitarios están etiquetados.

Es tiempo de repensarnos, formular políticas de nueva generación, cambiar valores, ligarnos por nuestras coincidencias, construir pilares que sostengan firme a la universidad pública, que es como entiendo el mensaje del doctor José Narro, rector de la UNAM.


Instituto de Investigaciones Económicas
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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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