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¿Y qué con el posgrado?
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 303 [2009-01-08]
 

Desde finales del siglo XIX, la investigación y el posgrado son considerados como una parte esencial de la universidad. En pleno siglo XXI, los países de mayor nivel de desarrollo tienen sistemas de educación superior con universidades en las que se crea conocimiento muy especializado. En ellas, la investigación y el posgrado son fuente de energía intelectual, elementos fundamentales de competencia institucional y de competitividad nacional.

En nuestro país, desde la segunda mitad del siglo pasado, se ha impulsado el crecimiento de la investigación y el posgrado. La evolución de la ciencia, los avances tecnológicos y después el arribo de la sociedad del conocimiento y la información impusieron como requisito indispensable que se desarrollaran. Se considera, además, que la calidad de una institución universitaria depende fundamentalmente de las capacidades intelectuales y los grados de su personal académico. Asimismo, que este nivel educativo es fundamental para formar a nuevos profesores. Para incrementar sustancialmente la proporción de profesores con posgrado.

El acelerado crecimiento de los estudios de posgrado ha sido notable en México. La matrícula de maestría y doctorado, que es lo que aquí llamamos posgrado, se multiplicó cinco veces entre 1985 y 2006. La matrícula de maestría que en el primer año representaba 94 por ciento del posgrado, en la segunda fecha era de 89 por ciento. La explosión del posgrado en México ha sido básicamente de maestrías. La matrícula del doctorado en 2005 representaba apenas 0.6 por ciento de la matrícula de educación superior escolarizada.

El posgrado, como parte de la educación superior, se ha desarrollado de una manera muy desigual en el territorio del país. En Guanajuato y Baja California Sur se alcanzan las mayores proporciones de estudiantes en el posgrado en relación con el total de la matrícula estatal de educación superior (9 y 8.2 por ciento, respectivamente). En Hidalgo, Nayarit y Sinaloa no llega ni 2 por ciento estatal. Las cifras son de 2005.

Por otra parte, hay diez entidades de la república en las cuales la matrícula del posgrado no cubre ni 1 por ciento del total de estudiantes en maestrías y doctorados que hay en México. En contraste, el Distrito Federal, el Estado de México, Puebla, Jalisco y Nuevo León cubren en total casi 55 por ciento de los estudiantes matriculados en este nivel educativo. En estas cinco entidades estaba casi dos terceras partes de los investigadores nacionales en la república, en el año de referencia.

Los datos mencionados ilustran, una vez más, la profunda desigualdad educativa que hay en el país. También, realidades educativas que deben ser tratadas en su especificidad. Hacen pensar que la conducción y desarrollo del posgrado, de aquí en adelante, tienen que ser enfocados de una manera sistémica, por así decir.

Por ejemplo, a querer o no, el posgrado se ha desarrollado ahí donde hay condiciones humanas e infraestructura para hacer ciencia. Pero a futuro, el desarrollo del posgrado requerirá de políticas con un concepto que integre presupuestos, capacidad intelectual de los profesores e investigadores para hacer ciencia, importancia de los programas, su ubicación y repercusión en el territorio, selección de estudiantes, laboratorios, bibliotecas y áreas físicas para trabajar en equipos.

Redefinir los indicadores, o utilizar otros, porque el satisfacer los actuales no ha servido para que lleguen buenos estudiantes o para que haya más egresados de los posgrados con formación sólida. El posgrado ya no puede ser utilizado como fuga hacia adelante para mantener la condición de estudiante. Las becas ligadas a la eficiencia terminal a plazo fijo han roto la calidad. No tiene sentido abrir más posgrados, o tener profesores con doctorado, en programas que no podrán reconocerse. Y hay que analizar otros que forman parte del pequeño porcentaje de los reconocidos en el Padrón Nacional de Posgrado, porque en algunos de ellos pueden existir fallas graves.

Se requiere otro tipo de políticas para que los posgrados que vayan a hacerse o fortalecerse se apoyen en aquellos que son buenos y que ya existen en el país. Y eso supone condiciones de movilidad. También, políticas para evitar la fuga de cerebros y dar trabajo en el mercado laboral y académico a los egresados del doctorado y a quienes regresan del extranjero con sus estudios terminados.

En todas las entidades del país en las que se vaya a desarrollar más el posgrado, los estudios deberían estar vinculados al desarrollo local. Particularmente, que las universidades públicas tengan compromisos concertados con todos los actores y agentes que intervienen en el desarrollo del entorno social. Que el posgrado y el conocimiento producido por la investigación sean parte del motor que impulse el crecimiento económico y una mejor distribución de la riqueza.

El posgrado, la educación superior y una política del conocimiento son asuntos cuyas relaciones merecen una discusión de fondo en el país. Justo en estos momentos.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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