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¿Existe un modelo de universidad latinoamericana?
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 277, pp.11 [2008-06-19]
 

A casi una semana de haberse celebrado en la antigua Cartagena de Indias la Conferencia Regional de Educación Superior de América Latina y el Caribe (CRES 2008), me he encontrado con un artículo muy interesante del chileno Andrés Bernasconi, publicado en la Comparative Education Review (vol. 52, 1, 02/08), con el sugerente título "¿Existe un modelo de universidad en América Latina?" ("Is there a Latin American model of the university?"). En este trabajo, Bernasconi examina con singular profundidad las características de las universidades latinoamericanas en la actualidad, dentro de un contexto caracterizado por la masificación, la diversidad y las transformaciones económicas.

Ante esta clase de escenario, se pregunta si todavía persiste la idea de la universidad latinoamericana o si, por el contrario, ha emergido un nuevo modelo. También se cuestiona si es posible encontrar diferentes paradigmas para distintos tipos o estratos institucionales, y si existen variaciones nacionales dignas de tomarse en cuenta. Su extensa revisión de la literatura sobre las universidades de la región se centra en los cuatro países que cuentan con mayores referencias: Argentina, Brasil, Chile y México.

El argumento principal del autor radica en que durante los años posteriores a la independencia (siglo XIX) y hasta finales del siglo XX, existió un modelo de universidad latinoamericana (de tintes napoleónicos y con fuerte influencia del movimiento reformista de Córdoba).

Posteriormente, la consolidación de las universidades privadas en la segunda mitad del siglo pasado, la cual en la mayor parte de los casos no correspondió con el patrón dominante, restringió la influencia del modelo en la educación superior del sector público.

En años recientes, por causas relacionadas con la economía del conocimiento, la globalización, las restricciones financieras, la pérdida de legitimidad y los cambios en la misión institucional, el predominio del modelo en las universidades públicas se debilitó, y el paradigma de la universidad norteamericana de investigación, que durante años había sido la inspiración dominante en el sector privado, también comenzó a penetrar en los establecimientos públicos.

El resultado final es que, no obstante la persistencia de elementos del viejo paradigma en varias instituciones del sector público, el modelo de la universidad latinoamericana puede encontrarse ahora principalmente en la idea de la universidad de investigación, en particular, en la expresión de las universidades que realizan pesquisa de manera más intensiva en Estados Unidos.

Durante 1960 y 1970, el modelo latinoamericano de universidad alcanzó su grado máximo de influencia entre las universidades de la región, y sus principales características eran: la autonomía del control gubernamental, el gobierno democrático a cargo de profesores, estudiantes o ex alumnos o personal administrativo, quienes elegían a los directores y rectores y compartían la toma de decisiones a través de órganos colectivos, financiamiento completo por parte del Estado y cuotas bajas o inexistentes, y la convicción de que las universidades tenían que desempeñar un papel irremplazable en los objetivos políticos de transformación social.

Asimismo, a pesar de la intención de institucionalizar la investigación y la dedicación exclusiva de los profesores, la enseñanza de las profesiones por instructores a tiempo parcial seguía siendo la función principal de las IES: la erosión del modelo de universidad latinoamericana, primero en las universidades privadas y después en las de carácter público, ocurrió, según Bernasconi, por la conjunción de cuatro grandes factores: 1) la expansión y diversificación de los sistemas de educación superior; 2) la pérdida de legitimidad de los sectores públicos; 3) la economía del conocimiento y sus efectos político-económicos y, 4) el predominio en el ámbito mundial del modelo estadunidense de la universidad de investigación. Lo ocurrido en torno a esos procesos en Argentina, Brasil, Chile y México ha sido paradigmático.

Por último, el autor se pregunta qué queda en la actualidad de la herencia napoleónica y de la influencia de la reforma universitaria de Córdoba en las universidades latinoamericanas a la luz de la serie de transformaciones ocurridas a lo largo de todo el período estudiado.

En este sentido, la formación profesional en el nivel de licenciatura mediante programas rígidos y de larga duración, sigue siendo la función principal de muchas universidades públicas.

Asimismo, los profesores de tiempo parcial son mayoría entre el personal académico, aunque se observa que los docentes con mayor dedicación (tiempo completo y medio tiempo) están ganando terreno. Además, las facultades continúan como las unidades básicas de organización, si bien el número de disciplinas que controlan es menor que antes, y algunas de ellas se integran por departamentos.

También la participación de los estudiantes en los órganos de gobierno ha disminuido y en algunos países la movilización estudiantil sigue siendo vigorosa.

Como puede verse, el artículo aquí reseñado ofrece un material muy valioso para enriquecer los debates y análisis sobre el estado actual y los desafíos de las universidades latinoamericanas.


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