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El compromiso de educar bien a los jóvenes
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 267 [2008-04-10]
 

En la sociedad actual, el cambio se plantea considerando las posibilidades de futuro. Por tanto, juega el cálculo de costos y beneficios y el riesgo como un proceso continuo. El riesgo produce incertidumbre. Y esta última a nadie afecta tanto como a los jóvenes, quienes deben tomar la decisión de lo que van a hacer en sus vidas.

El mundo en el que se desenvuelven los jóvenes es muy complejo. Perciben falta de oportunidades escolares y laborales, crisis y cambios de valores. Viven en familias que tienen muchos problemas económicos. Una mitad de los jóvenes, según datos del Consejo Nacional de Población (Conapo), se encuentra en situaciones de pobreza. Una parte considerable radica en hogares desintegrados donde hay violencia.

Los jóvenes están enfrentados a un medio en el cual el consumo tiene primacía, a un medio en el cual ha habido un desarrollo tecnológico impresionante, en el contexto de una creciente polarización social. Sienten desconfianza cotidianamente y están expuestos a las drogas. Ven televisión una parte del día o están con la banda. Otra salida que tienen es irse del país. México pierde alrededor de 200 mil jóvenes que migran al norte cada año y muchos talentos que educamos afuera y no regresan. ¿De qué manera pueden labrarse un porvenir aquí?

Algunos jóvenes llegan a los estudios universitarios. En el país, uno de cada cuatro jóvenes entre 18 y 23 años, aproximadamente, está inscrito en una institución de educación superior. Casi uno de cada dos en el Distrito Federal. En el bachillerato capitalino la oferta educativa cubre prácticamente toda la demanda. La mayor casa de estudios superiores es la UNAM, con una matrícula anual promedio de 263 mil estudiantes, calculada entre 1994 y 2004.

Las instituciones educativas hoy tienen el compromiso de educar, entre todas, a más jóvenes y educarlos con calidad. La UNAM es un actor principal en ese proceso y puede servir como ejemplo de algunas realidades educativas que viven las instituciones y los jóvenes. Veamos algunos datos.

En el mismo período de 1994 a 2004 ingresaron a la UNAM un promedio anual de 72 mil estudiantes, la mayor parte de los cuales (46 por ciento, aproximadamente) entró al bachillerato.

En este nivel escolar, entre 2001 y 2004, cuatro de cada 10 estudiantes de primer ingreso provenía de hogares con un ingreso familiar menor a los cuatro salarios mínimos. En la licenciatura, la proporción de estudiantes de primer ingreso, proveniente de familias con este mismo nivel salarial, decayó de 34 a 28 por ciento en el mismo período. Entre las posibles razones de este descenso se encuentra el que los más pobres tienen más dificultades para llegar a la licenciatura.

En la UNAM hay evidencia de que el desempeño de los alumnos en las pruebas estandarizadas para entrar a la institución está asociado a los niveles de ingreso familiar. Tenemos una población estudiantil que en una buena proporción llega al bachillerato y a la licenciatura con poco capital cultural.

Por esta razón, la UNAM está preocupada por impartir una mejor educación, que redunde en la formación integral de todos sus alumnos, prestando atención especial a quienes tienen condiciones vulnerables para estudiar. Entendemos lo anterior como parte de la responsabilidad social que tiene la universidad.

En la UNAM hay pleno convencimiento de que la calidad educativa se logra mejor con un trato de equidad. Pero también combatiendo el rezago, elevando la eficiencia terminal, mejorando los factores institucionales que influyen en el rendimiento, haciendo funcionar programas de apoyo a los estudiantes, proporcionando a los alumnos una formación en humanidades, ciencia y tecnología. Poniendo a los estudiantes en el centro de la atención y el interés de la universidad, como lo ha señalado el rector. Conociendo más de cerca a los jóvenes universitarios.

En la UNAM tenemos la disposición de hacer un esfuerzo serio para que los estudiantes salgan de nuestras aulas muy bien preparados. Porque es una de las mejores formas de contribuir al cambio social y político de México. En esta medida, la educación que impartimos se valora socialmente, lo que reduce la incertidumbre.

El caso relatado sirve para sostener que las universidades públicas necesitan mantener su prestigio educativo y científico. Particularmente, porque estamos en un momento en el cual se considera, según una última encuesta nacional, que el gobierno no tiene mucho éxito en mejorar la educación. Estamos ante un enorme desafío educativo, pero también político, en el que todos deberíamos estar obligados a abrir oportunidades educativas a los jóvenes y espacios de interacción que les permitan reducir la inseguridad del presente y ganar confianza en su futuro. No hay otra apuesta.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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