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África
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 263 [2008-03-06]
 

Es un lugar común referirse a los países altamente industrializados para marcar las diferencias de logro en materia educativa o científica y tecnológica. Las comparaciones siempre resultan desfavorables para México. Pero lo opuesto también es otro recurso: seleccionar países o regiones de menor desarrollo socioeconómico permite ventajas comparativas. En este último caso es frecuente la mención de países relativamente pequeños de la región latinoamericana o africana. Sin embargo, por lo menos para el caso de África, a pesar del atraso y las dificultades que muestran varios de sus países, tendríamos que prestar mayor atención a las iniciativas que ha puesto en marcha en los últimos años.

A mediados de la década pasada creó la Comunidad Económica Africana, el primer paso legal para la integración económica del continente. Después, en 2001, el viejo esquema de integración y representación de los años sesenta derivado de la Organización para la Unidad Africana, fue sustituido por el de Unión Africana, instancia de representación de los jefes de Estado y de Gobierno y mecanismo para la suscripción de acuerdos.

A partir de esta década, y en buena medida por influencia de Naciones Unidas a través de la adopción de las Metas de Desarrollo del Milenio, las autoridades de los diferentes países de África reconocieron la importancia de la ciencia, la tecnología y la innovación para reducir la pobreza e impulsar el desarrollo económico. En 2003 celebraron la primera reunión de ministros del sector para buscar formas de apoyo y fortalecimiento de los sistemas de ciencia y tecnología, y sobre todo para utilizar la innovación como un medio para lograr el desarrollo sustentable y la integración a la economía global.

A lo largo de 2004 y parte del 2005 realizaron diferente talleres en las cinco regiones del continente, para elaborar los lineamientos de un plan conjunto. En la segunda reunión de ministros de ciencia y tecnología de 2005, adoptaron un plan de acción para articular objetivos y compromisos comunes en materia de ciencia y tecnología (Africa´s Science and Technology Consolidated Plan of Action, 55 pp.).

El plan tiene un horizonte hasta 2010 y fundamentalmente se basa en tres ejes de cooperación de los países de la Unión Africana: a) construcción de capacidades en recursos humanos, infraestructura física, recursos financieros y el uso de la ciencia y la tecnología para la solución de los problemas; b) producción de conocimientos científicos y técnicos, principalmente sobre problemas africanos y forma de solucionarlos, y c) innovación tecnológica, dedicada a la generación de productos y servicios específicos.

Además, en este año, está en la búsqueda de cooperación con la Unión Europea y con Estados Unidos. En días pasados, bajo los auspicios de UNESCO, realizó una conferencia en Etiopía para buscar nuevos vínculos y sinergias entre organizaciones basadas en el conocimiento de diferentes partes del mundo y las de África para mejorar y fortalecer las actividades de investigación y desarrollo existentes, así como los centros de excelencia y las asociaciones (“Science with Africa”). Igualmente, intenta mejorar las relaciones entre programas de investigación internacionales y empresariales para impulsar el desarrollo económico africano, entre otros aspectos.

Como se puede apreciar, la mayoría de iniciativas son muy recientes y algunas todavía ni siquiera muestran sus resultados. En contraste, vale la pena recordar que en el caso de América, la Primera Reunión Hemisférica de Ministros Responsables de Ciencia y Tecnología se realizó en marzo de 1996 en Cartagena, Colombia, hace exactamente 12 años. En esa reunión se firmó lo que se llamó la Declaración de Cartagena y el Plan de Acción correspondiente.

En su momento se consideró como un documento sin precedentes por su reconocimiento de la interdependencia regional provocada por la globalización económica y por su intención de establecer programas de cooperación hemisférica y casi con idénticos objetivos a los que hoy busca la Unión Africana. Desafortunadamente, al poco tiempo aparecieron las dificultades para poner en operación realmente los puntos de la declaración y alcanzar una auténtica cooperación regional. Las reuniones continúan, sin embargo, los avances son poco significativos.

Los datos más recientes comparables sobre inversión en investigación y desarrollo experimental muestran que la mayoría de países gastan entre 0.25 y 1 por ciento del PIB. Los datos todavía no son favorables para África. En la región sub-Sahariana el gasto es generalmente menor de 0.3 por ciento, con la excepción de Sudáfrica que invierte 0.9 por ciento (en México es la mitad); Marruecos y Túnez han incrementado significativamente el volumen de recursos en los últimos diez años. No obstante, como ocurrió con la Unión Europea u otros países, es posible que en los próximos años el panorama comience a cambiar.


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