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La calidad del padrón nacional
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 256 [2008-01-17]
 

Los datos más recientes muestran que 200 programas más de maestría y doctorado se han sumado, entre el año anterior y el actual, al Padrón Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Un incremento importante en los últimos años. Hoy, en total, según la cifras del propio organismo, se encuentran registrados 860 programas en ese padrón.

Al inicio de los años noventa, cuando comenzó la amplia política de evaluación y el intento de encauzar el sistema educativo en su conjunto, existían alrededor de mil 600 programas de posgrados y una matrícula de poco más de 40 mil alumnos. En 1991 se creó lo que entonces se llamó, no sin modestia, padrón de Posgrados de Excelencia. La intención no solamente era tratar de diferenciar la variada y desigual oferta de programas, sino también contar con elementos que justificaran la distribución de becas y otros apoyos de Conacyt. Las categorías que asignaba el padrón eran las de: condicionado, emergente y aprobado.

En la primera evaluación de 1991, fueron evaluados 833 programas (prácticamente la mitad del total existente). De los programas evaluados, solamente 424 fueron aceptados y de ese total 284 (67 por ciento) obtuvieron la calificación de aprobado y 140 quedaron como condicionados (la primera evaluación todavía no incluía la categoría de emergente).

Una década después, en 2001, el número total de programas en el Padrón de Excelencia era de 431. Esto es, una cifra prácticamente igual a la de 1991. Sin embargo, la ubicación de los programas había variado. En ese año, 150 recibieron la calificación de aprobados (casi la mitad, respecto del inicio del periodo), mientras que los condicionados se habían incrementado a 220 y los emergentes a 61.

Desde fines de los años noventa las críticas al padrón de Conacyt se intensificaron, sobre todo por su carácter altamente restrictivo y parcial. Al comienzo de la década actual, el mismo Conacyt, junto con funcionarios de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y la Asociación de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) formaron un grupo de trabajo para esclarecer los problemas del padrón y plantear posibles soluciones. El grupo señaló que, efectivamente, el padrón valoraba al conjunto de programas de posgrado comos si todos estuvieran orientados a la investigación y la realidad era que muchos otros estaban interesados genuinamente en el desarrollo y la profesionalización.

Estos últimos programas, sin embargo, no encontraban espacio en los criterios que establecía Conacyt. Es decir, una década después, la sugerencia era dar marcha atrás con los posgrados de excelencia y formar un nuevo padrón en el que tuvieran cabida los diferentes modelos de posgrado. Menos mal que el aprendizaje institucional rectificó en una década.

A partir de 2002, las cifras y las iniciativas sobre los programas de posgrado se mezclaron entre lo que se llamó Padrón Nacional de Posgrado (sin el adjetivo de calidad), el Programa Integral de Fortalecimiento al Posgrado (Pifop) y los resabios del Padrón de Excelencia. Según, las cifras de Conacyt, en 2003 recibió mil 128 solicitudes de evaluación de programas de posgrado, de las cuales aprobó poco más de la mitad (654). Del total de aprobadas, 294 estaban aceptadas en el Padrón Nacional, 372 en el Pifop y 78 en el de Excelencia.

Las cifras de 2005, no precisaron cuántas solicitudes recibió, pero sí que en ese año existían 4 mil 500 programas de posgrado en México y de ese total estaban registrados en el padrón 722. Esto es, alrededor de una sexta parte del total existente.

La más reciente evaluación para formar parte del padrón de posgrado —esta administración ya le añadió el término de calidad— dice que recibió 508 solicitudes, de las cuales 370 fueron aceptadas, 110 rechazadas y 28 quedaron pendientes. Es decir, aceptó casi tres cuartas partes de las solicitudes; una tasa de aprobación que es sensiblemente mayor que en los años anteriores.

Además, cambió y sofisticó la nomenclatura de clasificación de los programas. Ahora, al igual que los cuerpos académicos de las instituciones de educación superior, se ubican como: de reciente creación, en desarrollo, consolidados o de competencia internacional. También divide el conjunto de programas entre los que son de nuevo ingreso, los de renovación y los de reingreso.

El esquema de evaluación de los programas de posgrado, como se puede apreciar, ha variado de forma significativa. En general, reconoció la existencia de diferentes orientaciones en la oferta de este nivel educativo, ajustó los criterios de evaluación y mejoró su tasa de aceptación. Sin embargo, si comparamos la cifra total de programas existentes en 1990 (mil 600) y los que hoy existen (4 mil 500), veremos que su crecimiento ha sido más veloz que el numero de programas registrados en el padrón. No está mal algo de orden ante la proliferación de una oferta educativa caótica. Pero, ¿esta administración hará algo más que continuar lo que está en marcha y poner el adjetivo de calidad? Si algún día decide presentar su programa sectorial lo sabremos.


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