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Insuficiencias del posgrado
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 252, pp.11 [2007-12-06]
 

Cada vez que un semestre se acerca a su fin, coincidiendo ahora con el término del año, comienzan a llegar a mi cuenta de correo electrónico y a mi teléfono, mensajes y llamadas de alumnos de maestría y, sobre todo, de doctorado, pidiéndome les revise sus avances en la elaboración de sus tesis para obtener el grado respectivo. Desde hace ya casi diez años he venido participando en diversos programas de posgrado, principalmente en los de Pedagogía y Ciencias Políticas de la UNAM, y ocasionalmente en otras instituciones. A lo largo de estos años he coordinado varios seminarios y dirigido tesis de maestría y doctorado. También he participado como sinodal en innumerables exámenes de grado.

Pese a los innegables avances que han experimentado los programas de posgrado en la UNAM, aún quedan varios aspectos sobre los cuales es necesario seguir trabajando, a fin de que esta modalidad de estudios cumpla con su objetivo de ofrecer la educación del más alto nivel a sus alumnos.

Desde hace ya más de 10 años se estableció el sistema tutoral en el doctorado, mediante el cual se pretende incorporar a los estudiantes de este nivel a proyectos de investigación concretos, de los cuales puedan extraer material para su tesis doctoral. La experiencia ha sido bastante exitosa en las llamadas ciencias experimentales y exactas, donde es casi natural la participación de estudiantes de maestría y doctorado en las distintas etapas o procesos de los proyectos que se desarrollan en los centros e institutos de investigación de la coordinación de la investigación científica. Se entiende que tanto por el lado de los investigadores como por el de los estudiantes, el compromiso es de tiempo completo o de medio tiempo, cuando menos.

Este modelo ha sido más difícil de establecer en las áreas de las ciencias sociales, humanidades y artes. Si bien en los centros e institutos de la Coordinación de Humanidades es posible incorporar a estudiantes en los proyectos de los investigadores, no siempre es posible para todos, pues como sucede en el caso de los de educación y algunos de ciencias sociales, el número de alumnos rebasa la cantidad de lugares disponibles.

Sucede también que, en ocasiones, la diversidad temática es grande y los intereses de los alumnos no encuentran correspondencia en los proyectos en curso. A esto se agrega el hecho que no todos los profesores que imparten seminarios en los distintos programas cuentan con cubículos u oficinas adecuadas para la atención y el trabajo de los estudiantes.

Uno de los programas que ha permitido la participación de alumnos en tareas de investigación ha sido el PAPIIT (Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica), además de los proyectos financiados por el Conacyt.

Otro aspecto más complejo es el que tiene que ver con las características de muchos de los estudiantes de este nivel. En la maestría, y menos en el doctorado, son pocos los estudiantes jóvenes de tiempo completo que pueden vivir con lo que reciben de la beca. Un número muy considerable son personas mayores de 30 años, muchos son jefes de familia con compromisos laborales más o menos fuertes.

A pesar de firmar el compromiso de dedicar tiempo completo a los estudios cuando son aceptados en los programas, no son muchos quienes consiguen un permiso o comisión que les libere el tiempo que requerirían para dedicarse de lleno al programa. De tal forma que, en muchos casos, aumentan mucho sus responsabilidades y presiones por cumplir en los dos frentes (a lo que se agrega el ámbito familiar). Algunos logran sobrellevar la carga del programa con base en su experiencia laboral o sacrificando horas de sueño. Otros tratan de aprovechar cualquier tiempo libre o desvelándose los fines de semana. A quienes se alejaron de las tareas académicas por algún tiempo, pero fueron capaces de demostrar su capacidad para seguir un programa de doctorado, les cuesta un gran esfuerzo el poder retomar el ritmo que exigen los estudios de posgrado.

En ambos casos, tienen que cumplir con los plazos establecidos en cada programa (en el caso de maestría, un máximo de seis semestres y en el de doctorado, de ocho a diez) para poder presentar la tesis de maestría o doctorado. En este último caso, los alumnos tienen que presentar el examen de candidatura al finalizar el cuarto semestre, lo cual generalmente implica un avance de al menos 50 por ciento de la tesis doctoral.

Los trámites finales, a veces tortuosos pero de cualquier modo inevitables, marcarán el fin del largo proceso cuando por fin se obtenga la fecha de examen ante cinco sinodales. En el doctorado, apenas en las modificaciones del reglamento del año pasado se aprobó ese número, pues antes tenían que ser siete.

Las insuficiencias aquí planteadas tienen que ver con aspectos que no necesariamente aparecen en la normatividad, sino con la forma de implementar los programas en el día a día o con la realidad socioeconómica de profesores y estudiantes. Pero todas podrán superarse con el compromiso cotidiano de todos los involucrados: alumnos, profesores y autoridades.


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