MOTOR DE BÚSQUEDA PARA ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS

Autor  Periódico  Año 
Mostrar Introducción

Exclusión
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 248 [2007-11-08]
 

El Banco Mundial publicó un informe en el que planteó la necesidad de atender a los jóvenes en situación de riesgo (El potencial de la juventud: políticas para jóvenes en situación de riesgo en América Latina y el Caribe, 2007). El origen principal del informe no estaba en una preocupación moral o altruista por los jóvenes, sino que, como lo indicó el mismo organismo, desentenderse de los jóvenes que abandonan la escuela, los que carecen de empleo o los que abusan de sustancias tóxicas, puede significar alrededor de 2 por ciento anual de reducción en el crecimiento económico en la región y el costo para subsanar las conductas riesgosas podría alcanzar cerca de 1 por ciento del PIB. Un volumen importante.

El imperativo de atención está puesto en sus repercusiones económicas en el conjunto de la sociedad. Ahora, en forma similar pero por razones políticas, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) acaba de publicar un informe amplio sobre la exclusión en la región: Informe 2008. ¿Los de afuera? Patrones cambiantes de exclusión en América Latina y el Caribe.

El informe del BID señala que la exclusión está en el origen de una creciente desvinculación e insatisfacción que afecta a la población de los países latinoamericanos pero, sobre todo, “crea un terreno fértil para experimentos populistas que erosionan las instituciones económicas, sociales y políticas de la democracia” (p. 5). Una de sus preocupaciones es que la exclusión resulta muy eficaz como herramienta de movilización, pero advierte una falta de claridad conceptual sobre lo que significa el término.

Latinoamérica es la región con la distribución de ingresos más desigual del mundo. Hace años las mediciones del Banco Mundial señalaban que 10 por ciento de los individuos más ricos recibía entre 40 y 47 por ciento del ingreso total en la mayoría de las naciones latinoamericanas, mientras que 20 por ciento más pobre solamente recibía entre 2 y 4 por ciento. Por supuesto, las diferencias en el ingreso estaban correlacionadas con el acceso a educación, salud, la vivienda y a todos los servicios (Banco Mundial, Desigualdad en América Latina: ¿ruptura con la historia?).

En efecto, recientemente, la CEPAL mostró que aunque la tasa de pobreza por primera vez era inferior a la que se reportaba para 1980, todavía cuatro de cada diez habitantes de la región se encontraban en situación de pobreza y alrededor de 15 por ciento estaba en situación de pobreza extrema (Panorama social de América Latina 2006). En promedio, la concentración del ingreso había disminuido, pero la situación era sumamente heterogénea entre los países e incluso en algunos había aumentado.

Lo significativo del informe del BID es que intenta precisar que la exclusión no sólo obedece a razones de discriminación, generalmente referida a la raza, la etnia o el género de los que estaban al margen. No, dice el informe, la exclusión se ha extendido a grupos más amplios y diversos. Ahora, pueden ser del mismo color, edad o sexo de los que se consideran incluidos: “La exclusión social en la actualidad se ha vuelto más urbana y visible; sus víctimas son seres humanos que no están ‘afuera’, pero cuya exclusión es el resultado de sus interacciones desventajosas con las instituciones y los recursos”.

A diferencia de los años setenta en los que exclusión, en Francia, se refería particularmente a quienes se encontraban fuera de las redes de protección relacionadas con el empleo o a los grupos con comportamientos sociales disfuncionales. En la actualidad, en América Latina el término se ha ampliado a otras dimensiones y se ha aplicado a numerosos grupos sociales.

Sí, la pobreza ha sido la dimensión más representativa, más mensurable y más conocida. Pero también está la carencia de servicios de salud, los bajos resultados en materia educativa que resultan en una expulsión del sistema, el desempleo o el empleo precario que no proporciona seguridad laboral ni condiciones decentes, son el signo distintivo para numerosos grupos sociales.

El informe del BID destaca que lograr la inclusión requiere no sólo reparar las injusticias cometidas en el pasado mediante mayores recursos y “acciones afirmativas”, sino sobre todo cambiar la forma como se toman las decisiones, la manera como se asignan los recursos y se ejecutan las políticas.

Es posible, pero, como señaló Saül Karsz, exclusión hoy se refiere a los nuevos pobres (y a los pobres de nuevo, como me comentó una colega), es decir, a los que no lo fueron y ahora lo son (La exclusión: bordeando sus fronteras. Definiciones y matices, Gedisa, 2004). Zonas de exclusión donde están algunos de los integrados y algunos de los vulnerables. ¿Qué hacemos? ¿Escondemos las cifras del rezago educativo, la brecha digital y el desempleo?


Instituto de Investigaciones Económicas
Seminario de Educación Superior
TEL: 56650210, FAX: 56230116
webmaster@ses.unam.mx
Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

Free Blog Counter