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Por una educación superior alternativa
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm 247 [2007-11-01]
 

En México, en las discusiones a propósito de la importancia que los universitarios tienen actualmente para el país, destaca la opinión de que "hay demasiados". Porque para nadie es un secreto que el desempleo de profesionales es relativamente alto, atribuyéndole la responsabilidad a las universidades que los formaron, por supuesto, a unas más que a otras.

Es desde una visión de esta naturaleza que, pensando en incrementar la capacidad de empleabilidad de los jóvenes universitarios, la inversión pública en educación superior se ha orientado a dar apoyo al segmento tecnológico, buscando formar técnicos y profesionistas, no más. Y, para formar los cuadros gerenciales y ejecutivos, así como los políticos de alto nivel que se necesiten, los gobiernos han promovido el desprestigio de las universidades públicas tradicionales, pues se espera que los jóvenes con recursos orienten sus preferencias hacia las universidades privadas.

Tal es el proyecto educativo hegemónico en México: dar competitividad económica a las empresas (privadas) y a los individuos (privados), dejando atrás los compromisos con la promoción de la igualdad social y de una cultura solidaria. Porque no se puede ocultar, y hay que denunciarlo, que los dirigentes de los gobiernos que han conducido el país, en las últimas décadas, no han hecho planes para que sea México, como país, el que tenga un mejor futuro, sino que este destino se contempla reservado a un sector: sólo para aquellos que tengan los recursos y las capacidades necesarios.

Estando así las cosas, las universidades públicas se encuentran llenas de estudiantes temerosos del desempleo. Las privadas que cuentan con prestigio concentran a los jóvenes preocupados por adquirir capacidades y credenciales que incrementen sus probabilidades de ocupar una posición de jerarquía en el mercado de trabajo y les permita reproducir la vida cómoda de sus padres que les pagaron los estudios.

Por su parte, la apuesta competitiva del sistema productivo local sigue estando en la posibilidad de contratar mano de obra barata, aunque paradójicamente, el mercado de trabajo en México cada vez es más selectivo y exige a los trabajadores más y mejores credenciales.

Consecuencia de lo anterior ha sido que en los últimos cinco años se produjo una reducción relativa en los índices de desempleo de los profesionales, sin que éstos dejen de ser preocupantes, así como un incremento de las brechas salariales entre universitarios.

Por supuesto, la tendencia general ha sido la precarización generalizada de las condiciones laborales de los jóvenes, con y sin educación superior. Por ello, la juventud se enfrenta a una crisis de inseguridad, que tiene su fuente tanto en la subjetividad como en su correlato objetivo.

Una visión de esta naturaleza es inaceptable desde la perspectiva de la educación pública que ha sido el pilar desde el cual la sociedad mexicana ha propuesto enriquecerse cultural, económica y políticamente, para compartir "como par" con cualquiera otra sociedad del mundo. El acceso a la universidad pública se ofrece a los jóvenes acompañado no sólo de promesas de capacidades y competencias personales, sino de la participación en un proyecto social que busca la construcción de "lo humano" a través de la posibilidad de dar existencia a un mundo en el cual "lo mejor" se presenta dispuesto para todos.

He aquí pues que, en el México actual, los académicos y estudiantes de las universidades públicas habremos de dar la lucha por un proyecto alternativo (con respecto del que hoy es hegemónico y que comentamos arriba) de educación superior. Hemos de tener claro que nuestro objetivo no es el lucro, sino darle prioridad a nuestra vinculación con lo académico y su axiología; tendremos que brillar por nuestra calidad y alto prestigio, así como proponer agendas y llevar a cabo proyectos orientados a vincularnos con problemáticas públicas que aquejan al país. Porque si la sociedad de hoy es nombrada sociedad del conocimiento es porque éste es la fuente principal de producción, riqueza y poder.

Así que, desde esta posición de poder en la que hoy estamos "porque ahí nos ha puesto la historia", tenemos la posibilidad de defender, con acciones, el carácter público de la educación y del conocimiento. Ésta ha de ser nuestra forma de contribuir, efectivamente, a crear una vida mejor para todos, y de combatir, seriamente, la desconfianza y las visiones de un destino de mediocridad que hoy tienen los jóvenes universitarios, cuando deciden o toman conciencia de que pasarán su vida en México.


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