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La pandemia y el vuelco de la universidad
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 891, pp. [2021-03-11]
 

Hay preocupación sobre el porvenir de las universidades públicas y otras instituciones de educación superior. La expresan preguntas como las siguientes: ¿Cuándo vamos a regresar a las instalaciones? ¿Cómo vamos a regresar? ¿Cuáles son los efectos que dejará la pandemia? ¿Podremos contender con ellos? Tengo la impresión de que, en muchas instituciones, se están formando grupos para discutir y resolver cuestiones como éstas. Sus tareas y conclusiones serán de la mayor relevancia para el futuro.

Algunos puntos de vista, que he leído o escuchado, señalan que el regreso de los estudiantes universitarios a las aulas será probablemente hasta el segundo semestre. Hay dos razones: la pandemia no disminuirá para poner en verde el semáforo en todo el país. La otra, es posible imaginar que vamos a tener un verano caluroso si se derivan inconformidades de las elecciones de julio. En esta perspectiva, en el sistema político pueden juzgar que es conveniente que los estudiantes permanezcan confinados. Hay a quienes no les parece una mala idea.

Como resultado del año que llevamos de encierro, es casi evidente que las instituciones tendrán que hacer cambios a las actividades docentes, a su normatividad interna, a sus formas de gobernanza y a su administración. Se discute hasta qué punto se introducirá la enseñanza virtual, cómo combinarla con la presencial, en qué planes de estudio y en qué materias puede haber una modalidad hibrida. Se habla de una docencia más flexible, de tránsito entre las modalidades docentes, de una universidad líquida, parafraseando a Bauman.

A mí me parece que un vuelco en la docencia acarreará cambios en las otras dos funciones en lo que toca a su papel en la enseñanza. Habrá que discutir acerca del fortalecimiento de los vínculos entre producción y transmisión del conocimiento y, asimismo, cómo la universidad puede diseminarlo a la sociedad.

También, habrá que discutir cómo vigorizar el llamado currículum oculto, que se esconde en la vida universitaria, en las relaciones entre los actores, y en la conexión de los estudiantes con la cultura y las artes. La universidad puede retomar con fuerza la idea de formar mejores personas y mejor preparadas, desarrollar y fortalecer el ethos público, que es el que nos obliga a comprometernos con el bien común y la justicia (Suárez, 2021). Crucial.

Para poder avanzar hacia los nuevos tiempos habrá que considerar hacer cambios a la vida laboral de los académicos, con especial énfasis en los de carrera, que paso a paso han demostrado su compromiso institucional.

Desde la óptica de los resultados universitarios, habrá que depositar confianza en que los académicos cumplen con sus tareas. Uno de los propósitos del cambio es revalorar la docencia y la planta académica. Modificar la división del tiempo de trabajo para que los académicos de carrera ejerzan la docencia sin sentir presión, para que tengan tiempo de orientar a los alumnos, recibirlos en el cubículo, preparar las clases, corregir trabajos, calificar exámenes. También, para que investiguen, discutan resultados y preparen textos, de verdad originales, para ser publicados. Publicar o perecer es una práctica que termina publicando lo que sea, aún en las revistas indexadas. Confianza y buenos salarios (sin estímulos) puede ser una buena fórmula. Lo que no se vale es quitar los estímulos sin aumentar los salarios.

Son varios los rectores de universidades públicas que reconocen el exceso de burocratización, lo cual se liga al centralismo de la organización. Una universidad, para funcionar correctamente, requiere un gobierno que entienda la academia. Las universidades públicas necesitan rectorados eficaces y eficientes, cuya actividad siga la lógica académica de la proliferación, rectorados que gocen de legitimidad para hacer gobernables las instituciones, para que entre la comunidad de académicos y estudiantes, y entre la comunidad y el rectorado, se consigan acuerdos para la mejor operación de las funciones universitarias.

Las universidades en nuestro país tendrán que replantear su estructura y funciones para ajustarse a las condiciones que se enarbolen para superar las distintas dimensiones de la crisis y estimular el crecimiento económico. Habrá que atender las experiencias tenidas en otras latitudes. Reconfigurar a la universidad, renovar el ethos académico, para que, con optimismo, podamos salir de la crisis, hacia una transición que sea representada como una nueva etapa de la historia institucional. Es un desafío mayúsculo.

Aparte. El lunes 22 de febrero se presentó el libro Vaivenes entre innovación y ciencia. La política de CTI en México, 2012-2018. Los coordinadores son Rafael Loyola y Judith Zubieta, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. El libro es un producto del Programa Universitario de Estudios sobre Educación Superior (Puees) y en él se tratan temas y problemas de la política de la ciencia en México en diez capítulos. Se aprecia cómo la ciencia y la universidad pública están profundamente ligadas. Es un libro de lectura obligada. Su presentación permitió recordar el compromiso que Rafael Loyola siempre tuvo con el avance de la ciencia en México. Está publicado por M.A.Porrúa, librero editor.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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