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Pendientes educativos en 2021
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 883, pp. [2021-01-14]
 

México está inmerso en tiempos de cambio en el escenario nacional e internacional que implican que sus universidades públicas se transformen. Los cambios en las universidades seguirán impulsados por las expectativas sociales de educación superior, el interés de los gobiernos por su destacado papel en el crecimiento económico y el desarrollo social, por las fuerzas del mercado y por la creación de un nuevo contexto para la educación superior en el mundo.

En el medio intelectual que analiza la educación superior del país hay la sensación de falta de rumbo. No hay avances sustanciales. Más bien crisis institucionales, académicas y financieras, para las que no hay respuestas. Entonces, está pendiente que desde el gobierno se propongan y ejecuten políticas aceptables por la academia que mejoren la calidad de los procesos y productos institucionales, atendiendo a la diversidad y heterogeneidad del sistema educativo, y a las necesidades y problemas sociales que se presentan en cada parte del país. Pero éste no parece ser el camino. Desde el gobierno no existen iniciativas para el campo educativo que tengan que ver con el desarrollo estructural de la nación, con los efectos de la pandemia. Faltan ideas para orientar el futuro.

Uno de los temas más complejos a ser tratados en este momento es la renovación de las universidades, por los resultados de las políticas que se aplicaron en el neoliberalismo, por la enorme cantidad de presiones sociales que reciben y por la emergencia de nuevos públicos que reclaman ser atendidos por ellas. El punto es cómo sortear algunos pendientes esenciales.

Para cambiar las políticas y las instituciones, el gobierno, después de dos años de la 4T, ya debió de haberse percatado que lo que cuenta es cada universidad, la historia y especificidad de cada institución. También, el marco de las relaciones de la universidad con su entorno social, para que las casas de estudios puedan contribuir a modificarlo, siguiendo una óptica que responda a las expectativas de movilidad social y a las exigencias de conocimiento, adecuando la organización universitaria para contribuir a resolver los problemas emergentes con perspectivas de largo plazo.

Por otra parte, se requiere un sistema público de universidades autónomas, fuerte y consolidado académicamente, a partir del mejoramiento de cada una de sus unidades, tal que el sistema en su conjunto funcione con una mejor coordinación para poder conectar esfuerzos entre las instituciones. En el sistema educativo cada institución recibe de manera diferente los efectos de la revolución científica y tecnológica. Y ante tales efectos debe responder instalando nuevos procesos productivos del conocimiento y nuevas formas de vinculación con la sociedad. Se trata de que haya un aprovechamiento social a plenitud de los resultados de la investigación y de los profesionistas que egresan cada año de las aulas.

La vinculación es, actualmente, uno de los temas ineludibles, en su concepción y en su práctica. El reto es que las universidades auxilien efectivamente al desarrollo económico de su entorno, pero también a su desarrollo cultural.

Puestos en la idea de que las universidades van a seguir transformándose, es necesario discutir formas de gestión del conocimiento que significan, en primera instancia, reconocer que lo académico es lo que dicta la lógica de la conducción institucional. Y que los estudiantes son el centro de la academia, porque ellos son los futuros productores de conocimiento. Hay que favorecer que los estudiantes se titulen y darles cultura para que se desempeñen en la sociedad con éxito, lo cual es un objetivo de primer orden.

Los académicos son el grupo encargado de velar por la buena marcha de las instituciones. Para apoyar a los estudiantes es crucial que los profesores e investigadores tengan claras las reglas de su carrera académica y la certeza de poder contar con las condiciones para llevarla a cabo. Es importante captar e incorporar a jóvenes en plazas de tiempo completo. También, que existan rutas de superación del personal académico y un mayor respeto a sus tiempos, para superarse, atender estudiantes e investigar. La vida académica no se puede reducir a dictar apuntes en el aula o a publicar “papers”, a toda velocidad, que pocos leen.

La gestión rectoral tiene que dirigirse a lograr cohesión, conforme a principios, de todos los grupos que forman la comunidad universitaria. Tener capacidad de establecer acuerdos sobre la dirección de los cambios y sobre la adecuación institucional a las demandas del entorno social.

Estos son varios de los grandes pendientes que nos toca sacar a partir de 2021. Nos ponen alertas a pensar cómo queremos la universidad que habremos de construir en los próximos años. Éste es nuestro reto mayor. Ojalá que quienes investigamos la problemática de la educación superior iniciemos un diálogo nacional para contribuir a las iniciativas de cambio de estas instituciones. Urge. Recuerdo que cuando hemos tenido ocasión de hacerlo, ha resultado muy fructífero.


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