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Desde la Universidad: humanidades y ciencias sociales
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 870, pp. [2020-10-08]
 

La pandemia por coronavirus afectó a las universidades de muchas maneras. La emergencia sanitaria y el mandato de quedarse en casa alteraron de forma más visible y abrupta a la función docente, y también abrieron retos enormes a la difusión, pues tuvimos que arreglárnoslas para cumplir con la responsabilidad de mantenernos conectados con la sociedad e informar verazmente sobre el estado de las cosas.

En el terreno de la investigación, la pandemia causó grandes movilizaciones, tanto en las ciencias como en las humanidades, pues las universidades están urgidas a encontrar respuestas que permitan a la humanidad salir de la actual epidemia y de prevenir otras que ahora sabemos pueden aparecer en cualquier momento, sin previo aviso.

Particularmente, para las ciencias sociales y las humanidades los retos son enormes. A nadie le cabe duda que la pandemia ha venido acompañada del recrudecimiento de problemas sociales que ya conocíamos, pues son de larga data, y en nuestro país alcanzan magnitudes vergonzosas: desigualdad, inequidad, exclusión, violencias de todo tipo, y particularmente contra las mujeres. Trabajo precario, rezago educativo, graves problemas de salud en la población acompañados de un sistema de salud insuficiente. Además, persiste el problema de personas que no tienen una vivienda digna, frente a las que el mandato de “quédate en casa” suena a grosería. En fin, todo esto ya venía sucediendo, la pandemia lo mostró crudamente, sin tapujos, y se magnificó. La pandemia, y la crisis previa, se entrelazaron para acentuar la polarización política, que de no cuidarse puede ser catastrófica.

Pero, más allá, lo que hoy está en juego es la configuración de un modo de estar en el mundo y de vivir juntos. Debido a la emergencia sanitaria y las restricciones que implica la pandemia, los encuentros en el espacio público se restringieron y, por lo tanto, también la participación política y los movimientos sociales y ciudadanos en ese escenario. La vida privada y hasta la íntima también fueron trastocadas.

Hoy en día, la pregunta que, en distintas ocasiones, han hecho varios científicos sociales y humanistas cobra una enorme pertinencia: ¿civilización o barbarie? Y la digitalización, tal como la vienen presentando, es un proceso donde las grandes agencias comercian en plataformas internacionales que tienen la capacidad de estimular determinado consumo, orientar la conducta, social y la política. Modificar identidades y creencias. Permite a “ algo” que no percibimos y que está en el cotidiano, intervenir en el hogar, impregnar la vida familiar de artefactos que generan dependencia psicológica y hasta problemas físicos. Más aún, la digitalización puede llegar a convertirse en un instrumento de control que puede ser trágico para la sociedad.

La respuesta no es algo que esté ahí, de antemano. Por supuesto, todos querríamos optar por la civilización, pero no es obvio que no se instalen entre nosotros relaciones deshumanizantes que ponderen los valores económicos y el uso de tecnologías, como actividad prioritaria de los hombres y las mujeres, dejando de lado su capacidad de intervención verdadera dentro de la historia y su capacidad de construir un mundo que satisfaga necesidades y resuelva la vida; un mundo y una vida que pueden ser embellecidos por el arte y dotados de sentido por el ethos.

Antes de la pandemia, la sociedad dudaba que la ciencia y los gobiernos podrían ser capaces de enfrentar y resolver los problemas; ahora ya no hay duda: se sabe que no pueden. La ciencia no tiene certezas y, así como el covid-19, todos los días aparecen nuevos problemas que deben ser investigados para poder encontrar respuestas. En cuanto a los gobiernos, lo sucedido ha mostrado que, cuando menos la mayoría de ellos, tampoco tienen capacidad porque operan desde múltiples intereses, y no anteponen el bien común.

Escudo ante la barbarie

Las universidades, y particularmente la investigación en humanidades y ciencias sociales, tienen la responsabilidad de buscar respuestas para que la barbarie no se instale entre nosotros. En estas circunstancias tienen un enorme desafío. Por un lado, deben asegurarse de contar con los recursos y condiciones requeridas para mantenerse activas y actualizadas en la investigación de punta. Por el otro lado, deben refrendar su compromiso con la formación de hombres y mujeres reflexivos y éticos capaces de abrir caminos y encontrar respuestas solidarias y sustentables.

Hoy, resulta claro que la responsabilidad de las universidades con las ciencias sociales y las humanidades es irrenunciable. A la universidad le toca gestar y desarrollar conocimientos y pensamientos, en sentido amplio, llamar a la interdisciplina y transdisciplina. Producir múltiples conocimientos, enmarcados en nuevos modos de producción del conocimiento, que permitan incluir e integrar, armar agendas de largo plazo que se puedan modificar en el transcurso del tiempo.

La universidad debe posicionarse al frente del movimiento académico. La universidad es el sitio de las humanidades, pues una de las principales funciones y responsabilidades de la universidad es mantener una presencia crítica ante la sociedad para hacerla avanzar. A través de las humanidades se produce conocimiento del pasado para saber de dónde viene la sociedad y cuáles han sido sus tradiciones y su arte. En pocas palabras, transmiten cultura, la reservan e interpretan, y permiten a la universidad contribuir al proyecto de nación.

El conocimiento que producimos en las áreas humanistas y sociales, aboga y sirve para que las grandes mayorías no vayan a quedar excluidas de lo digital y del conocimiento científico. En este punto, la divulgación y la extensión tiene un enorme papel que jugar. La universidad requiere un sistema de comunicación desarrollado para que las ideas producto de la investigación lleguen a la sociedad. Además de la investigación y la docencia, a los universitarios nos toca hacer dos grandes tareas: crear ciudadanía y recuperar el espacio público. Las tendremos que realizar para salir de la crisis, agudizada por la pandemia, y para construir un medio social que supere el empobrecimiento causado en los pasados decenios.

Celebro con entusiasmo los dieciocho años ininterrumpidos de Campus. El Suplemento ha permitido al público enterarse y reflexionar sobre los temas y problemas de la educación superior. No hay otro medio semejante en el país. Aquí colaboran investigadores y escritores reconocidos por su obra, interesados en difundir su pensamiento y los resultados de su trabajo en las instituciones académicas. Para que el Suplemento aparezca cada ocho días, se cuenta con un grupo editorial que tiene el compromiso y las capacidades para que Campus Milenio alcance la más alta calidad posible. Para ellos van mis felicitaciones y mi mayor reconocimiento.


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