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La universidad pública permanecerá
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 866, pp. [2020-09-10]
 

Hay académicos, en varios países desarrollados, que señalan que estamos llegando al fin de la universidad, como la conocemos. Sin embargo, después de muchos siglos de existencia, ha permanecido como una institución central para la sociedad. La universidad cambia, transforma su perfil, no se acaba. Se revitaliza. Y tengo la impresión de que al entrar a la era digital y del conocimiento, la universidad seguirá jugando un papel de primera línea para los países, para los jóvenes y también para otras capas sociales que estarán regresando y saliendo de las universidades, debido a la obsolescencia del conocimiento y la flexibilidad laboral.

Las universidades mexicanas, en los últimos decenios, han funcionado bajo un esquema de incentivos que ha desgastado a sus académicos y a sus rectorados. En una lógica institucional de competencia desatinada, que no podrá durar mucho más tiempo, porque es insostenible para el espíritu colectivo del trabajo académico. Las jerarquías y los prestigios pasarán a un segundo plano a medida que la institución sea reconocida socialmente por la formación de cuadros de alto nivel académico y la producción de conocimiento interdisciplinario apropiado para el logro de mejores estándares de vida de las mayorías sociales.

El reconocimiento de la función social de la universidad será decisivo para que obtenga financiamiento, porque las misiones y tareas institucionales tendrán un costo creciente que tendrá que asumir el Estado, al haber reconocido que la educación superior es un derecho, tema que fue planteado en la UNAM desde hace más de un decenio.

Las universidades públicas han atendido a un creciente número de estudiantes, con cambios en los planes de estudios y nuevas carreras, pertinentes a las necesidades sociales del país. Llegó la pandemia y se adoptaron salidas de corto plazo para resguardar las instituciones y no interrumpir el proceso educativo. Ante el confinamiento, tuvieron que cerrar sus aulas y convivir con las ofertas de estudios en línea para continuar los estudios. Se suponía que las universidades que empezaron a operar online lo harían de forma temporal. Pero no.

La educación remota llegó para quedarse; tiene la ventaja política de aumentar la matrícula y de ser de “más bajo costo”, que la educación presencial. Pero hay dos puntos a considerar: 1) que el control de calidad es cuestionable y que una mala preparación de los egresados es costosa para la economía y; 2) las opciones remotas y las híbridas no les gustan a los estudiantes. Además de otros efectos negativos que han dejado ver las encuestas realizadas recientemente.

¿Cómo nos está dejando la pandemia? Por ejemplo, los estudiantes del bachillerato y la licenciatura de la UNAM declararon mayoritariamente encontrarse aburridos (IIS, 2020). Hipótesis: el confinamiento en su casa y la poca atracción de los cursos en línea posiblemente hayan influido en la respuesta. La brecha digital, las condiciones de las viviendas, lo poco preparado de los cursos, por la prisa, pusieron de relieve que las instituciones requieren cambiar varios planos de su vida académica y que en la pospandemia se tendrán que dedicar esfuerzos para proponer, con todo el tiempo necesario, hacia dónde debemos ir.

Con relación a los egresados de la UNAM, otra encuesta realizada (DGP-UNAM, 2020) entrega datos que desde mi punto de vista son relevantes: 76 por ciento de los egresados sale con un promedio de 8 o más, 95 por ciento considera que los profesores dominan su materia, sólo 30 por ciento piensa que debe haber cambios sustanciales en el plan de estudio de su licenciatura, 70 por ciento declaró que la demanda de profesionistas en su área es alta o muy alta, el 72 por ciento trabaja en el sector privado, el 60 por ciento considera que sus estudios tienen relación con lo que trabajan, pero únicamente el 42.1 por ciento tiene un trabajo permanente.

Como he señalado en otras ocasiones, desde la Universidad cumplimos con la formación de los profesionistas y técnicos, porque la mayor parte de nuestros alumnos aprovechan sus estudios, salen bien preparados y encuentran un mercado laboral, que no brinda suficiente empleo y paga poco. Después de la pandemia, lo que sigue en el empleo de profesionistas será más difícil para los egresados; empresas e instituciones deberán hacer su parte. Los universitarios estamos preparándonos para hacer la nuestra, transitar para enseñar mejor y comunicarnos más con la sociedad.

Las estructuras sociales y las instituciones son relativamente estables. Pero, la pandemia impulsó transformaciones inmediatas y nos ha puesto el reto de funcionar mejor. En pleno Siglo XXI, las grandes universidades públicas permanecerán. Pero habrá que pensar el rediseño institucional, proyectarlo en el tiempo y corregirlo conforme la propia sociedad avance. Es una cuestión histórica: la universidad y su relación con el hombre y la sociedad han permanecido.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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