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Sobre la marcha: preguntas e inquietudes en la postpandemia
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 862, pp. [2020-08-13]
 

Cuando se piensa en el retorno a clases, hay que tener presente que las universidades son diferentes en sus condiciones de operación y reacción, en sus capacidades de movilización de recursos económicos para lo emergente. Cada una se encuentra en realidades sociales y políticas particulares en sus respectivos entornos. Así pues, hay que dibujar un panorama para el conjunto, para que las políticas de retorno a clases tengan flexibilidad para dar salida a todas las instituciones.

Las universidades regresarán a la actividad en distintas fechas. Algunas no podrán implantar un modelo remoto o híbrido de inmediato. Los gobiernos estatales, rectorados y sindicatos deberán acordar acciones según algún semáforo, porque la gravedad de la pandemia no es igual en todo el territorio nacional. Habrá instituciones que limitarán la capacidad de asistir al campus. Tendrá que haber auxilios especiales en cada caso, dar seguimiento al proceso, y hacer comunicados pertinentes para ir analizando la situación. Sería interesante, de entrada, saber cuáles son las previsiones o los escenarios que las autoridades planean manejar.

Hay que estimar las demandas de acceso a las universidades públicas de quienes no puedan sostener sus gastos en las escuelas privadas, ¿Habrán más becas? ¿Se puede tener una idea del crecimiento de la matrícula? ¿Qué van a hacer los estudiantes de las privadas que entraron en quiebra? ¿Cómo se cubrirán los costos de la reapertura en cada institución? (sanitización, equipo de protección para estudiantes y profesores, equipo de computo, por ejemplo). Los estudiantes de familias de bajos ingresos, ¿Van a poder tomar cursos online sí se insiste en la educación remota? Si alguien se enferma en un grupo presencial, ¿se dará seguimiento a los otros estudiantes y profesores? El personal académico que compone el grupo de adultos mayores, ¿tendrá un trato especial? ¿Habrá servicios médicos en el campus? Y si hay algún rebrote de la pandemia, y hay que volver a confinarse, ¿qué se estima que puede pasar? En fin, las dudas asaltan y son muchas, e incluyen el ámbito moral en caso de una mala decisión.

2. Varios investigadores del Programa Universitario de Estudios sobre la Educación Superior (Puees) hemos estado preocupados por cómo han enfrentado el confinamiento los estudiantes universitarios. La pandemia ha causado, posiblemente, angustias, estrés, miedo, depresión. Esta es una dimensión del problema que no puede obviarse. Posiblemente, también, los estudiantes buscarán movilizarse, por lo que se quedó pendiente del movimiento contra el acoso a las mujeres; y habrán otros motivos para protestar, de parte de quienes no han conseguido hacer sus trámites para concluir sus estudios y obtener las credenciales para trabajar, en un mercado laboral que ha castigado a los jóvenes con la pérdida de empleos. También, hay molestias entre los alumnos por el bajo nivel de los cursos en línea, con profesores no preparados para esta modalidad de la enseñanza. En la licenciatura existen ejemplos de que la docencia virtual no es la panacea, ni lo que debe sustituir a la docencia presencial.

Los profesores, por su lado, tienen malestar. Su incursión en la enseñanza remota les ha mostrado su falta de experiencia, tanto técnica como pedagógica, para usar plataformas digitales; se han dado cuenta de que la práctica docente es distinta. Dejan insatisfechos a los estudiantes y a ellos mismos. Hay declaraciones de que están experimentando problemas de visión por el alto número de horas que se pasa delante de una pantalla, por el esfuerzo redoblado que tienen que hacer para impartir su clase, por la falta de equipo, por el costo de la electricidad, por insomnio y estrés. Hay también incertidumbre por temor al despido, al recorte de salarios, y otras muchas cuestiones que aparecen en los medios y en las redes sociales.

3. Es posible que el regreso a la actividad académica universitaria esté lleno de dificultades; la realidad social se ha vuelto en extremo compleja. En la complejidad cada casa de estudios deberá enfrentar muchos retos. La salida que tomará cada una de las universidades en la postpandemia podrá ser mejor si los rectorados cuentan con legitimidad política en sus comunidades y sí tienen sensibilidad y antecedentes de buena gobernanza.

Lo importante es que no se pierda la perspectiva de que lo digital va a llegar, y de que los problemas académicos habrá que resolverlos en colectivos, en equipos, en grupos de trabajo. La organización de colectivos para producir y aplicar conocimiento requiere un trabajo arduo y sustantivo para formar cuadros científicos que analicen y dirijan en conjunto la aplicación de soluciones a los problemas sociales. Producir intelecto nos toca a los universitarios y hay que hacerlo muy bien. La universidad sólo existe con estudiantes y profesores en el aula, actuando e intercambiando conocimiento y experiencias, en vivo, en los seminarios y laboratorios. ¡Compromiso y solidaridad con la universidad pública!


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