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¿Cuánto más aguantará Pekín las protestas en Hong Kong?
Marion Lloyd
Campus Milenio Núm. 819, pp. 10-11 [2019-09-26]
 

Casi cuatro meses de protestas prodemocracia en Hong Kong han dejado pérdidas millonarias y más de mil 300 detenidos en el territorio semiautónomo chino. Cada fin de semana desde principios de junio, estudiantes y otros manifestantes vestidos de negro, han realizado marchas masivas, que empiezan de forma pacífica y suelen degenerar en caos cuando cae la noche. Ahora, una pregunta está en boca de todos: ¿cuánto más tolerará Pekín este desafío a su autoridad?

La última vez que el gobierno comunista enfrentó un movimiento civil de esta magnitud fue hace 30 años, en 1989. Y culminó en la masacre de la Plaza de Tiananmén, cuando el ejército chino mató a cientos o miles de manifestantes (no se sabe el número de víctimas debido a la censura oficial, pero algunos autores estiman que fueron más de 10 mil).

En Hong Kong, las últimas protestas grandes fueron en 2014, cuando miles de residentes salieron a las calles para exigir mayores garantías democráticas y un fin de la intromisión de Pekín en la política local. La llamada “Revolución Paraguas” logró paralizar el centro de la ciudad durante 79 días, hasta que el gobierno chino intervino para aplastar el movimiento. Los líderes fueron encarcelados y cientos de personas fueron detenidas, incluyendo a muchos estudiantes universitarios.

Esta vez, sin embargo, la reacción de Pekín ha sido más mesurada, quizás debido a la magnitud del movimiento y el miedo del impacto a nivel internacional de desatar un baño de sangre. El gobierno chino enfrenta una guerra comercial con Estados Unidos, que ha debilitado su economía, además de un movimiento de estudiantes marxistas, que busca desacreditar las credenciales comunistas del presidente Xi Jinping.

No obstante, si la reacción de Pekín en contra del movimiento estudiantil dentro de la China continental es una indicación, el régimen no tolerará indefinidamente este reto a su autoridad. En el último año, docenas de líderes estudiantiles han sido encarcelados o desaparecidos por la policía, después de que organizaron protestas a favor de trabajadores de una fábrica al sur de China. En reacción, varias universidades de Estados Unidos cancelaron programas en universidades chinas.

Las causas de la protesta

El catalizador de la nueva ola de protestas en Hong Kong fue una propuesta de ley de extradición introducida en abril por el gobierno de Carrie Lam, la ejecutiva en jefe de Hong Kong, a quien los manifestantes acusan de ser un títere de Pekín. La ley abriría la puerta para que sospechosos que se encuentran en el territorio pudieran ser enviados a China para enfrentar procesos judiciales. Aunque Hong Kong mantiene tratados de extradición con unos 20 países, no lo tiene con China. Los críticos temen que la ley sería utilizada para castigar a activistas y periodistas. A la vez, sometería a los residentes de Hong Kong al sistema draconiano de justicia china, donde una mayoría de los juicios termina en condena, según el New York Times.

Para los manifestantes, la medida fue una muestra más de los esfuerzos de Pekín por minar la democracia en Hong Kong, en violación del acuerdo de “dos sistemas, un país” pactado durante la entrega del territorio a Pekín en 1997. Bajo el acuerdo entre Gran Bretaña, ex poder colonial, y China, Hong Kong tiene derecho a conservar su sistema democrático durante 50 años como un territorio semiautónomo. Sin embargo, Pekín ha asumido un papel cada vez más activo en el gobierno de la ciudad. Actualmente nombra la mitad de los miembros del Consejo Legislativo y el ejecutivo en jefe, la máxima autoridad del territorio, que se extiende a través de mil kilómetros cuadrados al sureste de China.

En juego está el control de uno de los centros financieros más importantes y ricos de Asia. Con sólo 7.4 millones de habitantes, Hong Kong tiene un PIB per cápita de 46 mil dólares—5 veces lo de China continental, según datos del Banco Mundial. No obstante, 16 semanas de protestas han pegado fuertemente a la economía de la ciudad. En agosto, una huelga general dejó completamente paralizadas partes del territorio, y se cancelaron casi mil vuelos cuando los manifestantes ocuparon el aeropuerto durante dos días, según CNN. A su vez, los enfrentamientos cada vez más violentos entre policías y manifestantes, en donde los primeros disparan gas lacrimógeno y balas de goma y los segundos, ladrillos y bombas molotov, han causado destrozos en muchas partes de la ciudad. Y el número de heridos de ambos lados crece semana con semana.

También hay repercusiones a nivel internacional. Las protestas en Hong Kong coinciden con la guerra comercial entre China y Estados Unidos, lo que ha aumentado las críticas por parte de la Casa Blanca contra su rival asiático. El presidente estadounidense, Donald Trump, ha aprovechado las denuncias de represión policiaca en Hong Kong en un intento por negociar un mejor acuerdo comercial con China. En un tuit del 14 de agosto, Trump declaró: “Claro que China quiere llegar a un acuerdo. ¡Déjenlos trabajar con Hong Kong de una forma humana primero!”. Por su parte, China ha acusado a Estados Unidos de haber orquestado las protestas con tal de desestabilizar a su principal rival a nivel mundial.

El movimiento en Hong Kong también llega en un momento importante para la política nacional. El próximo 1 de octubre, el gobierno chino celebrará el 70º aniversario de la fundación de la República Popular. El presidente Xi busca aprovechar el evento para afianzar su poder político, a través de eventos masivos organizados por todo el país. No obstante, los manifestantes en Hong Kong han declarado que harán todo lo posible por interrumpir las festividades—algo que podría provocar aún más la ira de Pekín. El propio gobierno chino ha llamado al movimiento el “mayor peligro” a su autoridad desde la entrega de la isla de Hong Kong y los territorios adyacentes hace 22 años.

El movimiento se ha unido detrás del lema “Liberar Hong Kong, revolución de nuestros tiempos”, que fue acuñado por el activista Edward Leung en 2016. Como una mayoría de los activistas prominentes, Leung está encarcelado, pero su mensaje ha servido para galvanizar una generación de jóvenes tras la causa de mayores libertades democráticas para el territorio.

Para Pekín, la frase ha sido interpretada como un llamado a la independencia de Hong Kong—algo que quiere evitar a toda costa. China ya enfrenta una situación compleja con Taiwán, que oficialmente es un territorio semiautónomo, pero que en la práctica actúa como un país independiente desde 1945.

La batalla en las universidades

El gobierno chino también ha lanzado una campaña de intimidación en contra del movimiento estudiantil, dentro y fuera del territorio. Estudiantes de China continental que estudian en Hong Kong han recibido amenazas en contra de sus familias si no dejan de participar en el movimiento, según el New York Times. A su vez, cientos de estudiantes en Hong Kong han sido detenidos por la policía.

En un caso que ha provocado indignación, Boaz So, un periodista estudiantil de la Universidad Bautista de Hong Kong, fue arrestado mientras cubría una protesta a mediados de septiembre. El rector de la universidad después denunció que el “arma” que supuestamente cargaba el estudiante en realidad fue un cuchillo para mantequilla, lo cual usó para partir pastel durante las celebraciones de Medio Otoño en la ciudad. El 16 de septiembre, cientos de estudiantes marcharon por el campus de la universidad para protestar contra la detención, rompiendo los vidrios de algunas puertas, según el New York Times.

También han ocurrido enfrentamientos entre estudiantes a favor y en contra del gobierno chino —tanto en Hong Kong como en el extranjero. Estudiantes provenientes de Hong Kong y China han chocado en universidades en Australia, Nueva Zelanda, Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá, entre otros países. En muchos casos, los estudiantes de Hong Kong han erigido los llamados “muros de Lenin”, en donde colocan mensajes en contra del gobierno chino y a favor de la “libertad de Hong Kong” en espacios públicos. Después llegan los estudiantes leales a Pekín a destruirlos, desatando peleas entre ambos grupos, según reportes de prensa.

Un movimiento sin líderes

A diferencia del movimiento de 2014, esta vez no hay líderes claros—quizás para no atraer la venganza de Pekín. Sin embargo, el gobierno chino no está corriendo ningún riesgo. El 30 de agosto, la policía de Hong Kong detuvo a tres de los activistas y legisladores más destacados y visibles en las protestas, según el periódico El País. Entre ellos se encuentra el célebre Joshua Wong, antiguo líder estudiantil de las Protestas Paraguas, y Agnes Chow, antigua activista juvenil en la misma protesta, además de dos políticos locales.

No obstante, las detenciones no parecen haber disminuido el movimiento. Tampoco tuvo un impacto la decisión de Lam de retirar la propuesta de ley de extradición el 4 de septiembre. La medida fue vista como demasiado poco, demasiado tarde. Ahora, los manifestantes están inmersos en un juego de suma cero, en donde los costos de un fracaso potencial son sumamente altos.

Represión y amenazas de fuerza

Aunque el movimiento empezó de forma pacífica, la intransigencia de las autoridades y el exceso de fuerza policiaca han hecho que adopte tácticas cada vez más radicales. Y conforme más se radicalizan los manifestantes, más contundente ha sido la represión gubernamental. Más de mil 300 personas han sido detenidas desde el principio de las protestas, según un reporte de Amnistía Internacional emitido el 20 de septiembre. El grupo documentó numerosos casos de tortura de manifestantes por parte de la policía, y reportó que en más de 85 por ciento de los casos investigados, la persona detenida terminó en el hospital. Mientras tanto, el gobierno chino ha acusado a los manifestantes de ser unos revoltosos y traidores a la patria—cargos que conllevan sentencias muy severas.

Lo que más temen los manifestantes, sin embargo, es que el gobierno chino envíe el ejército para aplastar el movimiento. A mediados de agosto, hubo reportes de un fuerte despliegue de soldados chinos en la frontera con Hong Kong. Imágenes satelitales mostraban lo que parecían ser vehículos militares estacionados en el Shenzhen Bay Sports Centre, en lo que fue interpretado como una estrategia de “guerra psicológica” por parte de Pekín, según el South China Morning Post.

Después, el 29 de agosto, China envió un nuevo contingente de tropas a Hong Kong días antes de una marcha programada en la ciudad. Los medios oficiales chinos mostraron imágenes y videos de tanques y vehículos blindados, y un buque de guerra entrando a la ciudad. El gobierno dijo que el ejército había completado “una rotación anual rutinaria de sus fuerzas militares” en el territorio, según Channel News Asia. Sin embargo, la decisión de Pekín de renovar su flota en ese momento fue visto como un intento deliberado por intimidar a los manifestantes.

La diáspora estudiantil

Quizás la disputa entre Hong Kong y China no cobraría tanta importancia a nivel internacional si no fuera por la gran presencia de estudiantes chinos (tanto de la China continental como de Hong Kong) en muchos países—y por el dinero que dejan. Tal es el caso de Australia, en donde hay 150 mil estudiantes provenientes de China (incluyendo a Hong Kong), en lo que representa 38 por ciento de los estudiantes extranjeros en el país, según el National Education Reporter. El impacto de esos estudiantes sobre las universidades es enorme. Sólo en la Universidad de Sydney, las colegiaturas de estudiantes chinos sumaron 500 millones de dólares en 2017, equivalente a la quinta parte de los ingresos de la institución.

En Estados Unidos, el impacto es también mayúsculo. En 2017-2018, hubo 350 mil estudiantes chinos en las universidades del país, en lo que representaba 36 por ciento de los 1.1 millones de estudiantes extranjeros. En conjunto, éstos dejaron 39 mil millones de dólares en el país—de los cuales, 14 mil millones de dólares corresponden a estudiantes chinos—, según cifras de la Asociación de Educadores Internacionales, o NAFSA.

El conflicto de Hong Kong también ha desmentido algunos de los mitos sobre el impacto de los estudios en el extranjero sobre las actitudes de los estudiantes. Por ejemplo, se pensaba que conforme los estudiantes de la China continental tuvieran acceso a Internet en países como Estados Unidos, se volverían más críticos de su gobierno. La realidad, sin embargo, es muy diferente.

Un estudio en 2018 aplicado por la Universidad de Purdue a mil estudiantes y académicos chinos (no se especificó si incluía a los de Hong Kong) en Estados Unidos encontró que 48 por ciento estuvo de acuerdo con la siguiente frase: “El sistema político actual en China es el más adecuado”. El resultado fue más alto inclusive que en 2016, cuando 43 por ciento de los encuestados estuvo de acuerdo con la frase. A su vez, una tercera parte de los encuestados en 2018 estuvo de acuerdo en que “el orden social es más importante que la libertad individual”, según el estudio. Los resultados del estudio indican que “la economía es más importante que la política” en China, según un análisis del South China Morning Post.

Tal visión explica, en parte, la falta de simpatía expresada por muchos estudiantes chinos hacia las protestas en Hong Kong. Para ellos, los residentes de la ciudad deben sentirse afortunados de formar parte de un país que ahora figura como la segunda economía más fuerte del mundo. A su vez, insisten en que los residentes de Hong Kong aún disfrutan de muchos privilegios—tanto políticos como económicos—cuando se comparan con sus contrapartes en la China continental.

Lealtades a Hong Kong

Mientras tanto, en Hong Kong el sentido de pertenencia a China es cada vez menos fuerte, sobre todo entre los jóvenes. Una encuesta aplicada en junio por la Universidad de Hong Kong a personas entre 18 y 29 años encontró que 75 por ciento se identificó como “hongkonés”, en vez de “chino”, “hongkonés en China”, o “chino en Hong Kong”. La proporción de quienes se consideran “Hongkonés” ha aumentado tres veces desde 2008, cuando el territorio fue anfitrión a los Juegos Olímpicos de Verano, según el New York Times.

Para Pekín, tal situación de desapego a la China continental es preocupante, sobre todo cuando se va acompañada de protestas cada vez más audaces en contra de su autoridad. Por otro lado, no queda claro cuál sería una solución aceptable para ambas partes. Se espera que el gobierno chino pueda encontrar una salida que no implique la respuesta de siempre—represión brutal y censura. Tales tácticas no resuelven el conflicto, sólo lo posponen por un tiempo hasta que vuelva a brotar con mayor fuerza.

Ante ese contexto, se pregunta: ¿Cuánto más aguantará China las protestas en Hong Kong?


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