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Ciencia y tecnología: líneas sin horizonte
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 816, pp. 5 [2019-09-05]
 

En el sector científico y tecnológico, en el periodo que lleva la actual administración, lo más sobresaliente ha sido el conflicto y la tensión entre miembros de la comunidad y el Conacyt. Los desencuentros han sido no solamente con representantes del sector privado, legisladores, los titulares de órganos intermedios o el personal de Centros Públicos de Investigación, también incluye a participantes en las convocatorias, miembros del SNI, los jóvenes del programa Cátedras Conacyt y a los mismos becarios del organismo.

Los conflictos han sido múltiples y muy variados, así que la pregunta sería: ¿a qué se debe tal volumen de reacción y diversidad? Una respuesta ha sido que todo se debe a los intereses creados que anidan en el sistema científico y tecnológico, los cuales desean conservar beneficios y privilegios, así que se expresan y resisten cualquier cambio en las reglas de juego. Sí, grupos e intereses los hay, pero la explicación resulta insatisfactoria porque si fuera el factor único, los conflictos estarían muy localizados. Sin embargo, son muchos los agentes y grupos que han reaccionado.

Tal vez una respuesta alternativa es que, en realidad, las iniciativas que se han puesto en marcha en el sector no han respondido a un diagnóstico preciso de los problemas; tampoco a un programa convincente de corto, mediano y largo plazo. En tales circunstancias, lo que ha prevalecido es desazón por la incertidumbre e improvisación, porque en el horizonte solamente destacan las prioridades y lineamientos generales de la política del ejecutivo federal, aplicables para todas las dependencias de la administración pública.

¿Qué elementos existen para tales suposiciones? Las acciones que se han realizado no han seguido un plan o programa determinado. Al menos públicamente no se dio a conocer ningún documento para justificar propósitos y anunciar acciones. Y no se trata del Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación, cuyos plazos normativos para su presentación todavía no se cumplen, sino de un programa preliminar que bien pudo argumentar y convencer sobre las decisiones a tomar.

Para el sector científico y tecnológico no lo fue el “Proyecto de Nación 2018 -2014”, ese extenso documento que presentó el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador en noviembre de 2017. El tratamiento del tema fue disperso, referido a diferentes áreas, aunque ahí quedó anotado que se cumpliría con el objetivo de alcanzar un nivel de inversión nacional del 1 por ciento del PIB (pág. 94).

Tampoco fue una guía el “Plan de Reestructuración estratégica del Conacyt para adecuarse al Proyecto Alternativo de Nación (2018-2024) presentado por Morena”. Un documento fechado en junio de 2018 y elaborado por la ahora titular del Conacyt, María Elena Álvarez Buylla. Si bien ahí indicó una docena de principios rectores para un eventual programa de ciencia y tecnología, el documento fue elaborado previo a las elecciones y luego fue ampliamente criticado por la ausencia de vínculo con el desarrollo económico y el tratamiento otorgado a las ciencias sociales y humanidades.

No hubo programa para los primeros 100 días de gobierno y ni siquiera el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2024 ofreció las líneas que podrían anticipar las acciones en materia científica y tecnológica. En un párrafo de tres líneas solamente anotó que se promoverá la investigación científica y tecnológica, el apoyo con becas e incentivos a estudiantes y académicos, así como un Plan Nacional para la Innovación. No es poco, pero no es suficiente.

Sin coordenadas precisas para conducir el sistema científico y tecnológico lo que ha propiciado es un doble movimiento. Por un lado, aplicación de las líneas e indicaciones del ejecutivo federal (memorando de austeridad y combate a la corrupción, p.e.), tanto como medidas de ensayo y error que a ratos avanzan, en otros se rectifican y luego se abandonan, porque está claro lo que no se quiere, pero no a dónde dirigirse. Por otro lado, un acendrado recelo, temor y, sobre todo, incertidumbre en la comunidad sobre las medidas tomadas y sus efectos. Las reacciones han sido esperables.

Otro elemento más es que el ejecutivo federal perdió la confianza en el papel que podría desempeñar la actividad científica y tecnológica. En las elecciones del 2012 Andrés Manuel López Obrador fue el primer candidato que propuso crear una secretaría de Estado para el sector. Ahora no solamente abandonó la idea, redujo el presupuesto para la actividad.

De hecho, la enumeración de logros en ciencia y tecnología no tuvieron cabida en el informe del aniversario del primero de julio, tampoco en el de los primeros 100 días de gobierno y apenas si fue mencionado en el mensaje que recientemente pronunció AMLO (nueve mil becas nuevas de posgrado de Conacyt).

Tal vez la agenda para el sector se pierde en los temas urgentes, como el asedio de la inseguridad pública, el equilibrio macroeconómico, la separación de poderes, la austeridad, la relación con Estados Unidos y otros. Sin embargo, no llegaremos a ninguna parte sin un horizonte.

*Anexo estadístico del 1er Informe de gobierno: Becas Conacyt en 2018: 55 mil 962; Becas Conacyt en 2019: 54 mil 203 (pág. 432).


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