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Ciencia y tecnología. Uno por ciento
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 168 [2006-03-09]
 

Seguramente fue un mal cálculo o un reporte equivocado. El primer párrafo del boletín de la cámara de diputados informa que "la comunidad científica pidió a los diputados hacer un pacto político para generar año con año un incremento de 1 por ciento al Producto Interno Bruto (PIB) destinado a este rubro, lo que generará alrededor de 10 mil millones de pesos anuales" (Boletín 3294). Imposible. La última cifra no corresponde con el aumento de la proporción del PIB que se propone; tampoco se podría añadir un punto porcentual respecto del PIB anualmente a la inversión en ciencia y tecnología.

El boletín reseña el foro "La ciencia y la tecnología como eje de la competitividad de México", realizado el pasado 28 de febrero en la cámara de diputados. Sin embargo, las cifras que se anotan simplemente no cuadran. Actualmente el gasto nacional en investigación y desarrollo experimental representa alrededor de 0.44 del PIB, de modo que si se añadiera un punto porcentual durante un sexenio, sumaría alrededor 6.4 por ciento respecto del PIB. Ni siquiera Suecia -uno de los países con mayor gasto en investigación respecto de su PIB- llega a tal proporción; invierte alrededor del 4 por ciento de su PIB. México tiene décadas sin alcanzar un punto porcentual.

Un punto porcentual del PIB, a precios actuales, representa más de 77 mil millones de pesos. Lo que probablemente se sugiere en el boletín es hacer un esfuerzo para aumentar el gasto anualmente, de modo que se pudiera alcanzar ese volumen de gasto en investigación y desarrollo tecnológico. El artículo 9 bis de la Ley de Ciencia y Tecnología (LCyT) mandata que ese debería ser el monto en este año (Diario Oficial de la Federación 01/09/04), pero como se puede advertir estamos casi a la mitad de tal cantidad. De cualquier forma el asunto no solamente es duplicar los recursos.

En el mismo foro, según lo reporta el boletín, el diputado Julio César Córdova, presidente de la comisión de ciencia y tecnología de la cámara de diputados, señaló que es necesario realizar una reforma al artículo 9 bis de la LCyT "para garantizar la aportación mínima del 1 por ciento del PIB a este rubro". Esto es, una reforma de la reforma que entró en vigor hace poco más de un año.

El problema, como lo hemos señalado en varias ocasiones en este mismo espacio, es que existe una discordancia entre lo que indica el artículo 9 bis de la LCyT y lo que señala la Ley General de Educación en su artículo 25. En ambas se indica que el gasto para investigación y desarrollo tecnológico deberá alcanzar el uno por ciento del PIB en este año, pero la diferencia es que mientras la ley educativa indica que se refiere al gasto del Estado (federación, entidades federativas y municipios) en instituciones de educación superior públicas, el artículo 9 bis añade que se trata de "gasto nacional" (público y privado) y no precisa que sea sólo para las instituciones educativas. Una diferencia importante por el volumen de recursos que implica en uno y otro caso.

El gasto nacional en ciencia y tecnología, además de incluir los recursos públicos y privados, tiene tres componentes: investigación y desarrollo experimental; educación; y servicios científicos y tecnológicos. El primer componente es el de mayor volumen y está financiado en su mayor parte por recursos públicos, por ello generalmente se equipara con la inversión pública y con la totalidad del gasto en ciencia y tecnología. No es correcto. Desafortunadamente Conacyt no ha presentado cifras actualizadas del gasto nacional total en ciencia y tecnología, las más recientes son del 2001 y en ese año indicó que representaba el 0.72 por ciento respecto al PIB. Después de cinco años de incentivos fiscales para alentar la inversión, seguramente ha aumentado y es posible que el gasto nacional ya esté en una proporción cercana al uno por ciento del PIB.

En estos términos cabe preguntarse por el sentido en que apuntaría una eventual reforma del artículo 9 bis de la LCyT o si el actualmente vigente se cumplió sin que nos hubiésemos enterado.


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