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Universidad, Humanidades y Ciencia
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 793, pp. 6 [2019-03-07]
 

Hay una discusión en paralelo: acerca de la universidad y acerca de la ciencia. En realidad hay que abordar ambas discusiones en una sola, porque la creación científica, y particularmente la humanística, va de la mano, indisolublemente ligada a la universidad pública.

Los universitarios tenemos claro que la investigación, en ciencias y humanidades, en humanidades y ciencias (incluidas las sociales), es una función central de la universidad, que genera conocimiento como uno de los resultados de la actividad académica. Para la universidad, es un trabajo prioritario que debe ser desarrollado y divulgado, lo más extensamente posible, porque una de las tareas más relevantes de la universidad pública es elevar la c cognitiva de la sociedad.

Producir conocimiento científico orientado a la solución de los problemas nacionales y locales, no sólo produce bienestar, sino también legitimidad al ejercicio del poder político, en la medida que sea el Estado y el gobierno los que impulsen la investigación. Un Estado democrático fomenta la ciencia, las humanidades y la formación de académicos del más alto nivel en el posgrado.

En esta sociedad, en la que vivimos los mexicanos, el progreso depende más y más del conocimiento científico, para desarrollar las fuerzas productivas en la economía, regular la esfera política y, en general, para satisfacer el cotidiano de la vida social. En estos tiempos, la creación de conocimiento necesita tener un ritmo que acompañe el aceleramiento de la vida social, impregnar a todas las esferas de la actividad, al sistema de información, que se reproduce de manera ampliada.

En nuestro país, la universidad pública genera más del 70 por ciento de los conocimientos científicos y humanísticos que elaboramos los mexicanos. Desde la creación de la Universidad Nacional, en las ideas de Justo Sierra, la investigación y la universidad están profundamente asociadas, y no se puede entender a la una sin la otra. Es un punto nodal en estos días. Y es el propio Sierra quien habló sobre la creación de un conocimiento apropiado a la realidad nacional.

Por su parte, la ciencia y las humanidades están vinculadas desde siempre, porque es la filosofía la que sentó las bases de la creación científica, la que permitió que la ciencia se mantuviera y se exigiera rigor a través de la lógica. Además, la creación científica y humanística, la labor de los académicos, demanda proceder éticamente.

Se ha señalado que una parte de la producción científica debe orientarse a impulsar la innovación en las empresas, Pero, otra parte, necesita dedicarse a investigar cuestiones que tienen que ver con la seguridad y el bienestar social y con la creación de nuevos productos requeridos por nuevas realidades y relaciones sociales, efecto de la transformación a la que convocó el gobierno.

Por su parte, las humanidades y las ciencias sociales son cruciales para la coyuntura de cambio por la que atraviesa México. Por ejemplo, es extraordinariamente importante que se haga un diagnóstico riguroso sobre la violencia, sus causas y efectos, así como una metodología de intervención que estimule el encuentro, el diálogo, el tejido y la cohesión social. Pero también, es crucial que las humanidades se empleen para enriquecer los valores y la cultura de la población, que auxilien a fortalecer el cambio de la moral social.

Por lo pronto, el debate sobre la ciencia, las humanidades y la universidad requiere centrarse en las ligas que mantienen para orientar la producción de conocimiento hacia la interdisciplina y el trabajo en equipo, lo que supone crear espacios de interacción y diálogo académico orientado a la solución de problemas en la sociedad. Lo cual va a derivar en nuevos métodos de evaluación que rompan el individualismo en la investigación. Estos argumentos buscan influir en las transformaciones institucionales que le den a la universidad una renovación de su papel frente a la sociedad.

En las intersecciones de las disciplinas se gestan nuevas ideas, que en su conjugación permiten crear conocimiento básico, de frontera. En la recepción de demandas y la atención a una mayor diversidad de públicos, la universidad requerirá de su autonomía para enseñar y producir conocimiento, que sus académicos consideren relevante y que la universidad pueda comunicar por múltiples canales a la esfera pública, donde se procesan los intereses sociales y el conocimiento que los puede satisfacer, donde el conocimiento interviene en las decisiones políticas.

Tres cuestiones más parecen ineludibles en la discusión actual que tenemos en la academia, y con los encargados de las políticas educativas: refrendar el carácter público y autónomo de la universidad, para las relaciones con los poderes públicos y fácticos, con el gobierno; abrir el diálogo para analizar cómo se puede dar un nuevo entramado a la investigación interdisciplinaria, al tiempo que se conservan las áreas disciplinarias; e instaurar un nuevo marco de relaciones múltiples con la sociedad y con el entorno social. Esto sería lo deseable para la investigación en un país democrático.


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