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Las humanidades y el Conacyt
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 791, pp. 5 [2019-02-21]
 

El Conacyt, fundado en 1976, fue un paso importante para organizar una política del conocimiento aplicada al desarrollo nacional. Hubo reconocimiento y sanción estatal a la ciencia. Para que se generara un campo de reproducción a la propia ciencia y para que ésta contribuyera a una sociedad más justa, con mayor equidad social.

A más de 40 años de su creación, el canon del hacer científico, el de las ciencias naturales, se impuso en el Conacyt. Ha servido para definir criterios de acceso a los recursos que maneja el Consejo y para evaluar el desempeño académico de los investigadores. Las humanidades y las ciencias sociales, quedaron relegadas, puestas en un plano secundario, sujetas a las normas impuestas por los científicos.

Por más que en los dichos se quiera buscar la igualdad epistémica de las ciencias y las humanidades, lo cierto es que éstas últimas tienen contenidos y formas de realizarse que no se asemejan a los de la ciencia. Hoy decimos que no basta con reconocer a las humanidades en el título del Consejo. Corresponde a las humanidades el conocimiento del hombre, su cultura, pensamiento, valores, lenguaje, el arte en todas sus manifestaciones. A las ciencias sociales corresponde investigar las condiciones de vida en sociedad, el conflicto, las relaciones sociales, las instituciones y el poder, entre otros. La producción de conocimientos de estas disciplinas difiere de las prácticas de las ciencias naturales, sus procedimientos para lograr nuevos conocimientos y sus resultados y formas de divulgarlos; difieren de las ciencias de la naturaleza, en el modo de observar el avance de los proyectos y definir la evaluación.

Entrar al título del Consejo, no es una concesión amable de los científicos. Requiere reconocimiento sustantivado del humanismo y lo social, para que en efecto pueda establecerse un campo de interacción entre humanidades, ciencias sociales y ciencias naturales, que resulte oportuno, provechoso y coherente al Proyecto Nacional de la cuarta transformación, que está planteando el nuevo gobierno.

Por lo pronto, la comparecencia de la directora general del CONACYT en el Consejo Técnico de la Investigación Científica de la UNAM (140219) dejó dudas que no se pudieron plantear. Por ejemplo, ¿cómo se va a proceder para eliminar la diferenciación de capacidades científicas en las regiones del país? ¿Podemos atraer a algunos científicos, formados con recursos nacionales, que se quedaron en el extranjero?

Los 7300 becarios que están en el extranjero, ¿tendrán condiciones laborales para regresar a México? ¿Habrá algún programa que financie investigaciones multidisciplinarias sobre temas centrales del país? Por lo pronto, cuatro académicos de la UNAM, Fernando Curiel, Virginia Guedea, Guillermo Hurtado y yo, hemos escrito una proclama en defensa de las humanidades. Ahora, los cuatro hemos escrito una nueva, que me permito reproducir a continuación.

Las humanidades en el nuevo Conacyt

1. Celebramos que, tal y como su nueva titular, la doctora María Elena Álvarez-Bulla, participara a la opinión pública, de aprobarlo la Cámara de Diputados, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, pasaría a llamarse Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología.

2. Por el contrario, deploramos que el presupuesto asignado para 2019, de 24, 700 millones de pesos, reporte una disminución de más de mil millones.

3. En cuanto al contenido del programa institucional dado a conocer juzgamos oportuno reiterar nuestra inicial proclama (13 de septiembre de 2018): “Reconocimiento, encomio y defensa de las Humanidades”. En vista de lo anterior, opinamos que al margen del impulso de proyectos transversales, integrales, que hagan comparecer en un mismo esfuerzo a los dos saberes; procede incorporar, en la investigación científica, natural y exacta un ingrediente hasta la fecha ausente: el Humanista, en términos de ética, de valores comunitarios, de responsabilidades y empleo de la razón en la vida ciudadana.

4. Diáfano ejemplo de esta visión de frontera cognitiva, en su acepción de encuentro disciplinar, y conocimiento de punta, es la alta certificación internacional de la UNAM, no sólo en materias de inconcusa índole humanista, sino asimismo en aquellas, que lindan con los entornos sociales y naturales. Ineludible concurrencia de factores industriales y laborales, histórico-culturales, antropológicos, políticos y simbólicos.

5. Es a la luz de esta óptica compartida, que exigimos, en la operación cotidiana del organismo estatal, tan sesgada al canon científico (sus modos de producción y de reproducción), una profunda reconsideración de las Humanidades, en cuanto a la gestión institucional, la asignación de recursos presupuestales y la evaluación de proyectos (individuales y colectivos). Las humanidades exigen su propia forma de evaluación académica.

6. De suerte que la inscripción, en primer término, de las Humanidades (del Humanismo) en el nuevo rótulo del CONACyT, no quede en gesto retórico, sino que implique (comprometa) signo y significación, real cambio, enriquecimiento conceptual, innovación de los contenidos. Una investigación apropiada a las circunstancias y prioridades nacionales.

Aparte. Como dije en otra ocasión, las humanidades son transformadoras de la vida de las personas. Por eso, todos deberíamos tener acceso a ellas.


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