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Discutir la política de educación superior
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 756, pp. 4 [2018-05-31]
 

Las políticas educativas necesitan estar enlazadas con el Plan Nacional de Desarrollo, para que puedan ser más efectivas. Requieren formularse y ejecutarse con una visión transversal y global del ejercicio de gobierno, para que el sistema educativo sirva de apoyo al crecimiento económico, romper las cadenas de la desigualdad persistente, generar una cultura ciudadana que mediante la razonabilidad y el diálogo contribuya a modificar el desarreglo político, y para reconstruir la sociedad mexicana debido a la crisis de valores por la que atraviesa.

Cuando visualizo desde la academia el papel social de la universidad, pienso en cómo responsabilizarnos y comprometernos con las grandes causas del país. Romper el círculo de la pobreza es la gran tarea. En dicho circulo viven millones de compatriotas, y forman millones quienes no tienen para comer. Hay déficit de alimentos, el agua se agota, se destruye el medio ambiente, se acaban los energéticos no renovables, la ruptura del tejido social está ligada a la violencia, se desperdició el bono demográfico, la democracia es de mala calidad y muchas cosas más de mala calidad, como las instituciones ligadas al Estado. Pero ahí no paran nuestras desdichas: estamos perdiendo historia, cultura y tradiciones, hay falta de cohesión y una moral social anómica; existe un fuerte enojo y casi a nadie le interesa lo que les pasa a los demás.

Es en este marco en el que deberíamos pensar el asunto de la educación superior, no en el contexto del mercado, del capital humano, exclusivamente. Hay que aumentar la cobertura y lograr un mayor equilibrio de la matrícula en el territorio y entre los grupos sociales. Asimismo, deberíamos discutir cómo apoyar la investigación en la universidad pública, porque el nuevo conocimiento elaborado, y traducido a la docencia, es una de las formas más concretas para elevar la calidad de la enseñanza. Los investigadores deben ir al aula sin estar obligados por la puntitis. Los profesores deben de tener tiempo para investigar. Y este vínculo de la investigación con la docencia flexibiliza el currículum, abre la puerta a la imaginación y a la creatividad. A producir trabajos originales y no refritos que se publican por normas absurdas de productividad. El vínculo investigación-docencia, además, es fundamental para la expansión de los doctorados, que es una acción prioritaria en el país.

Las universidades públicas, en particular, son claves para proponer soluciones a los grandes problemas nacionales y, por ello, tienen enormes retos que no pueden enfrentar si al tiempo no se transforman ellas mismas, para estar a la altura de las circunstancias y producir, transmitir y circular conocimiento pertinente para la satisfacción de las necesidades sociales.

El cambio en la universidad es para que la academia se sienta bien, actúe con libertad. Entonces, las relaciones en el campus universitario se hacen más frescas, más comunicativas, más integradas a los fines académicos de las instituciones. Se crea un clima participativo en las actividades académicas y en las institucionales para dirigir la academia.

Una buena comunicación entre autoridades, administradores y académicos es una ventaja para lograr una buena gobernanza, al servicio de la academia. Se alcanza más fácil establecer acuerdos entre grupos que tienen intereses distintos, pero ajustados a los principios institucionales, y gana legitimidad el rectorado.

En un ambiente universitario con participación ampliada en las decisiones que conducen a cada dependencia, y a la institución en su conjunto, se gesta cotidianamente un ejercicio que crea e introyecta un espíritu democrático a las nuevas generaciones. El esfuerzo colectivo, la democracia y el humanismo requieren estar presentes en la universidad, más que en otros períodos de la historia. Frente a la velocidad del cambio y lo efímero de casi todo lo social, la universidad va a recibir impulsos para cambiar más de prisa y atender demandas dinámicas y múltiples de la sociedad. Tendrá que cambiar y mantener su estabilidad política, pues ambas cosas son indispensables para actuar responsablemente frente a los requerimientos de la sociedad. Legitimidad y gobernabilidad van de la mano. Desburocratizar la academia y tener un rectorado eficaz y eficiente son requisitos de primer orden para que la academia haga bien lo que sabe y tiene que hacer.

En lo personal, como universitario, me gustaría que la política de educación superior se encamine a discutir cuestiones sustantivas; atajar de una vez lo que dificulta el trabajo académico, cambiar la evaluación del desempeño, enfocar en primer plano la trayectoria para darle posibilidades de futuro a los académicos jóvenes, abrir planes de superación, sanear el financiamiento y darle salida a la universidad al espacio público para que pueda agendar con la sociedad y el gobierno cómo vincularse con el medio local con fines de desarrollo territorial. Pasar a una nueva etapa. Pensar fuera de la caja. Programarnos en términos de un espacio de tiempo largo para llegar a la universidad que México necesita aquí, ahora y para los próximos 30 años.


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