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La salida de EU de la Unesco: La política de Trump contra el multilateralismo
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm. 727, pp. 4 [2017-10-19]
 

A la memoria del embajador Gonzalo Martínez Corbalá

Con tono consternado, Irina Bokova, directora general de la Unesco, anunció hace unos días la salida de Estados Unidos de esa organización. La decisión fue comunicada por el secretario de Estado, Rex Tillerson, quien argumentó que era un reflejo de “la preocupación de los EEUU con la deuda creciente con la organización y el continuado sesgo contra Israel en la Unesco”. Acotó sin embargo, que su país seguirá como “observador permanente “, para “contribuir con las opiniones, perspectivas y pensamiento estadounidense”. El hecho que al parecer motivó la salida de la representación norteamericana, y poco después la del propio Israel, fue la aprobación del organismo para declarar como Patrimonio de la Humanidad a la Ciudad Vieja de Hebrón, iniciativa impulsada por la delegación palestina.

Sin embargo, esta salida de EU de la Unesco no ha sido la primera, pues a fines de 1984 la representación estadunidense, a la que se unieron en ese entonces Gran Bretaña y Singapur, abandonó la organización para manifestar su rechazo al llamado Informe Mc Bride. El documento intitulado Un solo mundo, múltiples voces, pugnaba por un sistema de comunicaciones y de información más democrático, más respetuoso de los intereses nacionales y locales, así como por eliminar los obstáculos que impidieran la participación de los usuarios, una mayor integración entre cultura masiva y desarrollo. También el informe aspiraba a reorientar la dinámica de los medios de comunicación hacia preocupaciones de tipo educativo y científico.

Además de este incidente, en varias ocasiones ha habido otras confrontaciones entre la Unesco y el gobierno norteamericano, debido a lo que éste ha considerado como la “dictadura de la mayoría” compuesta por los países en desarrollo y sus aliados, para aprobar diversas declaraciones que, según EEUU y otros países, afectan sus intereses. En aquel entonces, eran los años del gobierno de Ronald Reagan y en esa ocasión el retiro de los norteamericanos duró hasta 2003. La reincorporación ocurrió durante la administración del entonces presidente George W. Bush, y fue anunciada en una ceremonia oficial por su esposa Laura.

El abandono de la Unesco por parte del actual gobierno norteamericano encabezado por el magnate inmobiliario Donald Trump es congruente con la política que su administración ha delineado en el terreno internacional. Hay varios ejemplos de su rechazo a diversos acuerdos multilaterales, entre los que pueden contarse las difíciles negociaciones para revisar el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN). Trump considera que los acuerdos que ha firmado su país en años recientes, han resultado “desventajosos” y prefiere hacerlo “uno a uno”. A lo anterior hay que agregar la negativa de su gobierno a firmar el Acuerdo de París para disminuir la emisión de los gases de efecto invernadero, aspecto esencial para reducir el calentamiento global. En este sentido, el argumento utilizado por la administración Trump es la incredulidad del mandatario respecto al cambio climático, al que ha llegado a considerar como “un engaño de los chinos”. En su propio país, el mismo gobierno ha comenzado a disminuir de manera dramática el alcance y las atribuciones de la Agencia de Protección al Ambiente (EPA, por sus siglas en inglés), al firmar una serie de convenios con diversas empresas extractoras de carbón para uso industrial.

Es claro, además, que después del fin de la II Guerra Mundial el multilateralismo fue la base para la creación de la ONU y de sus organismos especializados como la Unesco, UNICEF, FAO, OMS y OIT. Fue por ello que la directora de la Unesco consideró que la decisión norteamericana constituye una pérdida para el multilateralismo y “para la familia de la Unesco”. En sus consideraciones, “la universalidad es esencial para la misión de la Unesco y para construir la paz y la seguridad internacional frente al odio y la violencia, para la defensa de los Derechos Humanos y de la dignidad humana”.

Con esta medida el gobierno de Trump sigue “cumpliendo” sus promesas de campaña de recobrar lo que considera perdido y volver al “America first”, así como en su enconada lucha por echar abajo muchas de las medidas e iniciativas tomadas por su antecesor, Barack Obama. Sin importarle las críticas de la comunidad internacional—y aún de sus propios ciudadanos— y el peligro de aislar a su propio país, su estilo de gobernar busca imponer su obsesiva voluntad. No obstante, varias de sus iniciativas ha encontrado hasta ahora la resistencia del Congreso para su aprobación, y ha tenido que recurrir a decretos presidenciales. Muchos de sus detractores confían en que el pueblo norteamericano sea capaz de revertir este estado de cosas en la próxima elección presidencial dentro de cuatro años. Sin embargo, todavía es muy pronto para hacer proyecciones y predicciones optimistas, aunque en política todo es posible. Veremos.


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