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La rigidez de la evaluación académica
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 719, pp. 6 [2017-08-24]
 

Una vez más, he de insistir en que la evaluación del trabajo académico aplicada en México ha resultado inadecuada para el buen desempeño de investigadores y profesores. Los estudiosos del problema han esgrimido la necesidad de corregir los instrumentos, los procedimientos y el enfoque conceptual de la evaluación. Pero sus argumentos no han sido atendidos. La respuesta oficial ha sido homogenizar la recolección y el análisis de la información que reportamos los investigadores. Insisten en medirnos con una vara que no reconoce la enorme heterogeneidad que hay entre los académicos.

En varios textos he sostenido que el sistema de evaluación métrico ha terminado por instaurar un modo de producción del conocimiento que estimula una competencia mal sana y sesga la observación del desempeño, centrándose en la cantidad de productos que elaboran los académicos en un dado período.

A lo largo de los años, el tipo de evaluación implantado ha dejado una comunidad dividida en la que cada uno de sus miembros compite con sus pares para recibir transferencias monetarias, que están condicionadas para quien mejor se ajuste al juego, con las reglas que imponen quienes dominan los procedimientos y nombran las comisiones evaluadoras. Éstas últimas son las que marcan los ingresos que los académicos obtienen por medio de becas. La becarización es el concepto que capta la realidad, en la que está inmersa una buena parte de los académicos de tiempo completo.

Los académicos no responden a su malestar por miedo a perder las “ventajas” conseguidas. Nadie corre riesgos, por el temor de que en las próximas evaluaciones le vaya mal. Sin embargo, cuando hay una postura colectiva, y confianza en el sujeto que trasmite, entonces hay una probabilidad mayor de decir lo que se piensa. En esta tesitura ubico el comunicado de los colegas del CIESAS, y un documento que circula en las redes, que ya lleva casi tres mil firmas y que se espera que muy pronto llegue a cinco mil.

Destaco algunos puntos. La rigidez del instrumento (CVU), propuesto por el CONACYT para asentar la información, es la crítica más general. Porque la información del trabajo que proviene de distintas áreas o campos del conocimiento es distinta, en esencia. Dato que no puede ser ignorado. Es un tema discutido hasta el cansancio, durante muchos años. No lo han observado quienes tienen la responsabilidad de elaborar y aplicar las evaluaciones.

El trabajo que se realiza en cada campo de conocimiento es distinto. Esto es mayormente cierto en ciencias sociales y humanidades. No hay un método único, porque las teorías y las fuentes de información son muy variadas, lo mismo que los objetos de análisis.

Resalto, también, que los científicos sociales y los humanistas hacemos proyectos colectivos. Nos agrupamos e investigamos un problema desde distintos ángulos disciplinarios. Hay quienes estudian las grandes estructuras y sus largos procesos de cambio; hacen comparaciones cualitativas. Hay quienes trabajan información estadística y hacen series de datos y proyectan escenarios futuros. Hay quienes se meten a revisar archivos y documentos. Todos necesitan dos cosas: tiempo para el trabajo de campo y tiempo para elaborar sus datos, pensar y reflexionar. La productividad medida por el número de publicaciones es contraria al espíritu y al quehacer científico.

Aparte del tipo de producto, es fundamental que la valoración del trabajo se haga por el juicio intersubjetivo de pares mediante lectura de texto. Cuando son cientos de casos a evaluar, una sola comisión no los puede revisar en un lapso breve. No es aceptable que, por la presión del número de expedientes y del tiempo para revisar, se haya introducido la computadora para sustituir el juicio académico.

Es fundamental que un producto se ponga en el contexto de la trayectoria académica del investigador. De esta forma, se puede apreciar con mayor exactitud su contribución. Se debe analizar el periodo de evaluación junto con la trayectoria. Vale, además, enfatizar las diferencias generacionales, porque el envejecimiento de la planta académica debe tenerse en cuenta en lo que se exige para evaluar.

Por otra parte, la multidisciplina y la interdisciplina son frecuentes en los proyectos de investigación social. Y cómo bien decían Phare y Dogan, en la intersección se innova. La intersección aparece frecuentemente en las conclusiones, donde se echa mano de la interpretación. Una investigación bien hecha ayuda a intervenir socialmente, a orientar la solución de problemas prácticos, a tomar decisiones para políticas públicas, a orientar la opinión pública.

El registro curricular y la evaluación que pone el acento en los artículos en revistas indizadas, define que el conocimiento sólo llegue a unas cuantas decenas de colegas. Para las ciencias sociales y las humanidades existe el compromiso de contribuir a aumentar la capacidad cognitiva de la sociedad, que la ciencia llegue a públicos de lectores más amplios. Es una forma más democrática de ver el uso del conocimiento.

Bienvenida, nuevamente, la discusión sobre este tema.


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