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La marcha por la ciencia: A favor de la actividad científica
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 702, pp. 5 [2017-04-27]
 

Sí, había profesores e investigadores; contadas, excepcionales, las figuras públicas del sector científico que se aparecieron. La mayoría eran jóvenes promesas de diferentes programas de posgrado. Unos más acostumbrados a la irreverencia y a la manifestación pública de la inconformidad, como jóvenes que son; otros descubriendo que se puede alzar la voz y tomar, momentáneamente, las principales avenidas del centro de la Ciudad de México. Era “La marcha por la ciencia”, el pasado 22 de abril, precisamente en el “Día de la Tierra”.

El origen de las múltiples y diversas marchas que se realizaron en una treintena de países, y en alrededor de 600 ciudades de todo el mundo, fueron las alarmantes y controvertidas posiciones de Donald Trump, el presidente estadounidense. Sobre todo por lo que ha sostenido respecto al cambio climático, los inconcebibles “hechos alternativos”, la modificación de su sistema de salud, la intención de recortar el presupuesto para la actividad científica y el endurecimiento del sistema migratorio.

Desde luego, si las opiniones se convierten en acciones, como es el caso, el impacto será mayor en el sistema educativo y cientifico estadounidense, pero no quedará limitado a sus fronteras. Los efectos se expanden a todo el mundo, no solamente porque la actividad científica, el conocimiento, es una empresa de redes, colectiva, global, también por la interconexión e interdependencia que guardan las naciones.

No es fortuito que The Society for Social Studies of Science (4S), una de las asociaciones que agrupa a científicos de diferentes partes del mundo, fundada a mediados de los años 70, haya reafirmado su internacionalismo y su profundo aprecio por las diferentes perspectivas y experiencias de todos sus integrantes. De hecho, para su próxima reunión de agosto que se realizará en los Estados Unidos, ha decidido integrar un comité de apoyo a viajeros no estadounidenses y también acordó pluralizar los lenguajes de presentación de los trabajos, así que las presentaciones no solamente serán en inglés (http://www.4sonline.org). Un cambio notable.

Precisamente, como dice la frase que se volvió relativamente viral en las redes y en las pancartas de las marchas por la ciencia: “No hay un planeta B”. Efectivamente, hasta ahora no tenemos otra opción a la mano para echar a perder, así que lo que una nación haga o deje de hacer en la Tierra, tiene amplias repercusiones en el resto de países y debiera ser de interés de todos, sean emisiones contaminantes, flujo de personas o colaboración académica. Seguramente por esa razón y con la potencialidad de las redes sociales, la convocatoria a la marcha se convirtió rápidamente en más de medio millar de marchas en todo el mundo.

En un inicio, como se planteó el pasado mes de enero por científicos en Estados Unidos y a semejanza de la marcha de las mujeres, era manifestarse públicamente en defensa de la integridad de la ciencia, su relevancia para la construcción de una mejor sociedad y en favor de una elaboración de políticas fundada en evidencias (www.marchforscience.com). Una iniciativa que rápidamente respaldaron las principales asociaciones científicas de casi todo el mundo.

Sin embargo, aunque en la mayoría de las marchas de los distintos países se recuperó el asunto de los recursos financieros y la defensa de la actividad científica, también en cada uno se ponderaron diferentes aspectos. En México, seguramente porque una buena parte de los manifestantes eran estudiantes de posgrado, una de las expresiones más recurrentes fue la solicitud de becas para todos y un financiamiento suficiente para el sector.

Ciertamente, el número de marchistas en la Ciudad de México fue relativamente reducido —todavía menos lo fueron en otra docena de ciudades de la República—, aunque tal vez su importancia no se debe al volumen de personas que logró convocar. El cálculo de asistentes es variable, las cifras van de 1 mil 500 a 4 mil. Todos cupieron holgadamente a un costado del zócalo capitalino, ahí en la Plaza de la Fundación, esa plaza que está en Pino Suárez, frente a la Suprema Corte de Justicia.

Las pancartas de la marcha eran ilustrativas: “Más becas, menos diputados”; “No más recortes a ciencia”. “Un país sin ciencia, sin investigación y sin educación es un país dependiente”; “Ciencia para la vida, no para la guerra”. “Monarquía política y empresarial. Sin ciencia México será maquilador”.

El discurso de los oradores, en la Plaza de la Fundación, también enfatizó la importancia de los recursos financieros. Por ejemplo, algunos hicieron notar que no se cumple lo que dice la ley en materia de presupuesto para ciencia y tecnología, el esperado 1 por ciento respecto al PIB. Otros, principalmente los jóvenes oradores, demandaron un mayor número de becas y condiciones dignas para desempeñar su actividad.

En fin, lo peor es que no solamente se trata de seguir avanzando (mayor conocimiento para una mejor sociedad y exigir una elaboración de políticas basada en evidencias), sino también cuidar de no retroceder. Ahí están los recortes presupuestales, la cancelación de futuro para los aspirantes a científicos, las limitaciones en el acceso a los datos o la credibilidad de instituciones como el INEGI.


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