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¿Hacia dónde va la universidad en el siglo XXI?
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 700, pp. 18-19 [2017-04-06]
 

En un libro* reciente, un grupo de universitarios devarias instituciones del país y el extranjero, analizan y reflexionan sobre el rumbo que pueden seguir las universidades en México y América Latina. En el Coloquio “¿Hacia dónde va la universidad en el Siglo XXI?”, celebrada en la Coordinación de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México, y que dio fruto a este libro del mismo nombre, José Narro Robles, entonces rector de la institución., fijó una postura muy clara de lo que puede seguir para nuestras casas de estudios. Señaló, como muy importante, que la universidad pública en la región debe mantener su sello histórico: el compromiso social de la institución, hecho posible por su autonomía. Esta última, le permite ser una institución que genera espacios públicos, de libertad, democracia y justicia social, a la vez que alberga puntos de vista plurales en su seno para constituirse en un centro de debate racional, organizado, para su desempeño como conciencia crítica de la sociedad.

Enfatizó, igualmente, la relevancia que tiene la universidad para servir como espacio en el que convergen diversos flujos del conocimiento, que se originan globalmente y que pueden ser aprovechados en la solución de los grandes problemas nacionales. Asimismo, subrayó que, en América Latina, se impone la unión de esfuerzos institucionales para avanzar con mayor propiedad y proponer salidas satisfactorias a las demandas sociales emergentes.

Preguntas y respuestas del Coloquio

En el Coloquio, que reunió a académicos de Finlandia, Estados Unidos, Brasil, Uruguay y, de Guadalajara, Puebla y varias instituciones de la Ciudad de México, y enlazó vía internet a catorce instituciones hermanas de la República, nos propusimos discutir y cuestionar los avances de la investigación en la educación superior en México. ¿Qué conocemos? ¿Cuáles son las transformaciones del sistema educativo? ¿Qué cosas han dificultado la investigación? ¿Cuál es una posible agenda de investigación para los próximos años? ¿Cómo podemos unir esfuerzos los investigadores para producir nuevo conocimiento que sea pertinente para nuestras instituciones? El debate y las respuestas, se puede adelantar, no ofrecen como resultado un libro de prospectiva. Son una serie de textos que explican e interpretan los fenómenos que hoy enfrentan las universidades, a partir de una honesta reflexión intelectual, y los trabajos reflejan una realidad inacabada, que se asemeja a un blanco que se mueve incesantemente, al cual es difícil apuntarle, dispararle y acertarle.

Revela, asimismo, las distintas caras que muestra la globalización, para distintos grupos, en distintos espacios del mundo. Como quiera que se defina o se entienda la globalización, en ella la universidad ha continuado con la producción de conocimiento original, básico y aplicado, significativo e importante para distintas esferas de la sociedad, remontando sus desafíos.

En estas nuevas condiciones se ha mantenido como un reservorio del conocimiento históricamente acumulado. Los avances logrados por la universidad en esta época de cambios necesitarán discutirse vinculados a la aparición y presencia de la ciudadanía global. También con relación a la emergencia de las universidades denominadas de clase mundial, que ahora conviven con las universidades nacionales y locales.

A partir de vincular la producción de conocimiento y la innovación, se considera que esta última será un factor fundamental para modelar las tendencias futuras de la sociedad. Los nuevos moldes organizacionales de las universidades deberán ser evaluados y apreciados conforme a los resultados que se logren en este sentido; resultados que podrán derivar de la asociación de académicos instalados en distintas universidades, ubicadas en distintos países. En la sociedad red, se espera que las universidades operen mediante alianzas, que conjunten esfuerzos para aprovechar la circulación de los flujos de conocimiento científico a nivel mundial, para apoyarse y potenciar capacidades, de tal suerte que la ciencia y sus conocimientos sirvan al cambio de la propia sociedad, a escala planetaria, nacional y local.

En América Latina necesitaremos universidades públicas renovadas, que estén en la punta del conocimiento y con capacidad para formar científicos, profesionistas y ciudadanos.

En esta región del continente, la ola neoliberal alteró a la universidad y la ha hecho enfrentar tendencias muy complejas, como el cambio en la fisonomía del Estado y las relaciones del binomio público-privado. Éstas últimas se ejemplificaron en casos como Brasil, Chile y Colombia, países en los que la matrícula universitaria está más ampliamente representada en instituciones particulares.

En la región, las universidades han sido las principales proveedoras de conocimiento y tienen el gran reto de interactuar e integrarse de manera solidaria para enfrentar las amenazas a ser substituidas como los máximos enclaves de generación científica. Eso lo que quiere decir es que deben desarrollar con todas sus fuerzas la actividad de investigación. Tienen como exigencia principal mejorar su calidad académica, así como pugnar por el desarrollo sustentable de cada uno de nuestros países. No dejar pasar en sus planes y programas los aspectos éticos y políticos de la formación de los alumnos y abrir espacios públicos y democráticos de deliberación. Volverse instituciones sin fronteras y manejarse mediante estructuras flexibles para responder a los desafíos que se les presenten.

Un punto central, a mi consideración, es la necesidad de superar el encuadre burocrático que ha asumido la investigación, sujeta a esquemas de evaluación rígidos. Otro desafío se refiere a las dificultades que existen en la academia para analizar muchos de los efectos sociales que tiene la educación superior, en virtud de las deficiencias en las fuentes de información. Y un desafío más, es cómo resolvemos la necesidad de integrarnos en proyectos colectivos que ameriten un trabajo multidisciplinario.

Asimismo, hay muchos temas sobre los que se han hecho aportes de conocimiento, y, no obstante, todavía quedan por hacer indagaciones a un mayor nivel de profundidad, como por ejemplo, acerca de una mayor cooperación institucional, la apertura de nuevas opciones educativas, el diálogo entre investigadores y alumnos, los problemas pedagógicos y el uso de las nuevas tecnologías, etc.

Además, está pendiente continuar con una discusión de fondo para despejar hasta qué punto la producción de conocimiento ha servido a la toma de decisiones y la ejecución de políticas públicas. Finalmente, resalta lo expuesto sobre la necesidad de formar investigadores en el campo y atender, de manera especial, la multiplicidad de cuestiones que han alterado los viejos moldes de la docencia, como por ejemplo, la combinación entre el desgaste de la planta académica y el uso de nuevas tecnologías de la comunicación en el aula.

Hoy en día, la universidad pública, en México y en América Latina, se ha vuelto una institución a la que, pese su carácter autónomo, se le evalúa, se le audita y se le pide que rinda cuentas. Hasta ahora, las universidades han respondido a lo que han sido políticas centrales de los gobiernos, siendo la más destacada la de evaluación. Actualmente, se evalúa todo: insumos, procesos, productos, niveles de desempeño, calidad, etc. Todo lo cual está ligado al financiamiento, a la transferencia de recursos monetarios condicionados.

Los presupuestos institucionales, ligados al subsidio gubernamental, los salarios e ingresos de los académicos, las cuotas docentes, el prestigio institucional e individual se derivan, en muchos casos y circunstancias, de la evaluación, de las jerarquías institucionales establecidas en los “rankings”, de la competencia por ocupar posiciones de alto rango en la academia.

Este enfoque del manejo institucional ha dado pié al establecimiento de políticas educativas y académicas, y a cambios en las formas de administrar las instituciones públicas. Sin duda, las estructuras y funciones que se han creado con la política de evaluación representan uno de los nudos más apretados, cuando se piensa lo que puede venir en el futuro para las casas de estudios.

Ideas y propuestas para el futuro

Los miembros del Seminario de Educación Superior presentaron dos textos que se incluyen en este libro. En uno se insiste en que es necesario establecer una forma de evaluación que estimule la potencialidad docente y de investigación de los académicos. El trabajo incluye una sistematización de las críticas al modelo de evaluación vigente y una media docena de propuestas de cambio. De este trabajo, y del siguiente, se desprende que el sistema de evaluación que se aplica en México se ha convertido en una de las mayores trabas al trabajo académico y a la creatividad intelectual. Habrá que cambiarlo para que los académicos de las universidades públicas se enfilen a nuevos derroteros científicos.

En la evaluación se ponen en juego, por ejemplo, la confianza y la credibilidad hacia las instituciones, sus reglas, autoridades y órganos colegiados. El uso de instrumentos para calificar el desempeño, en el actual régimen de evaluación, funcionan como medios de control, sujeción y castigo a los actores que hacen la vida en el campus. Por eso, uno de los participantes del Coloquio insistió en la necesidad de tener en cuenta el contexto de las posibilidades materiales y humanas para alcanzar determinados objetivos. El asunto del contexto y de las culturas institucionales ha representado un punto de debate muy importante, en México, para juzgar el trabajo desempeñado.

En el Coloquio se formularon muchas preguntas sobre los actores y el futuro institucional de las universidades, el cual dependerá, en buena medida, de cómo los académicos construyan su oficio y de sí tienen la capacidad de organizarse y quitarse la imagen de ser meros espectadores de su realidad. Tengo la certeza de que las interrogantes levantadas harán que el lector de este libro se interrogue a sí mismo acerca de lo que les pasa a los académicos en estos tiempos. Una pregunta sustancial, formulada por uno de los ponentes, es sí los académicos podrán llegar, en algún momento, a constituirse como sujeto social e intervenir más directamente en la vida institucional.

Igualmente, la universidad pública, que ha sido conducida recientemente a partir de la lógica del mercado, tendrá un futuro que necesariamente atenderá a lo que hagan o estén dispuestos a hacer los jóvenes estudiantes universitarios. Han sido ellos los que muchas veces han salido a manifestarse en defensa de la universidad pública y la autonomía, a indignarse ante una privatización educativa bastante grosera, por decir lo menos. En nuestra región continental ha habido bastantes movimientos estudiantiles que han dejado enseñanzas muy valiosas para diseñar lo que sigue con un sector importante de la juventud y los impulsos que adquiera para hacer avanzar el progreso social.

La universidad pública en países como los nuestros seguramente irá experimentando nuevas formas de hacer la docencia y de traer el conocimiento al aula. La institución va a ir modificando sus tareas y funcionamiento en interacción con los cambios en los modelos de desarrollo que siga la sociedad, así como también en interrelación con las características que asuma el mercado laboral y el conjunto del sistema de educación superior.

Tendrán un papel cada vez más importante la educación en el posgrado, la formación de productores de conocimiento, así como también la educación abierta y a distancia. Asimismo, la universidad habrá de adaptarse a los cambios en las normas educativas que impongan los gobiernos, al tiempo que la universidad responda a las necesidades sociales emergentes.

Una cuestión que subyace a cómo será el futuro de la universidad radica en los ajustes o desajustes que sufra su organización. En México, el análisis organizacional de las universidades existe desde hace algunos decenios. Más recientemente, la llamada “nueva gestión pública” ha buscado instalarse en las universidades del país, a medida que ha avanzado la planeación estratégica como política gubernamental. La vinculación del sistema educativo, autónomo y público, con el Estado, las regulaciones que se introduzcan en las leyes que rigen los sistemas, llevarán a pensar y a actuar para cambiar la organización de las universidades. En el Coloquio se sugirió la necesidad de ampliar la agenda de discusión para el cambio, observando más la parte organizativa que se desprende de las políticas públicas.

Uno de los ponentes discutió un punto de sumo interés. Y es que se ha dado por sentado que la universidad en México, hoy en día, tiene una organización que resulta funcional para el trabajo académico, para cumplir con sus funciones sociales y para enmarcarse en las políticas gubernamentales. En estas condiciones, la universidad ha gozado de estabilidad durante el último cuarto de siglo.

Pero, frente a esta tesis, hay quien argumenta que los avances logrados, que están a la vista, pueden perderse por una inercia que torna rígida la organización del gobierno universitario, que la aleja de los principios y fines, cada vez más, a medida que la organización responde a una burocratización creciente y a intereses de los grupos directivos, dentro y fuera de las universidades. Se apela, entonces, al concepto de autonomía para que la universidad regrese a plantearse por sí misma cómo organizarse y gobernarse.

Asimismo, es indispensable entrar al análisis de las tensiones que causa el cambio organizacional, y las tensiones propias que provoca dicho cambio, en particular sobre la estructura y funcionamiento del gobierno universitario. Se ha sugerido mantener presente en el análisis las comparaciones institucionales que puedan hacerse entre las universidades públicas y las privadas, particularmente en aquellos países donde alguna de las dos resulte predominante.

Sí el cambio social en la actualidad tiene como motor el conocimiento, si las transformaciones se van a procesar en redes y con sistemas de comunicación cada vez más complejos, entonces nuestras universidades serán imprescindibles en esta y en las próximas etapas que se vivan en este siglo, para lo cual la investigación, la docencia y la vinculación con la sociedad deben estar estrechamente ligadas.

Al final del Coloquio quedamos con preguntas que necesitan investigarse. Responderlas será fundamental para tener proyectos políticos propios a la producción, manejo y distribución del conocimiento. ¿Cómo producimos conocimiento pertinente para enfrentar los grandes problemas nacionales que tenemos los latinoamericanos? ¿Cómo formamos seres humanos creativos, críticos, imaginativos, con una cultura de la innovación, éticamente correctos para colaborar en la transformación de su entorno? ¿Cómo refrendar la idea de que el trabajo académico de las universidades públicas es desinteresado y, al mismo tiempo, comprometido con las causas de transformación social? ¿Cómo hacer para que nuestro trabajo se realice sin fines de lucro? ¿Cómo lo liberamos del poder que no entiende lo que es la academia? ¿Cómo lo podemos orientar para estimular una mayor participación de los académicos en las decisiones institucionales?

Las universidades, en medio de un contexto histórico-estructural que responde a altas velocidades de cambio en la producción del conocimiento, envuelta, ésta última, en la prisa y en lo efímero, necesitarán tener capacidades intelectuales desarrolladas al máximo de sus posibilidades para responder a la incertidumbre, signo de los tiempos, transformarse, en un medio institucional que propicie una lógica expansiva de la investigación cuyos resultados colaboren al desarrollo de la sociedad.

La transformación de la universidad requerirá estar acompañada por un nuevo ethos académico, nuevas relaciones sociales en el aula, sistemas de evaluación de los que se aprenda para el cambio, y uso de controles para que se cumplan los fines sociales del conocimiento universitario producido. Profesores y estudiantes tendrán que interactuar entre sí mediados por las nuevas tecnologías de la comunicación, cada vez más enraizadas en la organización institucional de la universidad, en el llamado tercer entorno, que es una idea cuya existencia ya es bastante aceptada.

Finalmente, y siguiendo con esta línea de razonamiento, una de las cuestiones que dejó el Coloquio del 2015 ha sido que la universidad pública, en uso de su autonomía, tendrá que estar cada vez más involucrada en el desarrollo de la sociedad en donde se localiza, manteniendo su solidez académica basada en la ética y el rigor científico e intelectual de su labor.

Me parece que interpreto bien a mis colegas del Seminario de Educación Superior si concluyo diciendo que el Coloquio ha dejado muchas ideas que nos enriquecen para seguir nuestra labor, en un espacio colectivo, libre, consolidado como grupo de investigación, y con más potencialidades intelectuales, gracias a los aportes que nos dieron todos y cada uno de los participantes en la reunión. El evento recreó un marco de relaciones sociales que nos servirá para que podamos interactuar académicamente, analizar y darle el debido significado al rumbo histórico que sigan las universidades públicas en América Latina.

*¿Hacia dónde va la Universidad en el siglo XXI?, Humberto Muñoz, Coordinador. MAPorrua-UNAM, 2017.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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