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La renovación y sustitución de los académicos
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 176 [2006-05-11]
 

En un clima político que sea favorable a la educación superior pública en el país, la UNAM podría transformarse académicamente para cumplir mejor sus cometidos. Serviría de ejemplo de cómo una organización tan compleja puede modificar sus pautas de funcionamiento de una manera positiva para que se geste una mayor identidad entre la institución y sus miembros.

¿Qué queremos y podemos construir con base en nuestro presente? Tendríamos que ponernos de acuerdo en cuáles serían los ejes centrales del cambio para reconfigurar la academia. Por lo pronto, propongo tres: asentar la dinámica institucional en la producción, transmisión y distribución del conocimiento, lo que es indispensable en esta era; generar una mayor apertura a la colaboración y cooperación interinstitucional, estrechar lazos con la sociedad y atender a nuevos públicos; y darle mayor fluidez a las estructuras y procedimientos institucionales. En nuestro tiempo es imperativo favorecer la movilidad en todos los órdenes.

Entiendo que los lineamientos generales estarían integrados a un proyecto institucional según el cual se ordenarían los ámbitos de mayor atención para ser cambiados y se jerarquizarían los problemas a ser resueltos.

En correspondencia, habría una transformación fundamental en la naturaleza y la forma del quehacer académico para que los procesos ligados al conocimiento desempeñen un papel crucial en la Universidad.

Para avanzar hay un problema que es indispensable tratar: la renovación de la planta académica y el retiro de los académicos que han cumplido los requisitos de la jubilación. Las dos cosas van de la mano y requieren el establecimiento de políticas institucionales casi de inmediato, pero con proyección. Agrego que las pensiones y jubilaciones son uno de los problemas más agudos en la administración pública y que ya hay un primer estudio para las universidades.

Las tendencias que ha marcado la evolución de la planta académica de la UNAM indican que es impostergable solucionar esta cuestión. Para tal propósito se precisa una visión de lo que se quiera tener como profesores e investigadores en el futuro. También, sobre cómo despejar el espacio para que no se deje de aprovechar la experiencia que han acumulado nuestros líderes académicos.

¿Cómo mantener programas y áreas del conocimiento que no pueden desaparecer o debilitarse porque no hay quien sustituya a los que se marchan? ¿Cómo dar acceso a nuevos académicos que en efecto vengan a innovar en la investigación y la docencia? ¿Cómo reestablecer plenamente la esencia de las relaciones académicas que en alguna medida ha sido afectada por el envejecimiento de la planta? ¿Cómo vincular a profesores e investigadores para formar a las nuevas generaciones de académicos? No es posible seguir prolongando el ciclo de vida laboral de los académicos porque conlleva riesgos para la Universidad.

La falta de reemplazo generacional impuesta por la política de la ciencia y la educación superior en el país, la sobreevalución, el pago por méritos, la simulación y el individualismo, han terminado por debilitar el ethos académico e impedir el buen desarrollo de las universidades.

La renovación de la planta de académicos y el retiro de quienes tienen cumplida su antigüedad y edad son procesos que permiten darle sentido y significado a la academia para los tiempos por venir. El cauce de tales procesos está enmarcado en un conjunto de políticas públicas e institucionales, incluidas aquellas que tienen que ver con las posibilidades de vida, esto es con la forma y monto de las retribuciones económicas, y de un retiro digno.

A la fecha, varias instituciones están haciendo sus planes de retiro. La UNAM podría comenzar a hacer el suyo, previo un examen de los que ya operan, cálculos de los fondos que se requieren para establecer un programa a mediano y largo plazos, la distinción entre segmentos a los que se va a atender y en qué tiempos, el costo para mantener seguros médicos de por vida y la pertenencia a la institución de quienes se jubilen. Se trata de un fenómeno que tiene vetas materiales y simbólicas.

Los reglamentos y normas que se vayan a establecer en la UNAM reclaman tener en cuenta cuál es la dinámica a imprimir para ajustar a la institución a los tiempos del cambio nacional, la celeridad del avance del conocimiento, la forma como se mueva el universo educativo del que formamos parte, y cuáles son los posibles patrones emergentes de la demanda social. Asimismo, prever las acciones a seguir porque la renovación y el retiro de los académicos acarrean transformaciones de fondo en las prácticas del conocimiento y en las relaciones entre los actores universitarios.


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