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Por las humanidades y las ciencias sociales
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 670, pp. 6 [2016-08-25]
 

La globalización ha traído nuevas formas de lo social. Mediante el espacio informacional ha intervenido las relaciones sociales volviéndolas una red y ligado lo local con lo global. La esfera digital ha permitido que se compartan nuevos códigos y significados mediante la comunicación, “que se extiende a todos los ámbitos del acontecer social” (Castells, 2012). Al tiempo, la democracia se ha expandido, con diferencias entre los sistemas políticos. El poder y la política, también, han sido afectados por los medios de comunicación y los instrumentos como el internet. Las redes sociales, actualmente, han ganado peso político en la opinión pública.

Con la globalización llegó, igualmente, una excesiva concentración de la riqueza entre quienes controlan las finanzas y las empresas transnacionales. Hay una creciente desigualdad social a escalainternacional, y dentro de los países. La lógica del mercado ha sido incapaz de corregir la desigualdad y hasta de expandirse como mercado. La idea de que lo privado es superior a lo público ha terminado por destruir lo público y ha permitido que el Estado deje de proteger a sus ciudadanos. La droga, la violencia y las guerras focalizadas forman parte del escenario.

La globalización y la primacía del mercado han corrido juntos gracias a que el Estado cambió para apoyar y garantizar la operación y expansión del mercado. En este proceso, la mirada sobre lo social y sobre el mercado quedó subsumida en lo económico. La ganancia va por delante. La planeación y la evaluación pasaron a formar parte sustancial de las políticas públicas. Y, en esas condiciones, a todas las cosas se les ha buscado una medida. El reino de la evaluación se maneja en términos cuantitativos. La política misma está conducida con base en los números, reducida a los porcentajes de encuestas de opinión pública. Una lástima.

El avance de la ciencia y la tecnología forman parte de la globalización: han sido propulsoras y resultado del mismo proceso. A la ciencia se le ha utilizado para producir conocimiento que agregue valor en la economía. Y se le ha empleado para enfrentar el deterioro ambiental. También, ha colaborado para mitigar el hambre y la enfermedad, que abaten a grandes núcleos sociales, excluidos del progreso por la expansión del mercado.

El predominio del mercado como modo de vida se ha asociado al individualismo, al deterioro de la moral social. Un capitalismo que se volvió loco (Piketti, 2015) ha desintegrado los valores, pero ha tenido como respuesta, en algunas partes, el surgimiento de movimientos culturales, y por los derechos del hombre, que oponen resistencias a la visión occidental, como la única alternativa posible.

En países como el nuestro, la globalización excluyente ha contribuido a la ruptura del tejido social. La falta de solidaridad, y la incertidumbre, han generado desconfianza en las instituciones. Las personas han sido despojadas de su dignidad y a los pobres se les humilla. La anomia y el encono se hacen presentes y se les tilda de mal humor social. En México ha crecido el desinterés ciudadano por la política y se juzga muy mal a los políticos por corruptos. La crisis de la política asoma por la incapacidad del sistema para dar confianza en el futuro.

Este panorama de lo global ha tenido impacto, asimismo, sobre la educación superior. Es innegable la privatización de la enseñanza y el deseo de muchos jóvenes de educarse en instituciones privadas.

Se ha impulsado al conocimiento para que sirva a intereses privados y a la formación de profesionistas para el mercado laboral. Se ha puesto énfasis en promover carreras de carácter técnico y privilegiar las ciencias duras y las ingenierías. Se han limitado los recursos y el aliento a las ciencias sociales y las humanidades, porque el poder considera que son poco objetivas, carentes de rigor metodológico e imposibles de aplicar.

Pero, quienes mandan en el mundo, y aquí, no han podido descifrar cómo salir de la crisis recesiva en la que se encuentran las economías, y de la depresión social. Faltan teorías e instrumentos para crecer económicamente, lo cual estimula el autoritarismo y degrada la vida democrática.

Por ello, opino que es la hora de las humanidades y las ciencias sociales, particularmente en las universidades públicas, donde han cobrado mayor presencia. Doy las siguientes razones: las ciencias sociales y las humanidades, en combinación con otras ciencias, dan mejores soluciones para resolver los grandes problemas globales y nacionales, y para elevar la calidad de vida. Las ciencias sociales son indispensables para analizar, comprender, explicar y organizar la realidad social mediante propuestas y políticas para reconstruir el tejido social. Las humanidades, por su parte, educan para formar seres autónomos, reflexivos, cultos y creativos, impulsan la reflexión y la crítica para alimentar a la democracia y promover los valores cívicos. La universidad auténtica y propositiva cultiva las humanidades y las ciencias sociales, que son las que pueden contribuir a sacarnos de este enredo en el que nos han metido.


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