En una de sus últimas publicaciones como director saliente del Centro Nacional para la Evaluación de la Educación Superior (CENEVAL), Salvador Malo ha presentado una radiografía actualizada, clara y concisa de la educación superior mexicana. La breve caracterización de las instituciones mexicanas de enseñanza superior lleva por título "La educación superior en el nuevo milenio. Una primera aproximación". El trabajo en cuestión forma parte de una trilogía a ser publicada en la revista Este País, cuyas segunda y tercera partes serán "El uso de herramientas de evaluación externa en las instituciones de educación superior de México" y "Algunos indicadores de desempeño de las IES", respectivamente.

Malo destaca como característica principal del sistema, su heterogeneidad (antigüedad de las instituciones, tamaño, oferta educativa, así como su presencia e impacto en las diversas entidades del país). Se tienen también, por un lado, las instituciones más longevas, de mayor tamaño y diversidad de programas, que comprenden los niveles de licenciatura y posgrado; y por el otro, pequeñas instituciones de reciente creación, algunas con matrículas menores a 100 alumnos y cuya oferta se reduce a sólo uno o dos programas. En la actualidad (según datos de la ANUIES para el ciclo 2002-2003), existen 48 instituciones autónomas, 138 estatales, 159 federales y 850 particulares. Asimismo, más de 190 mil estudiantes asisten a escuelas normales, poco más de un millón 865 mil alumnos cursan una licenciatura en universidades e institutos tecnológicos (dos tercios lo hacen en instituciones públicas y un tercio en privadas) y casi 140 mil están en algún posgrado (60 por ciento en IES públicas y 40 por ciento en privadas).

A juicio del autor, el sistema de educación superior (SES) de nuestro país ha experimentado un largo proceso de construcción que se remonta hasta mediados del siglo XVI, cuando se fundó la Real y Pontificia Universidad de México. No obstante, es a partir de la segunda década del siglo XX cuando dicho sistema experimenta los mayores cambios. Así, a principios de la década de los cincuenta había en el país sólo ocho universidades públicas y cinco privadas, más otras cinco de carácter público para la educación técnica. Posteriormente, en la década de los setenta se crearon dos universidades públicas (la Autónoma Metropolitana y la Pedagógica Nacional), 28 nuevos institutos tecnológicos regionales, 17 institutos tecnológicos agropecuarios y tres de ciencia y tecnología del mar; además de una serie de centros de investigación en las ciencias y las humanidades. Sin embargo, durante los decenios de 1980 y 1990 la expansión fue todavía mayor, hasta llegar a más de 1 200 IES y una matrícula de más de dos millones de estudiantes (2 339 000) en licenciatura y posgrado.

Las diferencias entre las instituciones en términos de su tamaño y oferta son muy considerables, tal como lo subraya el autor, pues se tienen 39 con matrículas mayores a los 10 mil alumnos, en tanto que 728 registran menos de 500 alumnos. Asimismo, 24 ofrecen 100 o más programas académicos, mientras que 265 ofrecen un solo programa. Malo también destaca que el 85 por ciento de la matrícula se concentra en 25 carreras, ninguna de las cuales corresponde al área de las ciencias naturales y exactas. La tasa de titulación (cociente entre titulados y egresados) en licenciatura y posgrado es del 59 y 52 por ciento, respectivamente. Además, de las 1 167 universidades e institutos tecnológicos que registraron alumnos inscritos, únicamente 44 tuvieron alumnos en todos los niveles (licenciatura, especialización, maestría y doctorado).

Como puede verse, todos estos datos (de los que aquí se presentó una síntesis muy apretada), permiten tener una fotografía instantánea de la situación actual de las IES mexicanas. Ahora que estamos en vísperas de que los candidatos presidenciales hagan sus propuestas de política en materia de educación superior y que posteriormente las pongan en práctica, el conocimiento de qué es y cómo ha venido transformándose el sistema de educación superior constituye un elemento imprescindible para la discusión y el planteamiento de dichas políticas.