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La UNAM hacia adelante
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 640, pp. 6 [2016-01-14]
 

Transitamos el cambio de rector sin sobresaltos. Durante el proceso sucesorio observamos que la institución había avanzado académicamente, gracias al compromiso de sus profesores e investigadores, y en virtud de que pudimos trabajar en un clima de estabilidad. En lo que sigue, tendremos que consolidar logros; y, para ello, será necesario cambiar lo que se ha desgastado y transformarnos, introduciendo lo nuevo, para ir hacia adelante.

Es menester lograr acuerdos básicos, entre autoridades y comunidad, para que cualquier cambio mantenga cohesionada a la Universidad, para establecer los puntos que deben atenderse, los mecanismos de atención, y los tiempos, teniendo en cuenta que, en algunos objetivos, habrá que sentar bases para el largo plazo. La plataforma de lanzamiento que alcanzamos a construir en los últimos dos periodos rectorales nos otorga ventajas para proyectarnos hacia la mitad de este siglo.

Por ahora, tener claro el papel social de la Universidad es indispensable porque, posiblemente, enfrentaremos dificultades. En los próximos tres años, estaremos expuestos a presiones sociales, políticas y demográficas por el acceso a la educación superior. La falta de crecimiento de la economía, el manejo de los recursos públicos de parte del gobierno y otras cuestiones, como la violencia, indican un horizonte inmediato de restricciones, particularmente complicado. Es posible que el gobierno federal restrinja más el gasto público y que los presupuestos de egresos, como el de 2016, no incentiven el crecimiento económico, y tampoco al sistema educativo. Los universitarios estamos preocupados por el financiamiento de la educación. Confiamos en que los recursos que se reciban estarán destinados a las prioridades de desarrollo institucional.

El bono demográfico, además, seguirá presionando por educación superior y al mercado laboral, en el que harán falta más de un millón de empleos en el periodo (2016-2018), incluidos los empleos para los profesionistas, sector que mantiene altas tasas de desempleo. El contexto para hacer cambios institucionales será más complejo, con recursos restringidos, en medio de procesos electorales.

Será fundamental entender lo que ocurra en el país, y con la política educativa, para ubicar a la Universidad en planos de menor riesgo y mayor capacidad de desempeño. Para lo cual la cohesión, el diálogo y la comunicación de las autoridades con académicos y estudiantes son indispensables. Habrá que actualizar la docencia. Los retos exigirán nuevos modos de enseñanza. Las tecnologías han cambiado el proceso de enseñanza-aprendizaje, y las relaciones sociales en el aula. Es importante discutir, sin prisas, los asuntos pedagógicos para mejorar la trasmisión y recepción de conocimientos, y para que la información se elabore y se transforme en conocimiento.

La información que se recibe por internet ha otorgado a los estudiantes facilidades para redactar sus textos, que no son enteramente una reflexión propia. Se usa la información sin crear conocimiento original. Se requieren nuevas prácticas y más atención de los profesores a los alumnos. La universidad tendrá que facilitar el uso del internet en todas sus instalaciones y estimular el trabajo en equipo, directamente o por la red.

Asimismo, necesitamos discutir cómo incrementar la movilidad de estudiantes en la institución, a partir de la licenciatura, de una facultad a otra, en carreras afines a sus intereses de aprendizaje.

Orientados por un profesor, los estudiantes pueden diseñar una parte de lo que quieran aprender. La participación en distintos medios académicos desarrolla la capacidad de adaptación, indispensable en la dinámica actual del empleo. La movilidad estudiantil puede fortalecer el tejido social universitario.

Crear buenos profesionales y científicos requiere, desde la licenciatura, una buena formación metodológica. Los alumnos deben ser entrenados en el pensamiento crítico, adquirir una actitud reflexiva e instrumentos para que su trabajo profesional se base en una práctica científicamente rigurosa. Las investigaciones o experiencias realizadas por los alumnos, en los últimos semestres, deben contener, obligatoriamente, trabajo de campo, particularmente en las ciencias sociales y las humanidades.

Más de la mitad de los estudiantes de licenciatura de la UNAM tienen padres que no estudiaron en una universidad. Para ellos en especial, y para todo el alumnado, la institución debería proponerse entregar capital cultural. Por ejemplo, ningún estudiante que vaya a egresar de la UNAM puede ignorar la obra literaria de nuestros grandes escritores, así como los clásicos universales de las letras. La universidad requiere encargarse de que sus alumnos vayan a sus teatros, a ciclos de cine, a visitar los museos. El rendimiento académico y las posibilidades de empleo al egreso varían con el capital cultural que se posee. Participar en lo global, requiere que los egresados tengan una cultura cosmopolita para moverse en el contexto internacional.

Finalmente, para ir hacia adelante, se requiere que los académicos de carrera dediquen tiempo de trabajo para atender a los estudiantes fuera del aula. Las relaciones profesor-alumno son, ni más ni menos, la conexión crucial de una comunidad académica.


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