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Punto de agenda: Rezago educativo
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 639, pp. 5 [2016-01-07]
 

La agenda educativa del año que comienza tiene muchos pendientes, un tiempo limitado y un panorama económico poco alentador. Ya estamos en la segunda mitad del periodo de esta administración y aunque la reforma educativa —especialmente la evaluación docente— tiene acaparada la atención pública, vale la pena recordar que está irresuelto el asunto del rezago educativo.

Al inicio de la actual administración, de forma correcta y recuperando el diagnóstico de la UNAM (“Plan de diez años para desarrollar el Sistema Educativo Nacional”), se dijo que habría que ocuparse de atender a la población adulta en condición de rezago educativo. En general, como se sabe, el rezago se refiere a las personas mayores de 15 años que son analfabetas o que no han concluido su educación básica.

En los primeros meses del 2013 se habló de una campaña sin precedentes para abatir el rezago, una que haría eco de algunas de las experiencias más notables en materia de alfabetización. En ella, se dijo, participarían egresados universitarios, grupos de la sociedad civil, maestros y cualquier persona interesada en colaborar, todo con la idea de disminuir en 60 por ciento el rezago educativo para el final del sexenio (El Universal 12.03.2013).

Después, en el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 (PND) la idea se plasmó con números y acciones. Por ejemplo, se anotaron las cifras del rezago educativo: “Alrededor de 32.3 millones de adultos no han completado la educación básica, lo que equivale a 38.5 por ciento de la población mayor de 15 años. En esta cifra se incluyen poco más de 5.1 millones de personas analfabetas…” (p. 61).

También, en el mismo PND, el asunto de disminuir el rezago quedó enmarcado en el objetivo de garantizar la inclusión y equidad en el sistema educativo. A su vez, la idea de la campaña a favor de la alfabetización tomó forma en las acciones de ese mismo objetivo, considerando que se establecerían alianzas con instituciones de educación superior y organizaciones sociales.

La enunciación de una estrategia más clara sobre el tema del rezago apareció en el programa sectorial en diciembre de 2013. Ahí se anotó que se intensificarían y diversificarían los programas para la educación de las personas adultas y se anotaron una decena de acciones, entre las que estaba la realización de campañas, desarrollo de modelos de atención y uso de tecnologías para favorecer el acceso de las personas adultas a la educación.

Incluso, todavía más, en mayo de 2014, medio año después de que se publicó el programa sectorial, la preocupación por el rezago educativo volvió a cobrar relevancia porque apareció un programa institucional específico para esos efectos: “El Programa de Alfabetización y Abatimiento del Rezago Educativo 2014-2018” aprobado por el mismo Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA).

Tal vez uno de los aspectos más sobresalientes del programa institucional fue la precisión de que su población objeto serían 3.8 millones de personas analfabetas. Esto es, a los 5.4 millones de personas que no sabían leer y escribir en ese entonces, le restó 1.6 millones de personas que “ya no se podían incorporar a un proceso de aprendizaje”, ya fuera por limitaciones (físicas y/o mentales) o por contar con más de ochenta años, y de la cifra resultante estimó que alfabetizaría en el periodo a 2 millones 225 mil personas.

Así, según los cálculos de INEA, el índice de analfabetismo disminuiría de 6.0 a 3.4 por ciento entre el 2013 y el 2018. También estimó que el índice de rezago educativo pasaría de 37.6 a 32.9 por ciento en el mismo periodo. Esas fueron y son sus metas.

Es decir, en promedio y de acuerdo a las cifras del propio INEA, cada año, entre el 2014 y el 2018, deberían alfabetizarse alrededor de 550 mil personas para cumplir con lo planeado en el programa institucional. Pero no. Por lo menos todavia no se aprecia una disminución de esa magnitud.

Según los datos de los anexos estadísticos del 3er Informe de gobierno, en el año 2013 el número de personas alfabetizadas sumaron 112 mil, en el 2014 fueron 182 mil y estima que en el año actual serán 392 mil (p.261). Es decir, en los últimos tres años, desde que comenzó la campaña, se han alfabetizado poco más de 680 mil personas. Un ritmo que no alcanzará la disminución proyectada en el tiempo previsto.

La tarea se complica todavía más si se considera que el abandono escolar alimenta e incrementa la cifra del rezago. Además, habría que contar el ya conocido volumen global de personas que no han concluido su educación primaria (casi 10 millones) o secundaria (17 millones). Sin duda, el rezago educativo debe figuarar como primer punto de agenda.


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