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La importancia de la querella por la educación
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 615, pp. 6 [2015-07-09]
 

En México vivimos un periodo de conflicto, tensiones, violencia e incertidumbre. No llegan las respuestas políticas que impulsen el crecimiento económico, disminuyan la desigualdad e instalen un sistema de vida democrático con representación legítima de la ciudadanía. Hay incredulidad. Los mexicanos no estamos convencidos de que el rumbo que se sigue sea el correcto.

El gobierno está exigido por la sociedad mexicana, desde hace tiempo, para que haga la reforma del Estado. Está exigido para que brinde seguridad, para que indique cuál es el horizonte del país que se perfila, para que señale cómo se relacionan las reformas establecidas y cuáles son sus implicaciones sobre el bienestar y la reconstrucción del tejido social.

En materia educativa, el gobierno no ha recuperado la rectoría del Estado. Por ahora, está encerrado en un juego de presiones cruzadas por parte de las fuerzas que se manifiestan en este campo. El movimiento magisterial contra la reforma educativa lleva muchos meses y no tiene visos de apagarse. No hay señales públicas de negociaciones que lleven a un buen fin. El sindicato (SNTE) se está manejando con un perfil bajo, pero tiene sectores descontentos con la reforma, a los que les falta fuerza para hacerse presentes. Los grupos empresariales y los poderes fácticos, por su parte, han alzado la voz para exigir que se tomen medidas de transformación del sistema educativo con una perspectiva de mediano plazo. Medidas que son de su conveniencia con una visión desde el mercado. La querella por la educación ahí está. Nada está dicho en definitiva.

La sociedad está en el escenario y se mueve. Hoy tiene la expectativa de un desarrollo social con mayor bienestar, seguridad y participación en las decisiones nacionales. Pero la sociedad no encuentra por dónde expresarse ante una clase dirigente insensible. La fractura entre la clase dirigente y la sociedad es uno de los rasgos del modelo de conducción política que sigue el gobierno.

Entre el gobierno y las fuerzas políticas que se hacen presentes en el campo educativo hay un juego para definir quién puede imponer una hegemonía a través del control de la educación y la cultura. La hegemonía política de quien domine el campo educativo se relaciona con las medidas que se tomen desde el gobierno para alentar el crecimiento económico y las pautas de desarrollo social. De ahí la importancia de cómo se resuelva la querella por la educación en términos de una mayor o menor presencia de las lógicas de mercado y del uso de la educación para combatir la desigualdad social.

La fuerza con la que salga el Estado de esta lucha en la esfera del poder es crucial sí, en efecto, se pretende crear una sociedad democrática, con derechos e inclusión para reducir los niveles de desigualdad entre las personas y las regiones del país. La energía del Estado es vital para reducir el analfabetismo y el rezago educativo, y para que los jóvenes de familias en los grupos vulnerables puedan tener oportunidades de estudio en el nivel superior.

Lo que está en juego es que el Estado tenga la posibilidad de crear un clima democrático, y que a través de la educación los mexicanos tengan capacidad para participar en la selección de fines y medios de desarrollo. La salida del juego debe permitir al Estado reformarse e instalar un modo de vida ciudadano que reconstruya el tejido social. Y para ello se necesita que en la educación se enseñe, además de conocimientos pertinentes, a respetar y tolerar los distintos modos de ver y vivir la vida. Que en un país, como el nuestro, que es un mosaico cultural podamos convivir todos juntos. Hay que dejar de ser un país de paso y construir, con la educación, horizontes propios.

Es indeseable que al término de la contienda tengamos un Estado anoréxico. Porque lo que necesitamos es que tenga fuerza para hacer y conducir un nuevo pacto social, para reconfigurar el poder económico y político, establecer una visión de rumbo orientada por una ideología que promueva restituir el tejido social. Un pacto que englobe mecanismos de negociación, que construya una institucionalidad que enmarque la resolución de conflictos entre fuerzas antagónicas, que abra espacio a las oposiciones y ejecute políticas que efectivamente reduzcan las desigualdades existentes entre las distintas franjas que componen México.

La reforma del Estado contempla el establecimiento de un pacto de dominación que permita a la sociedad intervenir para modificar los términos del mismo, cuando así convenga a las partes. Con lo cual obliga a todos a trabajar por un buen sistema educativo. Necesitamos un pacto político que fortalezca la legitimidad del régimen, la credibilidad y la confianza en las instituciones, que establezca nuevas reglas para cambiar a quien esté en el poder y para controlar el cauce del desarrollo y los procesos políticos, rumbo a una democracia satisfactoria y mejores niveles de vida para las grandes mayorías.


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