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Por una buena educación superior
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 610 [2015-06-04]
 

El sistema de educación superior es un conjunto heterogéneo de instituciones académicas con diversos propósitos y medios. Tenemos instituciones de distinto régimen de sostenimiento y de distinto régimen jurídico, unas que incluyen varios niveles educativos (del bachillerato al doctorado), otras muy especializadas en áreas del conocimiento con solo doctorado, universidades con tradiciones y costumbres diversas, con capacidades desproporcionadas de investigación, docencia e intelectuales. En el sistema de educación superior hay una profunda desigualdad institucional que necesita corregirse mediante distintos tipos de políticas para lograr una mejor educación.

En el sistema educativo, las universidades llamadas de investigación gozan de mayor reconocimiento. La investigación combinada y traducida a la docencia crea espacios académicos en los que se producen cuadros científicos y conocimiento que contribuyen al desarrollo de la sociedad.

En la era de la globalización y de la sociedad red, producir conocimiento es indispensable y es la condición para tener una buena enseñanza. Así, es prioritario fortalecer a las universidades e instituciones en las que se hace investigación y docencia. Una buena educación superior se logra mediante el concurso de la ciencia y la tecnología y deben incluirse en un mismo conjunto de políticas. Hay que pugnar para que los esfuerzos de una academia de alto nivel se multipliquen en aquellas entidades del país más atrasadas en materia científica.

El reto más difícil está en el campo de la docencia. Para un cambio tan veloz del conocimiento se necesita sacudir y tirar las viejas formas de enseñar y aprender. Superarse en la docencia requiere movilizar a la academia para que reflexione sobre qué enseñamos, cómo estimular a los estudiantes para que sean proactivos y creativos, y cómo cubrir las nuevas maneras de ejercicio de las profesiones, bajo la siguiente perspectiva: formar egresados íntegros y dignos, habida cuenta de los requerimientos que plantea el mundo del trabajo en distintos segmentos del mercado laboral. Tener políticas de innovación de la docencia es una prioridad, en el entendido de que el conocimiento que se trasmite tiene un contenido científico, humanístico y tecnológico. Además, las instituciones deben otorgar la misma importancia a la docencia que a la investigación.

Una buena docencia supone: tener un profesorado que cuente con la posibilidad de hacer carrera académica en el largo plazo, programas de superación de la planta académica, condiciones de comunicación y diálogo entre los docentes, condiciones de trabajo e infraestructura adecuadas para una interrelación docentes-alumnos más intensa, modificar la distribución de los tiempos de trabajo, sistemas de toma de decisiones académicas con participación de profesores e investigadores. Fortalecimiento de cuerpos colegiados.

Entre los estudiantes hay que evitar que deserten en los primeros semestres, tener en cuenta que muchos estudian y trabajan, que trabajan para sostener sus estudios o para ganar experiencia, que en las instituciones hay una enorme mezcla de culturas juveniles y divisiones por clase social. Asimismo, las instituciones deben generar condiciones para el trabajo en equipo y para que los estudiantes socialicen en espacios escolares. Es primordial entregar todo el capital cultural que sea posible. Conocimiento, experiencia laboral y capital cultural son tres factores que influyen en el logro de trabajo al egresar de los estudios.

La situación social del país está demandando a las instituciones de educación superior, particularmente a las universidades públicas, que respondan con propuestas de solución a los problemas del entorno. Para satisfacer muchas de las demandas, la universidad debe prepararse para participar en proyectos comunes de desarrollo, abrirse, para vincularse lo más estrechamente posible con su entorno social, para que los actores del mismo puedan apropiarse del conocimiento que produce con el fin de elaborar y poner en marcha estrategias tendientes al mejoramiento del nivel de vida de la población. Las instituciones de educación superior deben ser promotoras y ejecutoras de proyectos que contribuyan al desarrollo local.

Habrá que tener un mayor intercambio internacional de profesores y estudiantes lo cual será benéfico para la educación superior del país. Se debería intensificar los nexos con países latinoamericanos y promover la presencia de extranjeros en aquellas universidades del país que faciliten acomodarlos. En el corto plazo, la salida de mexicanos para hacer academia en otros países tendrá una mayor posibilidad que el flujo demográfico inverso, entre otras razones por la inseguridad.

Hay consenso entre analistas y comunicadores de que las burocracias en las instituciones de educación superior vienen significando un lastre para el desarrollo de más y mejores resultados académicos, no sólo por lo que representa su costo, sino también por la enorme cantidad de regulaciones e imposiciones al trabajo académico. Los órganos directivos de las instituciones necesitan modernizarse, ubicarse en los nuevos tiempos, para que estén al servicio de la academia. En suma, tener una buena educación superior, para todos los que van a pasar por este nivel, requiere políticas enfocadas a mejorar las instituciones, con lo cual se logrará, además, que la educación sea pertinente.


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