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Universidades de EU van contra la cultura bacanal de Animal House
Marion Lloyd
Campus Milenio No. 598 [2015-03-05]
 

En noviembre, la revista Rolling Stone publicó un reportaje sobre una supuesta violación en banda de una estudiante de la Universidad de Virginia, durante una fiesta en la fraternidad Phi Kappa Psi. El artículo desató un gran escándalo y sirvió para galvanizar un creciente movimiento en Estados Unidos contra las fraternidades universitarias. Eso, a pesar de que la revista después admitió “discrepancias” en el reportaje (la reportera no entrevistó a los supuestos violadores, por miedo a exponer a la presunta víctima).

A fin de cuentas, no sería el único caso de una violación sexual dentro de una fraternidad, cuya cultura de excesos fue retratada en la película Animal House de 1978. Poco ha cambiado desde que John Belushi actuó el papel de un estudiante amante de la mala vida. Las fraternidades, clubes residenciales de estudiantes masculinos, siguen siendo el corazón de la vida social en muchas universidades estadunidenses. Y generalmente para mal.

Según el artículo en Rolling Stone, la estudiante de 18 años, quien fue identificada como “Jackie”, fue violada por siete miembros de la fraternidad. Ellos tomaron cerveza tras cerveza mientras incitaron a sus amigos a seguir asaltándola. Uno de los atacantes, inclusive, introdujo una botella en su vagina. Finalmente, dejaron a “Jackie” inconsciente y sangrando en el piso en una recámara de la fraternidad. Casi igual de indignante fue la reacción de sus amigas: le pidieron a “Jackie” que no reportara la violación, para el “bien de su reputación” y para que pudieran asistir a futuras fiestas de la fraternidad, según el reportaje. Persuadida, ella tardó un año en reportar la violación a la administración universitaria, cuando ya era difícil tomar medidas legales.

Para muchos, el reportaje en Rolling Stone fue una prueba irrefutable de que las fraternidades ya no deben de existir —tanto por los frecuentes casos de abuso sexual cometidos por sus miembros como por su papel en fomentar una cultura de abuso de alcohol. Ambos temas se han vuelto prioridad para la Casa Blanca, que está presionando a las universidades a tomar cartas en el asunto.

La Universidad de Virginia, institución fundada por Thomas Jefferson en 1819, es tan famosa por sus fiestas como por su alto nivel académico. Pero eso podría cambiar a partir del reportaje de Rolling Stone. A finales de noviembre, la universidad suspendió actividades en todas sus fraternidades. Miembros de Phi Kappa Psi tuvieron que desalojar su fraternidad después de recibir amenazas de muerte y de que su residencia fue vandalizada. Y hubo amenazas contra la decana que recibió el reporte de “Jackie” por supuestamente intentar encubrir el caso —acusaciones que ella niega.

La comunidad universitaria también ha expresado su ira en marchas y a través de los medios de comunicación nacionales. En un reportaje en diciembre en la revista Slate, el estudiante de leyes de UVA Colin Downes calificó a las fraternidades de “pandillas callejeras criminales” y propuso confiscar sus bienes económicos. “Mientras el problema de asalto sexual en los campus es complejo,” escribió, “una cosa es clara: algunas sedes de fraternidades —llamémoslos sedes delictuosas— están operando tan fuera de los límites de comportamiento aceptable que representan una amenaza activa a las comunidades universitarias”.

No obstante, la Universidad de Virginia no es la única institución en tomar medidas contra las fraternidades, después de recibir acusaciones de violaciones y otros abusos sexuales. Otras que han emitido sanciones en meses recientes incluyen la Universidad de Wesleyan, en Connecticut, la Universidad de Texas y la Universidad de Yale, entre otras. Y en enero, la Universidad de Dartmouth, la institución Ivy League que fue retratada en la película Animal House, tomó la acción inédita de prohibir el consumo de alcohol duro dentro de su campus. Dartmouth estuvo haciendo control de daños después de que el número de solicitantes de admisión bajó 14 por ciento el año pasado, en gran medida debido a varios casos de supuesta violación dentro de sus fraternidades. La universidad está entre las más de 80 instituciones de educación superior que están siendo investigadas por el Departamento de Educación federal por su manejo de supuestos casos de abusos sexuales.

No es la primera vez que se cuestionan los excesos dentro de las fraternidades, cuya historia es casi tan antigua como la de las propias universidades. No obstante, la cultura universitaria ha cambiado mucho desde que la primera fraternidad se abrió en 1825 en Union College, en el estado de Nueva York. En ese momento, había solo 4 mil 600 estudiantes universitarios en todo Estados Unidos, según un reportaje de la revista Atlantic Monthly de 2014. A los estudiantes, la mayoría de familias ricas, se les ocurrió la idea novedosa de que la universidad podría ser divertida. Hoy, uno de cada ocho estudiantes vive en una fraternidad o una soridad (la versión femenil, que también ha sido blanco de críticas), según el reportaje.

Para sus defensores, estas instituciones promueven lazos sociales valiosísimos para sus miembros, además de servir como redes de empleo después de graduarse. Para sus detractores, las fraternidades son los principales culpables de fomentar una cultural nociva de abuso de alcohol, con consecuencias que van desde violaciones hasta la muerte.

A pesar de que la mayoría de estudiantes en el país no cumple con la edad legal de consumir alcohol, de 21 años, 75 por ciento reportan tomar alcohol de forma regular, según un estudio de 2014 del Instituto de Investigación Social, de la Universidad de Michigan (Monitoring the Future: National Survey Results on Drug Use 1973-2013). Y muchos toman en exceso: 40 por ciento reporta haber tomado cinco o más bebidas alcohólicas de forma seguida en los últimos 30 días, según el mismo estudio.

La prevalencia del abuso de alcohol es mucho más alta para los miembros de las fraternidades y soridades, según un estudio de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard. El estudio, que fue realizado en 1998 y que sigue siendo el referente en el tema, encontró que 86 por ciento de residentes de fraternidades y 80 por ciento de residentes de soridades habían consumido más de cinco tragos en sucesión en los últimos 30 días —el doble de la cifra para estudiantes que no fueron miembros. Aún para los miembros no residentes, la probabilidad de consumir en exceso fue más alta: 71 por ciento de los hombres y 58 por ciento de las mujeres de este grupo.

Los efectos de esa cultura pueden ser devastadores. Cada año, mil 825 estudiantes entre las edades de 18 y 24 se mueren por accidentes relacionados con el alcohol, según las cifras más recientes del Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y el Alcoholismo. Aunque muchos fallecen en accidentes automovilísticos, un número alarmante muere por causas más absurdas. Por ejemplo, docenas de estudiantes han muerto o sufrido lesiones graves al caer de altos pisos de las residencias de las fraternidades, después de tomar demasiado, según el reportaje del Atlantic Monthly. Otros fallecen después de ser sometidos a ritos de iniciación a los clubes (hazing en inglés), que obligan a los postulantes a consumir grandes cantidades de alcohol.

A su vez, 97 mil estudiantes estadunidenses son víctimas de ataques o violaciones sexuales, en actos relacionados con el consumo excesivo de alcohol, según cifras del Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y el Alcoholismo. Un porcentaje alarmante de estos casos ocurren dentro de las fraternidades, según el artículo del Atlantic Monthly, intitulado “El poder obscuro de las fraternidades”.

Los clubes también son blanco de críticas por su poca diversidad, ya que la mayoría de sus miembros son hombres blancos de familias acomodadas. Según escribió el columnista del New York Times, Frank Bruni, en diciembre: “Las fraternidades cargan con una culpa que va más allá de la violencia sexual y el daño personal. Es el grado en que contradicen una de las misiones más importantes de la educación superior: dar a los estudiantes una amplitud de perspectivas” (“A Pox on campus Life” (una maldición en la vida del campus).

Pero si son tan nocivas las fraternidades, ¿por qué están permitidas dentro de tantas universidades? Según Caitlin Flanagan, quien pasó un año investigando a estas asociaciones para su artículo en el Atlantic Monthly, tres factores explican su persistencia: dinero, poder y tradición. Las fraternidades, que forman parte de agrupaciones a escala nacional, reciben millones de dólares a través de las cuotas de membresía y de donativos de sus egresados. El dinero es usado para cabildear en las universidades, los tribunales y hasta en el Congreso nacional, en donde han logrado conservar dentro de la ley de educación superior el derecho a la libertad de asociación.

En el caso de las administraciones universitarias, hay razones más pragmáticas que explican su permisividad hacia las fraternidades. Primero, éstas sirven como una fuente de vivienda gratis o de bajo costo para la universidad. Segundo —y quizás más importante— los egresados que fueron miembros de estos clubes suelen ser más espléndidos a la hora de donar a sus universidades.

Por último, acabar con instituciones con tanta historia no es fácil. En la Universidad de Harvard se lleva 20 años debatiendo si su versión de las fraternidades, conocidos como los clubes finales (final clubs en inglés), debe admitir mujeres. Aunque los miembros de los clubes finales no residen allí, los clubes son el sitio preferido para las fiestas —en gran medida porque, al ser privados, no tienen que cumplir con el límite de edad para consumir alcohol. Eso reduce la demanda por bares —y con ello, la cultura del consumo ilegal— en las afueras de la universidad. Pero también crea un ambiente en que las mujeres, sobre todo, son vulnerables a ser abusadas sexualmente.

Al hacerse de la vista gorda a los abusos que ocurren dentro de estos clubes sociales, las universidades están demostrando sus propias prioridades institucionales. Tendrán que decidir cuál es más importante: ¿La fiesta o la seguridad de sus estudiantes?


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