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Recuperar los valores fundamentales, un propósito del movimiento social
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 589 [2014-12-18]
 

En cuestión de horas, adquirimos la sensación de que el país cayó en una crisis profunda, producto de los grandes procesos y tendencias estructurales por los que se le ha conducido. A raíz de los eventos de Iguala, el malestar social salió a flote. La reacción ha sido un movimiento social, que ya no es sólo de jóvenes. Ahora se está nutriendo de adultos, padres, profesores, periodistas, intelectuales, de organizaciones sociales, religiosas e indígenas, porque los jóvenes desaparecidos algo tienen de indígenas.

Los planteamientos y razones del movimiento comienzan a rebasar las demandas iniciales. A medida que la heterogeneidad social aumenta se agregan nuevas exigencias, que se pueden conjuntar en tres propósitos: i) una mayor democracia, quiere decir que no esté reducida al voto, un cambio en la fisonomía del Estado, esto es, que se fortalezcan las instituciones que lo integran para dar seguridad, salud y buena educación, y una economía que rinda mayor bienestar a las mayorías; ii) no más corrupción, impunidad y pobreza. No más violencia. Se requiere fuerza ciudadana para que el Estado responda a esta problemática; iii) dejar atrás el pesimismo, el encono y el mal trato, lo que supone armarnos de valores y subjetividades que saneen las relaciones sociales.

La descomposición del Estado y el malestar en las relaciones sociales están muy relacionados con la pérdida de valores que hemos tenido los mexicanos, la falta de credibilidad en las instituciones del Estado y la falta de legitimidad de los actores políticos. Hoy, la revuelta no es sólo por los hechos violentos de Iguala. La rebelión ya está en el mundo de las subjetividades y eso mueve a la acción.

Yo creo que una lectura de lo que se dice en las marchas y de lo que comunica el movimiento social tiene que ver, en efecto, no sólo con la recuperación de la vida en sociedad, sino también con la necesidad de que la interacción social esté fincada en los valores de la convivencia social y en la ética que subyace al pacto social, al que históricamente nos comprometimos los mexicanos. Lo que nos ha dejado ver los sucesos recientes es que el contrato social que nos dimos ha quedado al margen, y con ello la comunicación necesaria entre gobernantes y gobernados. A la situación crítica del modelo de desarrollo se le ha sumado la crisis política.

Hay que encontrar salidas. Me llamó la atención lo señalado por el Rector José Narro Robles en sus discursos y declaraciones de estos días. Me ha parecido importante que él haya captado que estamos en una situación de anomia y que es indispensable refrendar los valores que generan cohesión en la sociedad: la honestidad, la solidaridad, la tolerancia y la generosidad. Para salir de la trampa en la que hemos caído es necesario recobrar la moral social, los valores éticos fundamentales.

Estoy seguro que el Rector Narro está de acuerdo en que la adopción de valores esenciales para una convivencia social sana radica en la escuela. No se trata sólo de enseñar estos valores, sino también de practicarlos. En la escuela se aprende acerca del ejercicio de la justicia, y otros valores de la democracia acordes a los derechos humanos, a la relación con el medio ambiente, la limpieza, así como la identidad institucional y el sentido de pertenencia.

Es prioritario enseñar que todos nos debemos respeto y que tenemos responsabilidades para con los otros. El movimiento social puede levantar como demanda que al civismo y a la historia se les dedique, obligatoriamente, más tiempo.

Por otro lado, en México, por las formas de distribución de la riqueza y del poder, se cayó en la desconfianza de todo y de todos. El movimiento puede proponerse estimular a la ciudadanía para que construya en cada espacio del país relaciones sociales marcadas por la confianza en los otros. Deberíamos ser capaces de utilizar todos los medios, los presenciales y los virtuales, para que en la mente de las personas se vaya creando confianza. La confianza es un valor fundamental para apoyar el desarrollo de las instituciones sociales, las cuales tienen que ser reinventadas y puestas al día para tener una sociedad organizada.

La zozobra no puede continuar. Recojo la invitación del Dr. Narro a que nos sumemos en la UNAM a una reflexión colectiva que nos conduzca a plantear salidas a la situación actual. Que sea la inteligencia la que también formule propuestas de cambio.

Tenemos la esperanza de que el movimiento social que iniciaron los jóvenes vaya creando espacios de diálogo con los académicos y los intelectuales, para que se formulen propuestas de cambio político vinculados al crecimiento de la economía y para que la sociedad se organice de mejor forma en torno a objetivos de bienestar colectivo. El movimiento debe aprovechar la crisis para que a la salida se instauren tiempos mejores y se recupere la dignidad.


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