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La formación de recursos y sus variantes
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 582, pp.5 [2014-10-30]
 

Desde la publicación del Plan Nacional de Desarrollo (PND) de esta administración, se planteó que uno de sus objetivos sería la formación de recursos humanos de alto nivel. En el eje “México con educación de calidad” quedó incluida la estrategia de contribuir a la formación y fortalecimiento de los recursos humanos con media docena de líneas de acción, entre las que se encontraba “incrementar el número de becas de posgrado otorgadas por el gobierno federal”.

Nada para sorprenderse, el impulso a la formación de recursos es una línea de política pública que se ha reiterado consistentemente, sexenio tras sexenio, desde la creación misma de Conacyt hace más de cuarenta años, aunque con las vacilaciones y cambios frecuentes en el reglamento de su programa de becas de posgrado.

Ciertamente, como lo hemos comentado aquí, los estudios de posgrado han tenido un crecimiento exponencial en todo el mundo en las últimas dos o tres décadas, particularmente a nivel de doctorado. México no ha sido la excepción, aunque en el caso nacional, como también lo hemos apuntado, la base de la que partió era sumamente reducida (en 1990 la matrícula del doctorado era de poco más de mil alumnos, la estimación para el ciclo escolar más reciente es de 31 mil).

No obstante, lo que sí llamó la atención, con las reservas del caso, fue que a los pocos días de presentado el PND en el 2013 y a raíz de la visita a México del presidente estadounidense Barack Obama, se estableció lo que se denominó “Foro Bilateral sobre Educación Superior, Innovación e Investigación” (Fobesii).

El Foro, en principio y como lo comentamos en su oportunidad, desarrollaría iniciativas para una cooperación educativa entre ambas naciones para darle cauce al programa estadounidense que desde el 2012 intenta llevar a 100 mil jóvenes latinoamericanos a formarse en las aulas de los Estados Unidos y que otros tantos jóvenes norteamericanos se formen en los recintos universitarios de América Latina.

Sin embargo, posteriormente, por la parte mexicana, pero en el marco del mismo Fobesii, se planteó la idea de que más bien deberían ser 100 mil mexicanos estudiando en Estados Unidos y que alrededor de 50 mil norteamericanos acudieran a las aulas en México (Proyecta 100,000 Hacia una región del conocimiento). Una propuesta que incluía estancias cortas y no solamente para estudios de posgrado; algo relativamente similar a lo emprendido por otras naciones.

No obstante, en julio de este año, cuando finalmente se conoció el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación 2014-2018 (Peciti), el que establece las acciones a poner en marcha en el periodo, no hizo mención alguna a la propuesta del Fobesii ni incluyó ningún indicador al respecto. Aunque conservó el enunciado de incrementar el número de becas de posgrado otorgadas por el Gobierno Federal.

En el lapso de cuatro años, lo que le resta a las actuales administraciones de México y Estados Unidos, muy difícilmente se podría alcanzar un número cercano a los 100 mil que se han mencionado como meta en el Fobesii. Implicaría, en el caso nacional, nada menos, añadir alrededor de 20 mil nuevos estudiantes mexicanos en el vecino país del norte cada año durante los siguientes cuatro años (actualmente suman alrededor de un mil nuevas becas anuales).

Seguramente, debido al trabajo de cooperación entre ambas naciones, la desagregación en diferentes modalidades y la presión por los resultados, se podrá avanzar de forma importante en los números de la formación de recursos humanos de alto nivel, aunque, desde luego, sin llegar al volumen proyectado.

Pero hay otros asuntos que deben advertirse en el mismo horizonte de los grados escolares. Por un lado, la preocupación por incrementar las altas calificaciones de los jóvenes en el posgrado parece ser un objetivo en sí mismo, con escasa relación con lo que ocurre en el nivel de licenciatura y también con escasa correspondencia con lo que les espera una vez que concluyan sus estudios de alto nivel. Una debilidad y escasa coherencia longitudinal e intersectorial.

Por otro lado, así como llegó tardíamente la preocupación y regulación para los estudios de posgrado, tal parece que el procedimiento se repetirá ahora en el eslabón siguiente: las estancias y los posdoctorados. Volveremos al tema.


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