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Los ranking universitarios
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 580 [2014-10-16]
 

Desde la incorporación al GATT, y luego con la firma del TLC, México se incorporó, por así decir, a la globalización. Ha seguido un camino propio en este proceso, ligado a la dinámica de Estados Unidos, por su frontera y su dependencia económica.

La globalización trajo el predominio del mercado para ordenar la vida social y, también, bastantes impactos sobre la vida universitaria, a raíz de la creación de un mercado académico mundial, en el que se ha comercializado el conocimiento y se ha jerarquizado a las universidades mediante la ejecución de ranking internacionales.

Los ranking se han utilizado para muchos fines, siempre en relación con el mercado, con el dinero y la ganancia. Los ranking sirven, con frecuencia, para alcanzar fines para los que no fueron hechos, para sumar o comparar lo que no es comparable. Se adaptan indistintamente a una multiplicidad de usuarios, cada uno de los cuales tiene sus propios valores e intereses de mercado.

Los ranking establecen jerarquías entre las universidades y estimulan la competencia entre ellas bajo la premisa de que existen “mejores” y “peores” respecto de un modelo único, bajo el supuesto de que los públicos son homogéneos y los contextos no diferenciados, como si el mercado académico no fuera un mercado segmentado y como si todas las universidades debieran orientarse hacia un único y predeterminado horizonte de futuro, el que Ridings (1996) llamó la americanización de la universidad.

El problema más serio que le encuentro a los ranking es que inducen a universidades, como las nuestras, a organizar su desarrollo institucional y su vida académica, mediante políticas dirigidas a satisfacer los indicadores para mejorar su posición en los ranking. Se les impulsa a cometer errores porque dejan de lado fines y medios institucionales pertinentes al entorno social y cultural, cuyo valor no se contabiliza en las jerarquías.

Actualmente, los ranking internacionales han proliferado; he contado cerca de diez, aunque hay una cuarteta que es más famosa, en la que las universidades de los países quieren aparecer. Cada ranking establece sus propios indicadores para jerarquizar, en un número que va entre quince y veinte. Cada ranking tiene su propio sistema y cumple un papel en el mercado académico mundial.

Los indicadores clasifican y establecen la “calidad” de las instituciones y su rendimiento, lo cual se asocia a recursos económicos y humanos, y con el hecho de que los ranking privilegian a la investigación. Y hacer investigación necesita doctores y dinero. En los dos ranking más famosos, nueve de las mejores diez universidades (el top ten internacional) han sido las mismas todas las veces que se han aplicado las mediciones; son de Estados Unidos e Inglaterra, tienen presupuestos que cualquiera de las grandes universidades latinoamericanas desearía y han construido un campo de poder internacional (Marginson y Ordorika, 2010).

Los principales ranking utilizan indicadores como la calidad de la enseñanza a partir del número de alumnos que han ganado un premio nobel, los artículos académicos publicados en Nature o Science, impacto de los artículos según número de citas, la opinión de expertos académicos y empleadores, alumnos extranjeros en la universidad, etc. Cada indicador es ponderado y al final cada universidad alcanza un puntaje. Con los indicadores que utilizan es altamente probable que ninguna universidad latinoamericana alcance a estar entre las diez primeras, y tal vez ni entre las primeras cien.

En conjunto, los ranking dan como resultado que una universidad puede ser mejor para una cosa y peor para otra. Las posiciones que se ocupan en un ranking no dependen necesariamente de cuánto mejore una institución en las mediciones, sino de cuánto mejoran las otras con las que compite. Haciendo lo mismo o más, una universidad puede clasificarse en una posición más baja de una medición a otra.

Publicitar en los medios cuando se obtiene un buen lugar ayuda a tener una mayor demanda, cobrar cuotas más altas, recibir fondos privados o un mayor subsidio. A obtener más prestigio y visibilidad política. Por eso, los directivos de las universidades quieren que sus instituciones aparezcan en los ranking. ¡A competir todos contra todos!

El tema de los ranking da para escribir mucho. A mi juicio ha sido importante traerlo a la discusión porque nos exige reflexionar y delinear estrategias que permitan dar a nuestras universidades un mejor nivel académico, pertinencia, prestigio, visibilidad y fuerza; ampliarles las posibilidades para insertarse en los escenarios internacionales de una manera digna y exitosa, sin perder de vista nuestras especificidades culturales y horizontes de futuro propios. Tenemos muy buenas universidades públicas en México para formar bien a los estudiantes y producir conocimiento, y eso, en estos momentos difíciles, es motivo de orgullo.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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