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Respuestas de la universidad al mercado laboral
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 574 [2014-09-04]
 

El mercado laboral no sigue un mismo comportamiento para emplear y remunerar a los profesionistas. Por principio, tener escolaridad universitaria cuenta para obtener empleo y para las remuneraciones que de él se derivan. Pero no todos los que obtuvieron educación universitaria ganan lo mismo. Depende, en primer término, de la carrera que estudiaron. Se agregan otros factores que intervienen en el empleo y en la definición del ingreso: el sexo, la edad, el tamaño y la rama económica de la empresa, la experiencia previa, la antigüedad en el trabajo, el origen social, las relaciones y conexiones familiares, la entidad federativa, etc. Para entrar al mercado en una posición que pague un buen ingreso, también cuenta el prestigio de la universidad en la que se estudió y cómo la institución actúa para promover el que sus egresados encuentren trabajo.

Según el Observatorio Laboral, el ingreso promedio de los profesionistas anda en $10, 359 pesos mensuales. Las carreras ligadas a la minería y extracción reciben dos veces el monto promedio y las vinculadas con la educación 0.8 veces la cantidad citada. Los ingresos de los profesionistas son bastante mejores que los de la mayoría de la población ocupada, no obstante que, estas cifras hablan de un mercado donde se remunera poco al trabajo, aún siendo altamente calificado.

El mercado profesional, entonces, es un mercado diferenciado por lo que se refiere a las ocupaciones y remuneraciones que se pagan a los profesionistas. Privan en él, sin embargo, quienes estudiaron ciencias económico-administrativas e ingenierías. La realidad del mercado, entonces, influye sobre la universidad, por ejemplo, sobre la concentración de la matrícula en carreras donde es mayor la probabilidad de emplearse. También, la mercadotecnia influye cuando la publicidad asienta que la “filosofía” de las buenas empresas es que la gente gane bien, sea eficiente y disfrute lo que hace. Frases así orientan a los jóvenes a buscar buenos empleos, que no hay o son muy escasos. Y, al final, algo se encuentra.

Los buenos trabajos son tan escasos que hasta las universidades de elite tienen que llevar a cabo acciones decididas para promover el empleo de sus egresados. Dos ejemplos. En el Tecnológico de Monterrey se hacen encuestas anuales en compañías y grandes empresas que operan en el país, cuyos resultados sirven para detectar qué tipo de profesionistas demandan. Así, buscan dotar a sus alumnos con las habilidades mejor valoradas. En el ITAM, un elevado porcentaje de sus alumnos consigue trabajo antes de egresar, en virtud de que el Instituto mantiene vínculos con varios miles de empresas para este fin. Lo que llega al imaginario colectivo es que estudiar en estas instituciones es mejor porque sus egresados se ubican en puestos ejecutivos.

Por su parte, las universidades públicas también actúan para que sus egresados entren al mercado laboral. He aquí sólo unos ejemplos. La UNAM organiza una feria anual del empleo, que esté año tendrá su 14ª. edición. Tiene el propósito de ofrecer a los estudiantes, de los últimos semestres de licenciatura y posgrado, y a sus egresados, contactos directos con los oferentes de empleo. Asisten varios miles de jóvenes universitarios, cientos de empresas y, como resultado, miles de estudiantes consiguen empleo. La UAM, por su parte, tiene un Sistema Institucional de Bolsa de Trabajo y este año inaugurará su Primera Jornada de Inserción Laboral. La U de G cuenta con una Red de Bolsa de Trabajo que tiene el propósito de colaborar en la inserción laboral de los egresados y detectar los requerimientos cualitativos de los empleadores. En fin, se hacen esfuerzos para resolver exitosamente un problema, que en la universidad pública es de otra escala.

Me he referido a estas instituciones porque todas ellas son universidades del más alto prestigio en el país. Y eso cuenta para los empleadores. Todas ellas aparecen en los ranking nacionales, y un par de ellas en los internacionales. La UNAM es la mejor posicionada en ambos. Pero lo importante a destacar, es que los ranking universitarios aparecen ya en el escenario de la educación superior mexicana, como un instrumento poderoso de mercado, que enfatiza la competencia por el prestigio que brinda a las casas de estudio. Sirve, también, para orientar la demanda de educación y el flujo de recursos económicos hacia aquellas con una mejor posición. Consecuentemente, las universidades reaccionan para estar mejor colocadas en las jerarquías y conseguir éxito en el mercado profesional. Colofón. Los artículos que he escrito en Campus, recientemente, ilustran cómo el mercado filtra su influencia sobre la educación superior por muchas vías, materiales y simbólicas; al hacerlo teje una especie de enredadera que cerca a la autonomía y demerita lo público. Habrá que volver sobre esta temática, central para la educación y el desarrollo social.


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