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Mercado laboral y universidad ¿Una conexión difícil?
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 572 [2014-08-21]
 

En la sociedad se percibe cómo funciona el mercado laboral. Particularmente, los jóvenes perciben las ofertas de empleo, y las conjugan con sus preferencias vocacionales y sus resultados escolares, para seleccionar una carrera. Toman en cuenta lo que se piensa en familia acerca de dónde se encuentran más oportunidades de trabajo. En el seno del hogar, asimismo, se platica cómo les ha ido en la feria del empleo a los profesionistas de casa, o amigos, y qué tan satisfechos se encuentran.

Hay una buena cantidad de factores que intervienen para elegir carrera. No es sólo el mercado. En la escuela se escuchan las opiniones de compañeros y profesores. Se hacen presentes la televisión, el internet y otros medios de comunicación.

Ya en la universidad, hay múltiples aspectos que orientan a los estudiantes para que, al concluir la carrera, entren a trabajar como profesionistas. El tránsito de la universidad al trabajo es uno de los grandes retos que enfrentan en la vida. Hay quienes se preparan para su salida de la escuela. Trabajan durante sus estudios en algo relacionado con ellos y reciben alguna ventaja, pues haber participado en una práctica profesional puede reducir el esfuerzo y el tiempo para colocarse. Esta experiencia es distinta de la que obtienen quienes trabajan en cualquier ocupación para mantener sus estudios, o auxiliar económicamente a la familia. Al final, tienen una experiencia laboral, pero es posible que no conozcan cómo conseguir un empleo en el campo de su carrera. Algo similar ocurre con los que sólo estudiaron.

El mercado laboral se ve beneficiado con la masa de estudiantes que trabajan; son mano de obra calificada y relativamente barata (Suárez, 2014). El sistema educativo debería estar atento a cómo se emplea a los estudiantes, y sus necesidades para que concluyan exitosamente la carrera. Además, para que toda la comunidad estudiantil pueda desenvolverse en las condiciones de empleo existentes. Las universidades necesitan revisar periódicamente cómo se están dando las relaciones entre lo académico y lo laboral, lo cual, también, es una tarea a realizar por el propio mercado de profesionistas en cada espacio geográfico.

El ámbito escolar y el laboral, frecuentemente, no coinciden. Por ejemplo, los empresarios dicen ofrecer puestos para egresados universitarios, pero que no encuentran los que necesitan entre los profesionistas disponibles. Demandan profesionistas que, además de los conocimientos adquiridos, tengan capacidad de liderazgo y entusiasmo para presentar y realizar proyectos propios. En encuestas realizadas a empresarios o directivos empresariales aparece la idea de que los profesionistas deben tener capacidad de observar y participar en el escenario global, adaptarse con rapidez a los cambios organizativos, administrativos y tecnológicos de las empresas. Profesionistas con capacidad de diálogo con especialistas de varias disciplinas y que manejen las tecnologías de información y comunicación. Y, de ser posible, con experiencia previa en lo que se les va a contratar. En otras palabras, el mercado exige habilidades que no necesariamente se adquieren en la universidad.

De la literatura revisada, me queda la impresión de que estos requisitos se demandan para ingresar a las grandes empresas, aquellas más conectadas con la economía del conocimiento, que no sólo requieren profesionistas, sino también doctores para sus procesos de innovación. Pero, el país tiene una economía diferenciada, y hasta polarizada, con un mercado laboral segmentado y terciarizado. Así, es fundamental que las universidades formen, igualmente, profesionistas que impulsen cambios en las ramas y empresas menos avanzadas.

Hay, además, actividades en el sector público, y en el privado, que requieren buenos profesionistas, con capital cultural y empuje para transformar su ámbito concreto de trabajo. La idea es coadyuvar a que tengamos un gobierno eficaz y empresas pequeñas más productivas. Aunque también, se requieren profesionistas que puedan poner en práctica proyectos sociales de desarrollo que generen bienestar para grandes y pequeñas comunidades, dispuestos a intervenir para reconstruir el tejido social.

La universidad pública debe tomar la realidad laboral con miras más amplias de las que transmite el mercado, teniendo en cuenta las demandas educativas de la población, las necesidades y propuestas sociales de desarrollo, los recursos humanos y financieros de los que dispone, previendo las necesidades de la sociedad a futuro, y las dinámicas de las disciplinas de conocimiento. Formar cuadros de alto nivel es una tarea compleja que necesita comunicarse para que la sociedad perciba más objetivamente al mercado, y actúe en consecuencia.

La universidad pública y el mercado tienen que dialogar para establecer conexiones que tengan efectos positivos sobre el crecimiento económico, con respeto a la autonomía para conducir la vida académica, como es de esperar en una sociedad democrática. Es difícil, pero se puede.


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