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Un nuevo pacto federal y social para la educación superior
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 229 [2007-06-21]
 

Hay una enorme cantidad de expectativas, a seis meses del nuevo gobierno, sobre lo que va a ocurrir con la educación superior, la ciencia y la tecnología. Todas las evidencias señalan que estos tres aspectos resultan cruciales para el desarrollo de las naciones en el mundo globalizado. Y nosotros, ¿hacia dónde vamos?

En materia de educación superior importa por ahora cómo se van a instrumentar las políticas. Y para ello es indispensable que se elabore una estrategia de alianzas con los actores que tienen capacidad de influir sobre el rumbo de la educación superior. Los acuerdos están muy directamente ligados al monto del subsidio ordinario y extraordinario, pero sobre todo a su forma de distribución que hasta el final del sexenio pasado seguía siendo inercial: a los que menos tienen les toca menos.

Las autoridades están obligadas a encontrarle respuesta a los problemas financieros de las instituciones públicas para que el sistema educativo sea viable y para llegar a convenir su trayectoria con todos los actores interesados, que van desde las comunidades académicas, pasando por los rectores, los gobernadores y la ANUIES, hasta los partidos y las fracciones parlamentarias en las Cámaras.

La política de educación superior tiene que fincarse en un nuevo pacto del gobierno con la sociedad y en un nuevo pacto federal. Sin nuevos pactos, necesariamente estamos condenados a la continuidad de políticas que han arriesgado lo mejor de la educación a partir de visiones de corto plazo que no han resuelto los problemas de esencia. Expansión, calidad, estándares, organización regional, estímulos, nuevas formas de responsabilidad social de las instituciones, reformas jurídicas, requieren un nuevo arreglo político para resolver los cómo de los planes educativos. Sin recursos suficientes y oportunos y sin instrumentos eficaces de cambio será muy difícil avanzar.

En materia de ciencia y tecnología hemos insistido que la investigación se lleva a cabo predominantemente en las universidades y otras instituciones de carácter público. Varios estudios han probado que las instituciones más fuertes intelectualmente son aquellas que cuentan con mejores aparatos de producción de conocimiento. También, hemos demostrado que los campos disciplinarios en el país han tenido un desarrollo disparejo, entre las instituciones y en el territorio nacional. La concentración de personas y áreas del conocimiento es una de las realidades que requieren superarse urgentemente. Instituciones, disciplinas y territorio son tres ejes fundamentales en la política de la ciencia.

La investigación científica y la educación superior deben ir de la mano. Su lugar de encuentro natural es el posgrado. Particularmente, el doctorado donde se forman quienes tienen vocación por la academia, recursos humanos fundamentales para el desarrollo del conocimiento. El posgrado es el pilar para mejorar la educación superior, y el doctorado, en particular, el medio para crear más investigadores, vincular la investigación con la docencia y potenciar las posibilidades de competitividad nacional en el entorno global.

Sin embargo, el posgrado nacional está lleno de deficiencias y del doctorado egresa apenas un número minúsculo de personas para las necesidades del país. Muchos de los egresados tienen enormes dificultades para realizar su formación debido a la carencia de plazas para hacer academia en las instituciones públicas. No hay una política de ampliación y renovación de los investigadores y la inmensa mayoría de los programas de posgrado no están reconocidos como buenos programas. Por lo anterior, fomentar el fortalecimiento del posgrado es una de las prioridades nacionales.

Por otra parte, todos reconocemos que el Sistema Nacional de Investigadores ha sido una pieza clave para que exista la ciencia en México. Quienes formamos el Sistema representamos el soporte reconocido de las capacidades que tiene el país para hacer ciencia. Somos el grupo que puede enfrentar los retos de producción, adquisición, manejo, organización y distribución de conocimiento. El Sistema ha otorgado a los investigadores reconocimiento social y prestigio académico, mediante criterios aceptados nacionalmente.

Consideramos que el el SNI debe ir más allá de ser una "tabla de salvación" para la producción de conocimiento y el desarrollo tecnológico del país. Sería deseable plantear los objetivos del SNI vertebrados orgánicamente al proceso de desarrollo del país y que la sobrevivencia de los investigadores no sea gracias a su pertenencia al Sistema.

Hoy, es importante darle un nuevo significado al SNI, que brinde fuerza a los aspectos ligados a la identidad del investigador y a su carácter nacional. Gestionar que el SNI deje de ser un medio y se convierta en un fin de la política nacional de ciencia y tecnología.

Aspectos y problemas como los mencionados se discutieron en el Coloquio de Verano que trató sobre un nuevo ciclo de políticas públicas para la educación superior, la ciencia y la tecnología, organizado por el Seminario de Educación Superior y el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM, institución que de siempre ha sido un espacio de encuentro para el debate organizado de la realidad social. Participaron Rodolfo Tuirán, Antonio de la Peña, Luis Mier y Terán y Alejandro Mungaray.


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