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Tejer el futuro de la universidad
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 563 [2014-06-12]
 

La educación superior, y la universidad en lo particular, están llamadas a jugar un papel crucial en el futuro del país, para impulsar una economía que, acorde a las necesidades de la sociedad, estimule el empleo decente. La universidad es una institución que forma a las personas para ejercer una profesión, produce conocimiento y crea símbolos que se integran a la cultura de sus estudiantes y de la sociedad. Por el resultado de estas funciones, se coadyuva al desarrollo y, además, se establecen nuevas y mejores relaciones sociales, que nos permiten vivir juntos, siendo diferentes, con base en valores como la solidaridad y la tolerancia.

Cuando observamos cómo se pretende tejer el futuro de la universidad para que cumpla su cometido, lo primero que encontramos, en el discurso político, es la necesidad de aumentar la cobertura. Se habla también de la calidad y la pertinencia, y más recientemente, se ha puesto en boga el concepto de responsabilidad social, que se usa para no mencionar el de compromiso social.

En la situación actual del país, hay que ir más allá del discurso oficial. Uno de los propósitos de la universidad es coadyuvar a romper los modos como se reproduce la desigualdad social. Inserta en las políticas educativas, se trata que la universidad contribuya, en lo que le toca, a recomponer los nexos entre la educación y el mundo del trabajo.

La investigación universitaria es, y será, un apoyo indispensable para que se transite a una econovmía del conocimiento. Para que esto ocurra, se requiere que haya crecimiento económico, que es condición para impulsar la formación de capital humano, el desarrollo de la ciencia y un sistema de innovación, factores todos que están detrás de la competitividad para participar en la esfera internacional. Es un modelo de círculo virtuoso.

El escenario de futuro que hemos marcado en la academia, contempla, asimismo, que las universidades funcionen en redes, que las instituciones tengan en perspectiva su inserción al movimiento de la ciencia a nivel internacional (en aquellos campos de conocimiento que sean de su interés), que adquieran una visión cosmopolita y que sean agentes del desarrollo local. Por ahora, para construir bien el futuro, es indispensable calcular, con precisión, todo lo que significa y requiere la meta de 40 por ciento de cobertura en el 2018, fijada, hasta ahora, con criterios políticos, con base en las tendencias demográficas y de crecimiento de la matrícula, que se va a recargar en el sector público.

Los académicos hemos señalado ya muchos de los factores a tener en cuenta para la expansión educativa en el nivel superior. Falta un ejercicio de finanzas y de reflexión política, serios, para ver sí es posible alcanzar la meta, para prevenir que la expansión no se nos vaya a convertir en estancamiento. En otros momentos de la historia, los problemas fiscales del gobierno, y la falta de crecimiento, significaron restringir el gasto en educación superior.

Por lo pronto, ya se ha empezado a discutir entre los rectores el presupuesto de 2015 para educación superior. La duda es sí va a seguir una tendencia al alza como lo ofreció el gobierno. Pero, como se aprecia, el escenario es más bien adverso, por la reducción de la tasa de crecimiento, a la que pueden seguir otros ajustes como en el 2013. El panorama es nebuloso. No hay acuerdo ni siquiera para decir si estamos o no en recesión y desde cuándo. Como quiera, desde hace tres decenios, la economía no crece lo que la sociedad requiere, y no se ve que este año vaya a ser diferente.

Si un buen futuro para la universidad pública, y para el sistema de educación superior, depende de que haya crecimiento económico, entonces, hay que modificar el modelo económico para que, como han dicho algunos economistas (Ros y otros), se eleve la tasa de inversión pública en capital fijo, de una manera más acelerada, exista un mejor balance en el crecimiento a nivel regional, se eleve el crédito bancario, y se desarrolle una política industrial con sentido e interés nacional.

La inversión pública y el crecimiento van a tener relación con el aumento de la productividad y la disminución de la informalidad. Un Estado activo, que invierte bien los recursos públicos, puede asumir la rectoría del cambio social. Influir sobre las variables económicas asociadas al crecimiento, que tienen un efecto positivo sobre el mercado de trabajo y sobre la demanda de profesionistas y de conocimiento. Un Estado creíble es indispensable para salir de la anomia social.

Por lo pronto, varios estudios han mostrado que la desigualdad no se corrige sola, únicamente con crecimiento económico. La redistribución de la riqueza es un imperativo para que haya crecimiento con equidad, al igual que un mejor y más amplio sistema universitario, que tenga características como las que hemos señalado desde la academia.


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