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Una campaña para abatir el rezago educativo
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 559, pp.4 [2014-05-15]
 

Las iniciativas que se pondrán en marcha para disminuir el rezago educativo ya forman parte del inventario de compromisos de este gobierno. Nada menos: propone reducir a casi la mitad el número de personas que no saben leer ni escribir y cinco por ciento el de las personas que no han concluido su educación primaria o secundaria.

Las metas que se habían anunciado hace un mes con las autoridades educativas estatales, con cierta generalidad e imprecisiones, ahora están explícitamente formuladas en el programa institucional “Programa de Alfabetización y Abatimiento del Rezago Educativo 2014-2018”, publicado el pasado 8 de mayo en el Diario Oficial de la Federación.

Los programas institucionales, como al que ahora nos referimos, están previstos en la normatividad administrativa y constituyen la carta de navegación de las entidades para alcanzar sus objetivos. Aunque lo común ha sido su naufragio en la ambigüedad del lenguaje.

Sin embargo, a partir de los años 2000, la planeación y la elaboración de documentos programáticos han incorporado, correctamente, indicadores que permiten valorar su cumplimiento o no. La administración de Vicente Fox los incluyó, por primera vez, en los programas sectoriales y esta administración, también por primera vez, los incorporó en el Plan Nacional de Desarrollo (PND). Por cierto, en el PND 2013-2018, en materia educativa, uno de los dos indicadores seleccionados fue la prueba Enlace. La posterior controversia sobre Enlace parece que culminó en su abandono. Por lo menos los puntajes de la prueba Enlace no fueron recuperados en el programa sectorial, aunque no se ha hecho, como debiera, la rectificación al PND.

El diagnóstico del actual Programa de Alfabetización y Abatimiento del Rezago Educativo recupera los conocidos datos de INEGI. Por ejemplo, señala que en México existen 5.4 millones de personas que no saben leer ni escribir, de las cuales poco más de un millón tienen limitantes físicas o mentales y otras 400 mil rebasan los 80 años de edad. Por tanto, dice el programa, “la población objeto del programa son 3.8 millones de personas entre los 15 y los 79 años”.

A su vez, de los 3.8 millones identificados como población objetivo, casi tres millones tienen entre 30 y 69 años; la porción restante se divide casi en partes iguales entre 15-29 años y entre 70-79 años. Es decir, la mayor proporción de personas que no saben leer y escribir tiene entre 30 y 69 años. Del total de la población objetivo, el programa estima alfabetizar en el periodo de esta administración a 2.2 millones personas; pasar de un índice de analfabetismo de 6.9 a 3.4 por ciento. Es decir, poco más de la mitad de la población objetivo, pero menos de la mitad de la población analfabeta total.

La reducción que se propone es muy relevante. Tómese en cuenta que en los últimos 25 años, en números absolutos, el número de personas analfabetas apenas disminuyó en 1.3 millones. Esto es, en1990 el número de personas analfabetas sumaba 6.1 millones y la última cifra disponible indica que son 4.8 millones (aunque en términos relativos disminuyó a poco menos de la mitad, pasó 12.4 a 6.4 por ciento de la población mayor de 15 años).

Quizás por el volumen de las cifras, el director del INEA, Alfredo Llorente Martínez, señaló que la campaña de alfabetización que se pondrá en marcha, “es un esfuerzo sin paralelo en la historia reciente del país”, dado que en sexenios anteriores la cifra de alfabetizados ha sido, en promedio, de 110 mil por año (Comunicado No. 115).

Lo sorprendente es que el programa institucional, salvo la mención de que reducirá en 5 puntos porcentuales al rezago educativo, no establece metas específicas en lo que concierne al número de personas que deberán concluir su educación primaria y/o secundaria. Aunque el director del INEA ha señalado que serán alrededor de 5 millones de personas.

En fin, como lo hemos dicho, si verdaderamente logramos reducir la actual cifra de 32 millones de personas en situación de rezago educativo, sean siete u ocho millones menos, avanzaremos de forma significativa. El rezago es uno de los rasgos más visibles de la desigualdad y la injusticia social en México; una piedra atada al desarrollo nacional. Así que debemos preocuparnos y ocuparnos por abatirlo a la brevedad.

Posdata: Señores diputados ¿cómo van los trabajos, despues de un año de instalada, de la Comisión de Fortalecimiento a la Educación Superior y la Capacitación para Impulsar el Desarrollo y la Competitividad?


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