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Equidad educativa y el empoderamiento de las mujeres
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 550, pp.4 [2014-03-06]
 

El año próximo se cumplirán cuatro décadas de la primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, auspiciada por Naciones Unidas y realizada en la Ciudad de México, en donde se emitió la “Declaración de México” con sus 30 principios sobre equidad y la contribución de la mujer al desarrollo y la paz. También será un lapso similar desde que se instauró la celebración del 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.

Un largo trayecto, precedido por múltiples y variadas luchas todavía más largas, en la búsqueda de una elemental equidad en derechos, dignidad, oportunidades y responsabilidades. Mucho se ha avanzado en las últimas décadas a nivel mundial, pero no lo suficiente.

En los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) para las naciones en desarrollo, el número tres planteó: “Promover la igualdad entre los sexos y el empoderamiento de la mujer” y como meta “eliminar las desigualdades entre los sexos en la enseñanza primaria y secundaria, preferiblemente para 2005, y en todos los niveles de la enseñanza a más tardar en 2015”.

El Informe mundial del 2013, el que monitorea los avances anuales de los países, dice que la paridad entre los géneros está a punto de alcanzarse en la enseñanza primaria, pero que solamente dos de 130 países han alcanzado esa meta en todos los niveles educativos. En el caso de México, el informe del mismo año señala que prácticamente ya cumplió con lo previsto (p. 72). ¿O sea?

El Índice de Paridad entre los Géneros (IPG) se entiende como la relación de matriculación escolar de mujeres en comparación con la de los hombres; el índice en cada nivel educativo debe estar en un rango de entre 0.97 y 1.03. A nivel nacional, en todos los niveles educativos la razón entre hombres y mujeres está en ese rango, salvo en educación primaria que está a centésimas de alcanzar la meta (en el ciclo escolar 2012-2013 el índice era de 0.958).

Es particularmente notable el cambio en los niveles superiores del sistema educativo mexicano, principalmente porque todavía hace poco más de dos décadas las cifras eran desfavorables para las mujeres, aunque ya se advertía claramente la tendencia creciente de su participación.

La literatura registró las mayores dificultades y obstáculos que enfrentaban las mujeres, en comparación con los hombres, para pasar de un ciclo escolar al siguiente, más complicado cuanto más alto el nivel, pero también su mejor desempeño escolar una vez que lograban inscribirse. Las cifras actuales de eficiencia terminal muestran, consistentemente, un mejor desempeño de las mujeres en todos los niveles educativos. La diferencia en este indicador es menor en educación básica (poco más de un punto porcentual) y mayor en media superior y superior (siete u ocho puntos porcentuales a favor de las mujeres).

Un esfuerzo importante de las mujeres y del Estado mexicano en la búsqueda de la equidad de género. Pero, como también se ha hecho notar, queda la asignatura pendiente de la distribución de género por áreas de conocimiento, las condiciones para los estudios de posgrado, los apoyos diferenciados, la composición del personal académico, el acceso a las posiciones de dirección y muchos otros temas.

Actualmente, la búsqueda de equidad para las mujeres cuenta no solamente con una instancia encargada de buscarla, el tema también está en la agenda de las políticas públicas. La instancia es el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), creado al comienzo de la década pasada, como organismo público descentralizado, encargado de promover, proteger y difundir los derechos de las mujeres y de las niñas consagrados constitucionalmente.

El Inmujeres, en las vísperas del inicio del actual sexenio, seguramente lo recuerda, formaba parte de la propuesta de reestructuración de la administración pública federal: sería sectorizado a la actual Secretaría de Desarrollo Social y perdería su carácter descentralizado. Pero no, un grupo de legisladoras se opusieron y la propuesta no prosperó.

El Instituto ha sido el responsable de elaborar el Programa Nacional para la Igualdad entre Mujeres y Hombres (Proigualdad) desde la administración anterior y, de hecho, ahí se planteó por primera vez que se debían construir políticas públicas con perspectiva de género de manera transversal en toda la Administración Pública Federal.

Hoy, el Plan Nacional de Desarrollo 2013–2018 incluye la estrategia transversal de la Perspectiva de Género, lo cual revisaremos en próxima entrega. Por lo pronto: ¡Feliz 8 de marzo!


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