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La integración de los programas y el abandono de la planeación
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 522 [2013-08-15]
 

En la presentación del Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 (PND), el pasado 20 de mayo, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, señaló que los programas sectoriales y transversales estarán listos en este año, mientras que los regionales y especiales lo harán a más tardar antes del final del mes de abril del año próximo.

Entonces, si fuera el caso, el Programa Nacional de Educación se presentará antes de que concluya este año y el Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación en abril del año siguiente. Sin embargo, es posible que no haya diferencia con los programas de las administraciones anteriores.

Se supone que el PND, los programas sectoriales, regionales y especiales, se enmarcan en una estrategia de planeación nacional del desarrollo, la derivada de Sistema Nacional de Planeación Democrática, aquella que es “conducida por el ejecutivo federal y con participación democrática de los grupos sociales”.

Una idea de participación y gobierno que se plasmó en la Ley de Planeación de 1983 y en la modificación del artículo 26 constitucional en el mismo año. Ahí se establecieron definiciones, procedimientos, delimitación de responsabilidades y atribuciones que desde entonces rige los tiempos y las formas de la planeación nacional. Aunque, como sobran las evidencias, no garantiza resultados satisfactorios.

Los planes y programas que desde fines de los años setenta se han elaborado, precisan grandes objetivos nacionales de crecimiento económico y bienestar social, plantean estrategias, prioridades, líneas de acción y cálculo de costos.

Sin embargo, invariablemente, al término del periodo para el que fueron diseñados los programas, sobreviene la frustración y el desencanto: los resultados quedan sumamente alejados de lo previsto. Las explicaciones pueden aludir a las imponderables contingencias internas o externas; el resultado es el mismo.

Tampoco han cambiado las formas para la integración de planes y programas. La ley mandata convocar a foros de consulta popular para la participación de los diversos grupos sociales (artículo 20) y sí, previo a la elaboración del Plan, cada administración los lleva a efecto. Nada más.

Las diferentes administraciones anuncian los cientos de miles de propuestas que reciben en los foros. Vicente Fox más de 150 mil, Felipe Calderón alrededor de 130 mil y el actual gobierno casi 229 mil participaciones, “el mayor registro de participación ciudadana en la historia de nuestro Sistema Nacional de Planeación Democrática”, dijo en su momento el secretario de Hacienda.

Los fastuosos e inoperantes foros de consulta, independientemente de su procesamiento y utilidad, constituyen el momento culminante y prácticamente único de participación social, pese a que la misma ley la prevé en la elaboración, actualización y ejecución de planes y programas.

El asunto es que cada vez se aprecia con mayor claridad que los planes y programas van por un lado y las principales acciones por otro, aunque desde la administración de Vicente Fox se han establecido indicadores para valorar el cumplimiento de los primeros.

La definición sobre las principales iniciativas a llevarse a cabo en las diferentes áreas de la administración pública se adelantan a la planeación prevista en la norma. Por ejemplo, la propuesta de reforma de los artículos 3ro y 73 constitucionales —la que podría ser el sello más sobresaliente de la actual administración—, no esperó al PND o al programa sectorial.

Tampoco la iniciativa de escuelas de tiempo completo, la idea de distribuir computadoras portátiles a los niños de quinto y sexto grado, menos la de fijar los límites de crecimiento de la cobertura para la educación media superior y superior (80 y 40 por ciento, respectivamente) o la de alcanzar el uno por ciento del PIB en inversión nacional en ciencia y tecnología.

Los programas sectoriales de las dos administraciones anteriores se han demorado en presentarse públicamente sin mayores consecuencias. En buena medida porque para la puesta en marcha de las iniciativas, más que un programa, como ahora también ocurre, lo más importante son los acuerdos, la interlocución con las principales fuerzas políticas, los grupos de interés y/o el control de los mecanismos que permiten la conducción del sistema.

El asunto es si se pueden obtener resultados diferentes en la planeación del desarrollo nacional siguiendo, e incluso profundizando, el mismo camino. No, no parece posible.


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