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Alineamiento del pacto, el plan y los programas
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 511 [2013-05-23]
 

En la segunda mitad de los años setenta, en el furor de la planeación, se convocó a lograr una mayor articulación, homogeneidad y coherencia entre un plan (el Plan Global) y los programas sectoriales de la administración pública. La idea era instaurar un Sistema Nacional de Planeación para alcanzar los objetivos de desarrollo que la nación se planteara.

En 1983 se reformó la Constitución para incluir el sistema de planeación democrático, el que mandata recoger “las aspiraciones y demandas de la sociedad para incorporarlas al plan y los programas de desarrollo” (artículo 26). Ahí se facultó al ejecutivo federal para establecer los todavía vigentes procedimientos de participación y consulta popular.

La correspondiente ley reglamentaria de esa reforma constitucional (la Ley de Planeación), especificó las características del sistema de planeación. Lo paradójico fue que cuando la proyección del desarrollo nacional estaba a la vista y los instrumentos de la planeación parecían estar listos, se produjo una de las mayores crisis económicas. Sobra decir que ni el plan se cumplió ni los programas se llevaron a efecto. De hecho, para denotar la magnitud de la crisis, en la región se conocieron los años ochenta como la década perdida.

Los planes y los programas se siguen elaborando; el establecimiento de cuatro o cinco grandes objetivos de desarrollo nacional se vuelven a formular de distinta manera. Las consultas populares y los actos multitudinarios persisten, aunque desde la década anterior coexisten con una creciente participación virtual y a distancia.

Lo que también sigue presente es la dificultad para alcanzar la convergencia entre lo que se planea y lo que se logra; entre lo que dice el Plan y lo que se alcanza en los programas. El incumplimiento puede ser porque los objetivos parecían desmedidos, por una contingencia financiera o política o por el entorno internacional. El resultado ha sido el mismo.

Hoy, una vez más, estamos ante la presentación de un nuevo Plan Nacional de Desarrollo (PND). Igual que en ocasiones anteriores, en la presentación del documento, el ejecutivo federal ha dicho que tenemos un plan que “guiará nuestros esfuerzos como país durante los próximos años”.

Un Plan para hacer cambios de fondo no para administrar la coyuntura. Además, dijo el presidente Enrique Peña Nieto, tendrá, por primera vez, “indicadores específicos para medir el avance real que vayamos teniendo en la concreción de los objetivos que nos estamos trazando”.

Efectivamente, es la primera vez que se seleccionan determinados indicadores en el PND. En educación, por ejemplo, persistirá en el error de conservar el puntaje de Enlace como indicador de logro. Debe notarse que será en los programas sectoriales en donde “se determinarán los valores que deberán alcanzar”. Algo que las dos administraciones gubernamentales anteriores también hicieron; los resultados quedaron distantes de las metas establecidas.

Tal vez la característica más distintiva del nuevo PND, aparte de la selección de indicadores, es que está relativamente alineado a los compromisos del Pacto por México. En el caso del componente científico y tecnológico, conserva más o menos los compromisos indicados.

Los compromisos aparecen un poco más desagregados en el PND, pero solamente uno cuantitativo. Por ejemplo, plantea como objetivo principal en el sector: “Hacer del desarrollo científico, tecnológico y la innovación pilares para el progreso económico y social sostenible”. Y como primer estrategia la de contribuir a que “la inversión nacional crezca anualmente y alcance un nivel de 1 por ciento del PIB” (p. 128).

En el Pacto solamente se indicaba una “inversión de 1 por ciento del PIB en ciencia y tecnología” y que el incremento iniciaría en el presupuesto de este año. No especificaba que se trataba de inversión nacional. El artículo 9Bis de la ley de ciencia y tecnología así lo establece.

El objetivo sobre ciencia planteado en PND incluye otras cuatro estrategias y una veintena de acciones. Unas y otras enunciadas de forma genérica. En las primeras está el apoyo a la formación de capital humano, impulso a las capacidades científicas, apoyo a la transferencia de conocimiento y fortalecimiento de la infraestructura científica y tecnológica.

La articulación entre el Pacto y el PND ya está, a la que deberán sumarse los programas sectoriales. Ya nada más falta lo principal: una convergencia con los hechos.


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